Diego Grillo, el más famoso pirata cubano (II)
21 de junio de 2013
|El pirata cubano Diego Grillo no tenía que envidiar en ferocidad a sus maestros: el inglés Francis Drake y el holandés Pata de Palo. Se sabe que en 1595 el pirata criollo acompañó a Drake y al no menos famoso John Hawkins en la funesta expedición de 1595, con cuyos restos el cubano, cargado de oro y fama, volvió a Inglaterra.
En esta ocasión bajo el mando de Baskerville, pues tanto Drake como Hawkins terminaron sus días en las aguas caribeñas.
Durante algún tiempo no vuelve a saberse de Diego Grillo hasta que en 1603 cuando efectuó, con éxito, varias acciones de piratería en aguas cercanas a Cuba y en el golfo de Honduras.
Sin embargo, en 1607 –al decir del historiador Gustavo Placer Cervera- tuvo un descalabro cuando al frente de diez urcas bien armadas asaltó un convoy español en aguas del litoral de Nicaragua.
De esta derrota se recuperó el habanero al año siguiente cuando se apoderó de una flota española de once naves que bajo el mando de Pedro de Escobar, acababa de sufrir un fuerte temporal cerca de Veracruz.
Una acción como ésta hubiera sido más que suficiente para retirarse y descansar para disfrutar de las riquezas amasadas luego de tantos años de atracos en los mares, pero no para Diego Grillo, quien quería dar su “último golpe”.
La última nueva que se tiene sobre Diego Grillo data de 1619. Con más de 60 años de edad, el primer pirata cubano vuelve a sus fechorías.
Y logra adueñarse, frente a Nuevitas, en la costa norte de Cuba, de buena parte de una flotilla española, cargándose seis fragatas y un cuantioso botín.
El despojo parece haber sido tan jugoso que jamás se volvió a ver a Diego en el Caribe y hasta se le dio por “desaparecido” frente a la bahía norteña.
Desde entonces son confusos los pormenores sobre su vida.
Su memoria se perdió en el tiempo y no todos los historiadores coinciden en cuanto a los datos sobre este salteador de los mares.
Unos plantean que fue capturado y ahorcado por los españoles en el año 1673, pero si se toma en cuenta su nacimiento hacia 1556, ya para esa fecha el habanero había dejado de existir.
Lo más presumible, dicen otros, es que, retirado del “oficio” y cargado del oro producto de sus sangrientos ataques, Diego Grillo pasara sus últimos años en Inglaterra.
O, de ser en el Caribe, en Barbados, o acaso en las Bermudas, ya ocupadas en ese entonces por los británicos.
Terceros lo sitúan, en cambio, de incógnito y no menos rico, como “persona respetable”, padre de seis hijos, en Corralillo, en la provincia cubana de Villa Clara. ¿Quién sabe?
Sobre la personalidad del pirata cubano Diego Grillo se sabe con certeza que hablaba perfectamente el inglés y el español, poseía un valor personal rayano en la intrepidez, y en combate era el primero en abordar las naves que apresaba.
Nunca se cuidaba de la muerte, como si no tuviera en gran aprecio la existencia. Quizás se tratara de mera arrogancia, o de una táctica bien calculada para hacerse respetar y admirar de sus hombres.
O tal vez era auténtica indiferencia ante el peligro, pues después de todo, -como dijera una de nuestras escritoras – un mestizo pirata no tenía gran cosa que perder, como no fuera el fruto de su pillaje, cosa que, sin embargo, tampoco parecía interesarle demasiado.
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