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Corales del Festival (I)

5 de diciembre de 2022

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Garaje olimpo (Argentina-Italia-Francia, 1999)

Existen cineastas para quienes la pantalla es una suerte de página en blanco de su diario  personal en la que  transcriben en imágenes episodios autobiográficos aislados, unos sobredimensionados,  otros con la distancia crítica impuesta por el decursar del tiempo o el delirio imaginativo. Algunos abordan vivencias atemporales,  comunes a todo ser humano por su universidad, otros, anécdotas anodinas por su intrascendencia y carácter local que impiden la comunicación con un auditorio generalizado, pero pocos han tenido el coraje de filmar experiencia tan lacerante como Marco Bechis en Garage Olimpo (1999).

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Nacido en Chile el 19 de Abril de 1977, pero con una trayectoria  que va desde São Paulo a Buenos Aires, Bechis, que contaba veinte años y cursaba estudios de magisterio en el colegio porteño Mariano Acosta, fue secuestrado por el Ejército. Confinado al centro clandestino de detención conocido como Club Atlético por espacio de cuatro meses permaneció a disposición del Poder Ejecutivo en la Unidad 9 de La Plata. Las influencias ejercidas por su padre y un pasaporte italiano lo condujeron a Milán como «deportado por razones políticas». Se había salvado de la muerte, pero las imágenes del horror vivido son imborrables.

La austeridad al captar el paisaje patagónico en  Alambrado (1991), que marca de modo determinante el estilo de su apenas difundida opera prima en el cine de ficción de una parquedad insólita, según la crítica, preside nueve años después su tercer filme, Garage Olimpo, rodado en coproducción italo-franco-argentina. Su título metafórico pretende sintetizar no solo el testimonio vivido por Bechis, sino todos los centros clandestinos de detención que proliferaron durante la última dictadura militar en Argentina. El diseño de los decorados se basa en los recuerdos del cineasta, como también  los nombres de guerra de los torturadores fueron tomados de los represores de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Los personajes pretenden constituir una síntesis de los rasgos de algunos oficiales del régimen dictatorial. «Tigre», el jefe del centro de detención ficticio, el actor Ernesto Piñeyro, tomó «la psicopatía y la inteligencia del ex jefe de la Armada Emilio Massera; el sadismo y el apodo del ex jefe de la Inteligencia de la ESMA, Jorge Acosta, y el uso perverso de la medicina del excomisario médico Jorge Borges». El propósito rector de contar un argumento desde un punto de vista cinematográfico que fuera creíble, de ponerle imágenes a esa pesadilla colectiva sin caer en lo panfletario que afectara la credibilidad, se percibe en cada momento en esta historia de una muchacha de origen italiano, que imparte clases en un barrio marginal bonaerense y es súbitamente secuestrada. En el sitio donde es detenida descubre que uno de los  participantes en las sesiones de torturas para extraer información,  es el inquilino a quien su madre alquilara una habitación. A partir de ese momento se establece una singular relación entre este torturador y su víctima.

El tema no es virgen para el cine; Liliana Cavani lo abordó en Portero de noche (1973), en el cual una ex prisionera de un campo de concentración nazi evoca en la Viena de 1957 el vínculo sadomasoquista con un oficial de las SS. En Garage  Olimpo, sin embargo, el realizador evita la violencia explícita, el morbo que podría derivarse de esta confrontación en una intención metafórica que, incluso por momentos, alcanza cierta dosis de abrupto lirismo. Provoca mayor impacto emocional la crudeza intuida por el espectador mientras en insólito contrapunto la ensordecedora música cubre los gritos de los torturadores, que las propias imágenes mostradas. Para lograr tal grado de verosimilitud Bechis no se conformó con la fidedigna reproducción del entorno del que nunca pensó salir con vida, o recrear algunos hechos reales como la muerte del jefe de la Policía Federal, Cesario Cardoso, como consecuencia de la explosión de una bomba o la incertidumbre del físico Mario Villani, quien forzado a reparar la «picana» empleada por los torturadores, disminuyó su intensidad para evitarle daños aún mayores a las víctimas.

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Los actores seleccionados para personificar a las fuerzas de represión fueron sometidos a un arduo entrenamiento militar por un exmarino,  a lo largo de un mes al cabo del cual se les asignaron los papeles definitivos. Miembro de la Asociación Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, Lita Boitano aportó también su experiencia personal. Sus dos hijos, estudiantes del mismo colegio secundario que Bechis, fueron secuestrados y sus nombres figuran  en la interminable lista de desaparecidos. La afamada actriz francesa Dominique Sanda, asume su personaje en el filme. Su destino no es tampoco una concesión de la dramaturgia. Para configurarlo se nutrió de la información suministrada por esa vigorosa mujer acerca de la metamorfosis operada en la vida cotidiana de una madre ante la desaparición de un hijo. «A veces pienso que estoy tan de piedra que parece que estuviera contando la historia de otra persona, pero durante la filmación reviví muchas cosas —declara Boitano—. El vestido que usa María en la escena final era de mi hija Adriana».

Garage Olimpo hurga demasiado en una profunda herida de imposible cicatrización y pone en tela de juicio un asunto que aún muchos se resisten a creer. Tampoco creían los moradores cercanos en la  existencia de los campos de exterminio nazis y los horrores descritos por quienes lograban escapar. Por ello quizás el filme permaneció poco  tiempo en las pantallas del país donde ocurrieron incontables historias como la narrada de modo elíptico. La vigésimo primera edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano le otorgó el Primer Premio Coral, y recibió, además, el premio Glauber Rocha, de la Prensa Extranjera Acreditada en el Festival, auspiciado por Prensa Latina, el galardón de la Oficina Católica Internacional del Cine (OCIC), el de la de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica y el del Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr.

 

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Pretender que hechos como estos son frutos de la enfebrecida imaginación  del guionista obstaculizaron los trámites para obtener en Argentina y Uruguay un avión Hércules con el propósito de reproducir uno de los «vuelos de la muerte» mediante los cuales la Armada lanzaba al mar —anestesiados pero con vida—, a cientos de secuestrados. Para filmar esta escena clave, el equipo de producción tuvo que trasladarse a Los Ángeles. La sobrecogedora sobriedad se impone en uno de los títulos de mayor impacto producido por el cine latinoamericano en mucho tiempo. Cuántos nombres se ocultan tras los protagonistas de Garage Olimpo; unos, como Marco Bechis, lograron sobrevivir y este es el testimonio del horror vivido; otros desaparecieron en las aguas llevándose sus historias a las profundidades.

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