De cuando Fanny Elssler bailó en La Habana (ll)
21 de julio de 2022
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La llegada de Fanny Elssler a La Habana el 14 de enero de 1841, en una escala de su viaje hacia Norteamérica, fue inesperada aunque en realidad no constituyó una sorpresa, pues se le aguardaba de un momento a otro, tal como lo confirma esta nota publicada unos días antes en el “Diario de La Habana”: “La Ninfa de la danza, la famosa Elssler que se nos anuncia a los primeros arribos de New-York”.
Formaban su comitiva, entre otros, la bailarina francesa Arraline, el mimo inglés Parsloe, su prima Katti Prinster y el presunto amante de la Elssler, Henry Wikoff, que figuraba como su secretario particular y a quien se le reconoce hoy día como el verdadero autor de las supuestas cartas de la estrella, al decir del estudioso cubano Francisco Rey Alfonso, quien en 2005 publicó las referidas misivas “desde La Habana” acompañadas por un estudio suyo al respecto en un volumen de Ediciones Boloña.
La actuación en la Isla de la Elssler indica que los acaudalados criollos, en una demostración de su poderío, podían darse lujos tan exorbitantes como el de pagar a una artista de tal jerarquía, la que sin duda alguna llenó sus arcas aquí, a tal punto, que sólo en la función de su beneficio recogió en las puertas del teatro la elevada cantidad de 7, 600 pesos oro, y por si fuera poco, recibió fastuosos regalos, entre ellos, un vestido de maja de raso rojo bordado con hilos de plata, cuyo costo ascendió a 500 pesos oro.
El 23 de febrero de 1841 Fanny Elssler se despedía de la capital cubana rumbo a Nueva Orleáns a bordo del vapor Natchez.
Todavía se recuerda que en aquella su primera temporada en La Habana, donde la Elssler aplaudió al gran caricato criollo Covarrubias, la prensa publicó nueve poemas en su honor, aparte de los impresos en papeles de china repartidos en el teatro las noches de las funciones y músicos tan notables como Claudio Brindis de Salas, padre, le dedicaron contradanzas interpretadas una y otra vez en los bailes del Tacón y en otros salones.
Cuentan que en esos días en las calles de la capital cubana los organilleros ambulantes incluyeron en su repertorio algunas de las composiciones por ella danzadas.
Tal fue el suceso que Fanny Elssler regresó al año siguiente, para cumplir con una breve temporada en el Principal, a la que seguiría otra, en marzo, en el Tacón, donde no sólo repuso La sílfide, sino que también llegó a bailar en la función de despedida, un zapateo cubano que deslumbró al público.
El bardo matancero José Jacinto Milanés le dedicó a la estrella dos poemas, uno en español y otro en francés. Del primero este fragmento:
¿Y qué diré de tu gallarda planta?
Que nunca oprime el suelo y nunca pisa;
Que sólo vuela y que volando encanta.
¿Y qué diré de tu feliz sonrisa?
Que eres una ilusión cándida y santa
que en alas va de la amorosa brisa.
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