Castillo de San Salvador de La Punta

4 de septiembre de 2015

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Zenaida Iglesias Sánchez

Para la naciente villa de San Cristóbal de La Habana se hizo imperiosa la necesidad de fortificar su recinto, debido a los continuos saqueos de corsarios y piratas, que codiciaban la privilegiada posición del puerto, enclave de las flotas que viajaban entre el viejo y nuevo mundo, cargadas de riquezas. Si bien se aprovechó el cerro del Morro para dominar el mar a largas millas de distancia, el lado opuesto se consideró estratégico para el fuego cruzado a la entrada de la bahía, de ahí que en el sitio conocido por La Punta también se levantaron parapetos para la defensa desde 1582, donde existían trincheras protectoras.
Con el empeño de la corona española, los gobernadores de la Isla y no poco esfuerzo de sus habitantes, el Castillo se construyó entre los años 1589-1600. Al estilo de las fortificaciones renacentistas, San Salvador de La Punta adoptó la planta de un polígono trapezoidal abaluartado. Hacia 1629 por razones estratégicas se construyó el camino cubierto que unía la fortaleza con la Maestranza de Artillería. Paulatinamente se fue remozando bajo la dirección de los ingenieros Silvestre Abarca y Agustín Cramer, quienes ampliaron las primitivas obras. Su espacio se modificó entre 1770-1775, cuando en sus inmediaciones se construyó el Barracón de Ingenieros.

En la segunda mitad del siglo XIX se modificaron las plataformas de artillería de los baluartes para acoger nuevos modelos de armamentos más modernos. Durante el período republicano continuó desempeñando la función militar, alojando en su recinto el Estado Mayor de la Marina Nacional. Serias transformaciones se efectuaron en 1959 para convertir el Castillo en Museo, se le hicieron añadidos en hormigón y se alteraron los accesos originales, pero finalmente fue ocupado por una Escuela de Milicias.
En los años ‘70 se realizaron nuevos trabajos en su interior para destinarlo a fines turísticos y gastronómicos, función que prevaleció hasta finales de la década del ‘80. Posteriormente se mantuvo en desuso, deteriorándose considerablemente su estructura.

A finales de la década del ’90 la Oficina del Historiador de la ciudad tuvo a su cargo una cuidadosa intervención en la fortaleza, que permitió restituirle los elementos originales que se conservaban y recuperar sus espacios originales. Con las labores arqueológicas desarrolladas se rescataron valiosas piezas que quedaron expuestas cuando abrió sus puertas como museo. Sin embargo, la cercanía al mar, las inclemencias climáticas adversas y los agentes de corrosión afectaron en pocos años la instalación que se vio obligada a cerrar las puertas ante el peligro que corrían sus colecciones.

En el presente el Castillo de San Salvador de La Punta está a la espera de los trabajos de reparación que le permitirán reabrir sus puertas, porque es sitio de obligada visita para todos los amantes de la historia y la arqueología, la fortaleza habanera mantiene su lugar de honor en el sistema de fortificaciones de la ciudad y forma parte desde antaño del escudo de La Habana, junto al de la Real Fuerza y el Morro.