Cosas curiosas de La Habana
16 de julio de 2018
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Hoy esta sección va a tratar de cosas curiosas ocurridas en la capital de todos los cubanos durante sus casi 500 años de vida, es decir, de curiosidades habaneras.
Los oyentes más jóvenes no conocen el cubanismo “botellero”, posiblemente piensen que era quien vendía botellas, pero no, se llamaba botella a la plaza del Estado que cobraba alguien y no trabajaba, lo que muchos gobernantes utilizaron para beneficiar a sus adictos, durante los primeros cincuenta años de república
Y el primer botellero de la Villa a principios del siglo XVI fue don Fernando Colón, hijo del Almirante, a quien La Habana debía remitirle 500 pesos mensuales sin trabajar.
Pero hubo también una primera reunión innecesaria, germen del actual reunionismo, cuando el Cabildo del primero de enero de 1551, durante las primeras elecciones municipales de La Habana, determinó que todos sus miembros debían reunirse una vez a la semana, aunque no tuvieran nada que tratar, y hablando del tema, ahora recuerdo aquel niño a quien le preguntaron dónde trabajaba su papá, y el inocente contestó: “mi papá trabaja en una reunión”.
Otro dato curioso de la villa de San Cristóbal de La Habana es la cantidad de tabernas que existían en 1574, cincuenta lugares para expendio de vino, cuando la población estaba alrededor de mil habitantes, lo que significa una taberna por cada veinte personas.
El 1805 llegó el primer cargamento de hielo a La Habana en el buque Favorito, y qué asombro para los habaneros ver aquella cosa que siendo fría echaba humo y hasta quemaba, pero muy pronto los capitalinos se acostumbraron a los refrescos fríos, los helados y los cocteles.
En la esquina de Esperanza y San Nicolás, en el barrio de Jesús María, en La Habana de extramuros, asiento de los famosos negros curros del Manglar, había una bodega llamada Del cangrejo, por un gran crustáceo pintado en el lugar. Y a la voz de “mata cangrejo”, mataban al primero que pasara por el sitio, pero no a un cangrejo, no, sino al primer cristiano que no fuera del barrio.
El cañonazo de las nueve es tan viejo y tan habanero que tiene que tener sus curiosidades, el 18 de septiembre de 1902 sonó a las nueve y treinta, ¿Se quedó dormido el jefe de la plaza? ¿Estaba ebrio? Nunca se dio explicaciones.
Entre el 24 de junio de 1942 y el primero de diciembre de 1945, La Habana se quedó sin su cañonazo. ¿Motivos? Estábamos en plena segunda guerra mundial, y el ejército informó que la detonación podía dar nuestra situación al enemigo, y era, además, un innecesario gasto de pólvora.
Otra anécdota de nuestro cañonazo ocurrió en Nueva York en los años cincuenta del pasado siglo, cuando un latinoamericano que deseaba trabajar, le dijo al dueño de la fábrica que era cubano.
Este llamó a un empleado nacido en Cuba para verificar la nacionalidad del individuo.
El cubano solo le hizo dos preguntas: ¿A qué hora mataron a Lola? ¿A qué hora suena el cañonazo? El individuo respondió que cuando el asesinato de Lola él no estaba en la capital, y que en La Habana hace años que no suena ningún cañonazo, con lo que demostró que de cubano no tenía un pelo.
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