Consideraciones de José Martí acerca de la infancia y su adecuada formación
27 de mayo de 2016
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José Martí quiso intensamente a los niños. En ellos apreció el porvenir de la humanidad. Precisamente aseguró que los niños son la esperanza del mundo.
En correspondencia plena con ese concepto expresado en la revista La Edad de Oro, publicación especialmente concebida y redactada por Martí para los infantes, él anhelaba que los niños se formaran adecuadamente para que en el mañana cercano fuesen hombres y mujeres de bien, consagrados y preparados para servir a sus semejantes y a sus pueblos.
Manifestó algo que tiene una significación y vigencia puesto que aseveró que los niños debían echarse a llorar cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo, sin que sirvan de algo.
Martí trató de influir en la infancia brindándole consejos oportunos y sabios. Particularmente cabe destacar la serie de trabajos elaborados por él y que fueran reflejados en la revista La Edad de Oro, publicación que se editó en la ciudad norteamericana de Nueva York, dónde él residía, con una frecuencia mensual entre julio y octubre de 1889.
En la introducción del primer número de La Edad de Oro, Martí señaló que dicho periódico se publicaba para conversar una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las madres de mañana “para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener a sus visitas y jugar con sus muñecas, y para decirles a los niños lo que deben saber para ser de veras hombres.”
Cuando aceptó escribir la revista La Edad de Oro, Martí tuvo el propósito de, con palabras claras y láminas, hablarles a los niños de cuanto ellos desearan saber y contarles además cómo está hecho el mundo y lo que los hombres habían realizado a través del tiempo.
En los cuatro números de la revista se publicaron artículos, cuentos, fábulas, poesías y crónicas. También en la parte final de cada una de las revistas apareció la sección titulada La última página, en la que Martí les patentizó a los niños que no cabe en la vida todo el bien que pudiera uno hacer.
Y le señaló igualmente a los infantes que debían juntarse una vez por lo menos a la semana para ver a quién podían hacerle algún bien, todos juntos.
Martí también hizo referencia al gran goce espiritual que puede sentir alguien cuando contribuye al bienestar de los demás.
Y a manera de ejemplo recuerdo que él igualmente enfatizó: “Las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar. Se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien o se ha dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser príncipe: ser útil.”
Seguidamente detalló: “Los niños debían echarse a llorar, cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo, sin que sirvan de algo.”
Y de modo muy especial Martí además trató en relación a cómo los adultos debían atender la debida formación de los infantes en el trabajo titulado La galería de las máquinas, reflejado en la revista La Edad de Oro, en el que señaló: “A los niños no se les ha de decir más que la verdad, y nadie debe decirles lo que no sepa que es como se lo está diciendo, porque luego los niños viven creyendo lo que les dijo el libro o el profesor, y trabajan y piensan como sí eso fuera verdad, de modo que si sucede que era falso lo que les decían, ya les sale la vida equivocada, y no pueden ser felices con ese modo de pensar, ni saben cómo son las cosas de veras, ni pueden volver a ser niños, y empezar a aprenderlo todo de nuevo.”
No solo en términos generales, sino de manera específica José Martí trató de influir en los niños para lograr su debida formación.
Ejemplo de ello es lo que le señalara en una de sus cartas a la niña María Mantilla, a la que quiso mucho.
En la misiva fechada el 9 de abril de 1895 Martí le manifestó a María Mantilla: “Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer que las modas más ricas de las tiendas.”
Acerca de cómo concibió el modo de actuación de los seres humanos Martí hizo referencia en otras cartas, trabajos periodísticos, discursos, e incluso en sus poemas.
En relación con la infancia y además en torno a la importancia que le atribuía a la debida atención que debe dársele a los niños para propiciar su correcta formación, Martí expuso consideraciones en otros trabajos periodísticos, así como en los apuntes y fragmentos que aparecen recogidos en sus Obras Completas y en sus discursos.
Él preciso que son mala savia para la infancia el jugo venenoso de las pasiones, y el amargo de los años y destacó que hay que dar al niño hombros para que sustente el peso que la vida le echa encima,- no peso ajeno que oprima sus hombros: así ¿cómo andará?
En un trabajo publicado en la Revista Universal de México, en la edición correspondiente al 13 de mayo de 1875 expuso: “Deben cultivarse en la infancia preferentemente los sentimientos de independencia y dignidad.”
Y en un discurso pronunciado el 28 de febrero de 1879 en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, en La Habana en el acto que se le rendía homenaje al fallecido poeta Alfredo Torroella, enfatizó: “No es el menor sacrificio que a la vista se hace el sacrificio de la infancia.”
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