Chucho Valdés: “Soy un alumno más”
24 de mayo de 2017
|TRANSCRIPCIÓN DE LA ENTREVISTA DE MAGDA RESIK A CHUCHO VALDÉS, EN EL ESPACIO ENCUENTRO CON, EN EL MARCO DE LAS CELBRACIONES POR EL DÍA INTERNACIONAL DEL JAZZ
MAGDA RESIK. El Encuentro Internacional del Jazz se ha decidido que sea en nuestro país, y creo que es un reconocimiento de la UNESCO, muy merecido, al talento, a la competencia musical de las cubanas y los cubanos, y también a la inmensa labor a favor de la promoción de la música y de la formación de valores musicales que hace nuestro país.
Mucho quiero agradecer que tengamos esta oportunidad, porque hoy realmente estamos hablando con uno de los grandes hombres de la música universal. Ustedes saben que esa es una responsabilidad muy grande, conversar con alguien así, porque cada vez que leo y mientras más leo sobre el maestro Chucho más me impresiona. Me impresiona esa edad tan temprana en que logró tocar las teclas de un piano y hacerlo con toda armonía y empleando todas las tonalidades y sus dos manos; me impresiona los sitios adonde ha llegado con su música y ha recibido los más importantes reconocimientos que un músico pueda tener; me impresiona cuánto las universidades del mundo lo han reconocido como un Doctor Honoris Causa, porque lo es, porque es un pedagogo también de la música. Y sobre todo me impresiona que a pesar de ser un hombre del mundo, es un cubano reyoyo, es un cubano bien consciente, pero además es un cubano de una sencillez tan exquisita, que cumple con aquello de que si un cubano es pesado, no es un buen cubano, ¿no? ¡Es un cubano encantador!
Entonces recibamos al maestro Chucho Valdés con nosotros con un aplauso (APLAUSOS).
Y hoy va a ser un día también de sorpresas, porque la Asociación Hermanos Saíz va a rendir sus honores. Pero eso será al final, después que nos enteremos de algunos detalles y de algunas vivencias e impresiones del maestro Chucho sobre su vida y obra, porque siempre este Encuentro Con se mueve en ese universo de lo privado, de los conceptos que tiene el invitado sobre la música o sobre el arte, y sé que los jóvenes están muy ávidos de topar con esa sabiduría, con ese talento.
Pero vámonos hacia atrás, hacia el momento en que este hombre, que era un niño muy pequeño, adquirió los rudimentos diríamos del músico que es hoy. Yo quisiera que viajara en el tiempo, maestro, que empezáramos por ahí, porque si tan pequeñito, con tres años, llegó al piano, eso tiene unas causas ahí que habría que explicar.
CHUCHO VALDÉS. Bueno, realmente puede ser genética la causa, casi seguro que es genética, porque mi padre, saben quién es, quién ha sido y lo que ha representado para la música cubana, para la música universal. Pero mi mamá, desconocida, era una muy buena cantante, que quiso hacer su carrera, hasta que yo nací, y entonces papá le dijo: “¡Se acabó!” “¿Cómo que se acabó?”
“¡Que se acabó! ¡Pa’la casa!”. Y me la privó de ser una buena cantante. Al mismo tiempo, después con el tiempo fue la maestra de Mayda mi hermana, que Mayda aprendió con mi mamá, mi mamá cantaba así, hasta que vino aquel hombre y le dijo: “¡Se acabó! ¡Pa’la cocina!” (RISAS)
Y yo empecé, realmente, según ellos – porque yo no tengo uso de razón para recordar cuándo toqué –, Bebo dice, Pilar dice, mamá, que a los tres años papá estaba en Tropicana como pianista de la orquesta, y también él escribía los arreglos de la música de los shows – él y Armando Roméu –. Un día iba para el ensayo en Tropicana y se le quedó una partitura, regresó a la casa y sintió que alguien tocaba – esta historia la hacen ellos, yo no –, abrió la puerta y me encontró tocando una canción con las dos manos, y les preguntó a mamá y a abuela: “¿Y cómo es esto?” Y le dijeron: “No, siempre, cuando tú terminas, él va y se sienta”. Y ahí fue mi primer encuentro con el piano, según me cuentan.
Después, sí tengo memoria de que a los cinco años no tenía edad para entrar al conservatorio – a los cinco años no es edad de entrar al conservatorio –, y me pusieron un profesor de música que me daba solfeo, teoría y me daba piano. Se llamaba Oscar Muñoz Bufaltiques. Ese profesor fue el autor de “Songo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé”, escribía para la Sonora Matancera, era un buen compositor, pero lo único que yo le tenía mucho miedo, porque yo creo que a Bufaltiques, cuando nació, la mamá, en vez de darle el pecho, le dio un vaso de limón (RISAS). Nunca se rió, y cuando decía que todo estaba bien nos decía: “Está bien”. La máxima expresión de alegría y de regocijo, era “Está bien”. ¡Imagínate cuando te equivocabas! (RISAS).
Entonces mi debut fue a los nueve años, que él preparó a un alumno de él que tocaba trompeta de apellido Armenteros, su papá era trompetista del conjunto Casino. Y entonces él preparó dos obras para piano y trompeta, y yo le acompañé en las dos obras a Armenteros, que eran obras de mi maestro. Me acuerdo que toqué una sonatina de Beethoven y toqué la Sonata en Do de Mozart. Eso fue a los nueve años.
A los once años, viene a Tropicana un niño prodigio que está vivo, se llama Frank Robinson, está vivo y búsquenlo en YouTube. Ese niño lo trajeron a Tropicana y acabó, porque tocaba el boogie woogie y tenía loca a la gente: “No, ese niño está acabando, cómo toca boogie woogie con la mano izquierda…” Y entonces parece que mi papá estaba medio… Y dice: “Está bien, pero aquí también tenemos”. Y un día me dice, como a las ocho de la noche: ”Ponte el traje – el único que tenía, un traje blanco, no tenía más ninguno –que vamos a ir a Tropicana esta noche”. Yo no sabía lo que iba a pasar allí. Yo voy para Tropicana, entramos al camerino, estaban los músicos allí, estaban entrando y mandan a buscar a Frank Robinson, nos conocimos. No nos entendimos nunca, porque ni yo hablaba inglés ni él español, y entonces todo era una especie de pantomima y darse la mano y eso.
Entonces lo mandan a tocar en el piano del camerino y él tocó, acabó con el boogie y todas esas cosas, blues y todo eso. Y entonces mi papá dice: que toque Chucho. Pero me metió una onda muy extraña, que yo jamás en ese momento pude entender. Me dice: “Toca un danzón”. Y yo toqué un danzón; después me dice: “Toca el segundo movimiento de la Sonata de Mozart, que es muy bonito”. Y después me dice: “Ahora toca un boogie”. Y yo decía: “¿Para qué me manda a tocar tantas cosas distintas? ¿Pero qué pasa?” Que él estaba dando a entender que yo hacía todo eso, que hacía lo mismo que hacía el otro muchacho. Y cuando terminé, viene un gordo, gordísimo, y dice: “Bebo, ya está, tenemos el show completo: este vestido de blanco, este vestido de negro, piano blanco y piano negro, y ya está…” (RISAS).
Llegamos a la casa a las cuatro y media de la mañana, y mi mamá estaba sentada, vestida, en la sala: “Radio Reloj da la hora: cuatro y veintinueve”. Y dice: “Bebo, ¿qué pasó?” Y él dice: “No, Pilar, que nos contrataron para hacer el dúo con el muchacho y van a tocar los dos juntos”. Y mi mamá le dice: “Está bien. Tú vete para el cuarto y acuéstate, que a las siete vas para la escuela”. Con una cara… Y entonces le dice: “Mira, él no va a tocar en ningún show ni va a tocar en Tropicana porque los niños cuando empiezan a trabajar tan temprano no estudian más, y si empiezan a ganar dinero se acostumbran, no estudian. Pero eso mismo que hace ahora a los diez años, cuando lo haga a los veinte, ya no es ninguna gracia, es un músico mediocre que no sabe leer y que no tiene una formación, así es que se acabó”. Se acabó Tropicana por la noche! Iba nada más a los ensayos de por la tarde los sábados que no había clases.
Después estuve en el conservatorio, entré a los nueve años, en ese que es hoy Amadeo Roldán, que se llamaba Conservatorio Municipal. Ahí tuve tres profesores: una de solfeo, una de teoría y una de piano. Ahí terminé como a los catorce años. Cuando me hicieron la prueba en el conservatorio, me probaron y me pusieron en cuarto año de piano. Pero la carrera ahora es más corta, cuando eso el piano eran ocho años. Entonces como a los trece ya yo tenía eso, pero a los catorce me vino a buscar un señor que se llamaba Ninón Mondéjar, que tenía una orquesta de chachachá, para llevarme para México a tocar, y yo tocaba ya todas esas cosas, que lo aprendí con mi papá. Y fue otra vez cuando mi mamá dijo: “¿A México?, ¿a buscar qué cosa? No hay México ni nada, aquí hay que seguir estudiando”. No me pude ir con Mondéjar, pero a los quince comencé a grabar con la orquesta de mi papá. Grabé con un cantante que nadie conoce ya, que falleció, que se llamaba Pacolo; el tío de Macorotoca hoy con los Van Van. Ahí fue la primera vez que entré a un estudio de grabación. Después seguí grabando con mi papá la música de Fernando Álvarez, de Rolando Laserie, de Celeste Mendoza, y me convertí en el pianista de la orquesta Sabor de Cuba hasta el año 1960.
MAGDA RESIK. Chucho, de las preguntas sí quiero aprovechar en conceptos, en cosas que usted cree de la música. Por ejemplo, en muchos de los artículos que se publican siempre lo asocian con un pianista de música de afro jazz o jazz cubano de origen afro, siempre hay esa mezcla ahí en el piano que usted defiende, pero yo sé que su formación y su visión de la música tiene una mayor amplitud; quiere decir que no es un concepto reduccionista, es muy de recibir, porque usted mismo está hablando que ya desde pequeño andaba por Mozart, andaba por cualquier tipo de música. Y a mí me gustaría definir entonces eso, pero por usted mismo, cuál es la música de Chucho, si la define como un afrocuban jazz como dicen en algunas revistas especializadas, o si Chucho vuela un poquito más en ese sentido, no quiere que lo encorseten en ese tipo de definiciones.
CHUCHO VALDES. Siempre que dicen Chucho, piensan en un pianista que toca jazz o jazz afrocubano, pero es que a mí no me gusta porque estás encasillado, y yo he hecho muchas cosas diferentes. Yo al principio estudié el piano clásico, aunque no me dediqué a él, ni es mi especialidad tampoco. Yo podría tocar alguna obra, pero no es mi especialidad porque a mí lo que me gusta es improvisar. Pero improvisar quiere decir improvisar, lo mismo en la música cubana que en el jazz que improvisar en los mismos clásicos también. Pero a veces uno también se dedica más a una cosa que a otra y entonces por ahí ya te marcan, y no está mal. Pero, bueno, he hecho música por ejemplo con Leo Brouwer, toda la música que se grabó para cine de los años 60 al 75 había dos pianistas que siempre llevaban, que era Pura Ortiz o Chucho Valdés, yo muy joven, ¿no? O sea, toda la música de Leo, yo estuve en el grupo Nuestro Tiempo, con Duchesne Cuzán tocando la música de vanguardia de Valera, de Juan Blanco, de Argeliers, y en toda esa etapa yo estuve con la Sinfónica también. Yo toqué con Pello el Afrocán; yo toqué con la Sinfónica; yo acompañé a los cantantes líricos, hice una gira con el Lírico, con María Remolá y el otro cantante alto que se llamaba Manolo, que se parece a Agamenón. Yo hice gira con los líricos. Alberto Alonso me enseñó a escribir mucha música para el ballet, pero que en el Teatro musical aprendí mucho con Leo Brouwer, muchísimo, cuatro años aprendiendo con Leo, con Federico Smith, con Tony Taño. Y al final yo lo que quería hacer es lo que yo sentía, que era música. Música es todo, ¿no?, pero no es hacer específicamente esto, porque yo toqué con Lang Lang, sin ser un pianista que me dedico a los conciertos, toqué con Frank Fernández también una vez en el Guzmán, toqué con Jorge Luis Prats, y con los jazzistas, toqué con Herbie, con Chicorea.
Y cuando yo compongo música, tiene muchos elementos, tiene los elementos que yo aprendí de la música cubana, desde Lecuona, Saumel, Cervantes, los toques de santo a los que yo iba a ver, los toques de Changó, Daddy Teyton, entonces todo eso está resumido en un solo estilo, ¿no? Que no es como dicen que pueda ser ecléctico sino es con elementos de todos los géneros musicales de todos los tiempos, y por ahí sale una Misa Negra, entonces a veces sale un Canto a Dios con el Coro Nacional de la Sinfónica, y también el Latin Jazz, que se llama jazz afrocubano, que es como realmente se llama. Los que lo crean, Dizzy Gillespie, Mario Bauzá y Chano Pozo a eso le llamaban afrocuban jazz.
Después vino el sello Latin jazz, que es un sello comercial para vender y para repartir a través del mundo, pero eso es jazz afrocubano porque eso sale de aquí para Nueva York, se juntan y hacen toda la era grande del bop, con Dizzy, con Pozo, Mario Bauzá, el Chico Favel y toda esta gente que hicieron maravillas.
Entonces en una obra mía puede haber elementos de todo tipo, y yo puedo hacer muchas cosas diferentes aunque me he dedicado a tocar el jazz.
MAGDA RESIK. El piano es su instrumento, aunque usted es un hombre que nos ha probado que domina toda la orquesta, usted puede entender muy bien toda la orquesta, pero el piano es su instrumento esencial.
CHUCHO VALDÉS. Sí, porque lo que yo estudié es piano.
MAGDA RESIK. Y usted le sabe al piano mucho, maestro, pero el piano tiene un papel, un rol dentro de ese concierto. ¿Cuál es ese rol? ¿Por qué el piano es un instrumento tan difícil y tan importante dentro de ese concierto de instrumentos?
CHUCHO VALDÉS. El piano es mi medio de comunicación, después de la palabra hablada, y quizás muchas veces por encima de lo que se pueda decir. Se dice más con la música a veces que con la palabra, ¿no? El piano es mi vida, porque si yo empecé a los tres años y todavía estoy, y pienso seguir todavía para rato, entonces es mi medio de expresión. O sea, el amor que yo siento por la música, y mi intención es aprender, porque yo no domino el piano.
MAGDA RESIK. ¿Que qué?
CHUCHO VALDÉS. No, yo no lo domino. Yo no creo que exista alguien que haya nacido que domine ese instrumento completamente. Bueno, es mi concepto. Ese instrumento es malo, él te da unos castigos… Cuando tú te le alejas un poquito, sea quien sea, dejas de tocar… Bueno, hay un pianista grande que se llamaba Franz Liszt, que dijo: “Si dejo de estudiar un día, me doy cuenta; si dejo de estudiar dos días, se dan cuenta mis amigos; y cuando dejo de estudiar tres días, se da cuenta el público”. O sea, que él te obliga y no te da brake, aquí no hay genio ni nada; si tú no estás arriba de él, él te castiga. Entonces, eso también es buenísimo porque nunca llegas al final, ¿no? Pero siempre está el espíritu de que quiero aprender más. Yo me paso la vida estudiando el piano, inventando, oyendo a otros pianistas, que me interesan mucho, y aprendiendo mucho. Yo soy un alumno nada más.
MAGDA RESIK. Él es un alumno. ¡Imagínense ustedes! (APLAUSOS)
Bueno, él es un alumno que enseña a sus alumnos, y hay un reconocimiento muy grande al Chucho pedagogo; hay que hablar de un Chucho pedagogo, que parte de ese tiempo que podría emplear en la creación artística o en el ensayo o que el instrumento no se le vire a usted, usted lo dedica a formar a estos jóvenes, pero eso requiere una respuesta a un porqué.
CHUCHO VALDÉS. Bueno, yo estudié la carrera de Magisterio también. Eso me obligaron a hacerlo para que tuviera una segunda carrera, por si acaso un día tenía un accidente y me rompía un dedo tuviera una puerta de salida. Entonces estuve trabajando en Canadá en unos cursos de verano que se daban en la provincia de Alberta, y me dieron una semana allí para preparar un concierto y preparar una orquesta internacional. ¡Imagínense ustedes! Cuando llego, el baterista era argentino, el bajista era hindú, había otro trompeta que era de Nueva Zelanda. Y tenía que tocar música cubana, había tres ensayos, y yo dije: “esto es imposible”. Porque imagínate tú, porque son gentes de diferentes latitudes. Entonces dije: “esto está duro”, pero tenía tres días y tenía que hacerlo.
Me puse a pensar y empecé a escribir como para ellos sin perder la esencia. Entonces el batería no sabía qué iba a hacer; me senté con él y empecé a tocarle, sin ser baterista, cómo yo quería el tipo de ritmo; el de la conga estaba perdido (RISAS), en eso él estaba en el planeta nuevo ese, el Chester este que apareció ahora lejísimos para allá, ahí estaba. Le tuve que enseñar más o menos, a escribirle las cosas. Bueno, para no cansarlos: a los tres días monté la Misa Negra y fue una cosa increíble.
Pero, ¿por qué llegué allí? Porque yo estaba en un lugar importante y había un grupo de inglés tocando. El director del grupo era un gran pianista y entonces me dijo que por qué no le enseñaba algo de la música cubana. Entonces hablamos ahí, yo le enseñé algunas cosas rudimentarias y eso, y empezamos a hablar de Historia –porque en todo está la historia –, y cuando terminamos me dice: “¿Tú sabes una cosa? A mí me gustaría que esto que tú me estás enseñando, que estás diciendo aquí lo hagas en el curso de verano para los alumnos, que yo soy el director. O sea, que la clase que le di a él me sirvió para que él me recomendara. Y después que tuve el éxito aquel con los alumnos aquellos de todas partes, me propusieron para Doctor Honoris Causa en la Universidad de Alberta en la British Columbia. Era como por oposición, había dos mil candidatos y daban dos nada más. Ahí me dieron el Doctor Honoris Causa a mí y a un compositor que le escribía al Papa polaco, a Juan Pablo II. Dieron dos. Entonces el día que me dieron el Doctor Honoris Causa la primera vez, que fue allí, tuve que tocar, tocar un temita, y cuando terminé de tocar, la gente seguía aplaudiendo y pedía otra, toqué tres veces y, cuando terminé, me dijo el decano: “Óyeme, esto nunca había pasado aquí. Mira, los dos anteriores Honoris Causa en música fueron primero Glen Bull y el otro fue Oscar Peterson, tú eres el tercero; pero ninguno tuvo que hacer un board”. Caballeros, esto no es…
MAGDA RESIK. Eso no es vanidad; eso es la verdad.
CHUCHO VALDÉS. Eso es lo que pasó. Y yo dije: Glen Bull y Oscar Peterson. Si me tocó y tuve que hacer el board, mira, ya tú sabes, ¡candela!
MAGDA RESIK. Ese talento suyo, esa competencia profesional suya, esa capacidad como pedagogo, tienen un ingrediente – no sé si usted lo piensa así, pero yo creo que sí – que es fundamental, que es el hecho de que usted es cubano.
CHUCHO VALDÉS. Eso es importantísimo. Todos los países tienen sus especialidades, sus músicas, y cada uno tiene su género donde cada uno es el fuerte en su género, por las raíces, etcétera. Las raíces de la música cubana son muy fuertes, porque tenemos las raíces africanas. Y yo a veces me pregunto: ¿Si África no llega a América, qué estuviera pasando con la música en América? ¿Cuántas cosas no existirían? O sea, si África no llega aquí, ¿cómo sería la música ahora mismo de aquí de esta zona? África dio mucho, pero mucho, y le falta mucho por rescatar.
Desde niño yo siempre soñé con las raíces africanas, con desarrollar dentro de mi trabajo eso, porque entiendo que ese es nuestro carnet de identidad.
Pero también las raíces españolas tienen raíces africanas, pero muy buenas raíces africanas del norte de España, están pegados ahí a Marruecos, a esta parte, que fueron invadidos por ocho siglos por los árabes y dejaron una mezcla rítmica ahí.
MAGDA RESIK. Bueno, ahora llega un momento especial, que ya nos toca hacerlo, que es que los jóvenes artistas cubanos que se reúnen, como ustedes saben, en torno a la Asociación Hermanos Saíz tienen los inmensos deseos de hacer público que el maestro Chucho Valdés es sentido, es reconocido y le es entregada hoy la condición de Maestro de Juventudes en Cuba (APLAUSOS).
RUBIEL GARCÍA. Maestro, en el año pasado la Asociación cumplió treinta años, y quisimos plasmar los primeros treinta años de la Asociación en un sello y dárselo a nuestros maestros. Para nosotros Chucho Valdés ya es nuestro Maestro de Juventudes desde hace mucho tiempo y hoy lo reafirmamos aquí, así es que aquí tiene el sello, Maestro (APLAUSOS).
CHUCHO VALDÉS. Antes de terminar, quiero decirles algo: ¡que estas cosas valen más que el dinero! (APLAUSOS).
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