Cartas de Martí para conquistar corazones en la emigración de la florida
10 de diciembre de 2021
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Al inicio de los años 90 del siglo XIX ya Martí tenía un sólido conocimiento de la sociedad estadounidense en sus variados resortes y matices, desde el cual sustentó la necesidad de articular una acción para impedir la expansión económica y territorial del naciente imperialismo en ese país hacia los pueblos del sur del continente. Su precoz llamado desde el decenio anterior para concertar la defensa de las soberanías latinoamericanas y la ruptura en nuestras tierras de las trabas todavía vigentes de los tiempos coloniales, le permitieron comprender el significativo papel que desempeñaban las islas antillanas y toda la región ante esa recomposición de esta parte del planeta y su alcance para esa época de la modernidad en que, a su acertado juicio, la industrialización, el capital monopolista y la revolución científica y tecnológica eran armas de dominación de una minoría de potencias. Por ello su quehacer se aceleró decididamente para buscar la unidad de los patriotas cubanos y puertorriqueños, cuyas islas eran ambicionadas por los elementos emergentes en Estados Unidos.
Por entonces ya buena parte de la emigración antillana en Nueva York reconocía su liderazgo, más su capacidad de liderazgo requería del apoyo pleno de los patriotas de la Florida, muy radicales en proyectos sociales, siempre animadores de la libertad cubana mediante la lucha armada y contrarios a la anexión a Estados Unidos, deseo que crecía allá y entre algunos de sus compatriotas. Y, con finura de político sagaz, Martí preparó sus primeras visitas a Tampa y a Cayo Hueso, ocurridas, respectivamente a finales de noviembre y de diciembre de 1891.
El 18 de noviembre le escribió a Néstor Leonelo Carbonell, comandante de la Guerra de los Diez Años, y fundador y presidente en Tampa del club Ignacio Agramonte. En ella se declara su amigo y “con el alma henchida de gozo” acepta su invitación de trasladarse de trasladarse a aquella ciudad. Sin conocerlo aún personalmente, Martí le dice: “De lejos he leído su corazón, y desde acá he visto también el mucho oro de su alma viril, donde corren parejas la ternura con la luz.” Le explica, además, su motivación para el viaje: “…acepto jubiloso el convite de esa Tampa cubana, porque sufro del afán de ver reunidos a mis compatriotas.” Y le pregunta: “¿Es la patria quien nos llama? Obedecemos, pues, que de seguro ella nos alienta para algo grande.”
Unos días después de su regreso de Tampa, Martí le escribe el 5 de diciembre de 1891 a José Dolores Poyo, personalidad señera del patriotismo en Cayo Hueso, donde dirigía el periódico El Yara. A través de una pregunta le expone su idea central acerca de la república que deseaba para la patria: “…¿cómo dejaré sin decir la viveza con que anhelo una ocasión respetuosa de poner lo que me queda de corazón junto al del Cayo, de levantarlo, ante los necios de este mundo como prueba de lo que por sí, sin mano ajena y sin tiranía, puede ser y habrá de ser nuestra República, de decir sin miedo que la obra política que para el bien de todos se ha de fundar, ha de fundarse con todos?” Reconoce, además, que allí las formas y métodos de los cubanos “han ido dando con lo real y necesario de la localidad”, mientras que él quiere exponer la obra “sagaz y urgente”, “de previsión y ordenamiento”, “de juicio amplio y acción cordial”, “sin recelos y sin exclusiones”, “sin olvido de lo verdadero y de lo justo”, “sin antipatías tenaces.”
Originalidad, con justicia, con y para el bien de todos, que significaba entonces incluir a los siempre dejados a un lado, a los trabajadores, a los antiguos esclavos y sus hijos, a los campesinos. Esas eran las bases del revolucionario programa republicano de Martí. Y por eso Tampa y Cayo Hueso vibraron con su palabra y fueron bastiones de la guerra contra el colonialismo y fragua de un hondo sentimiento de igualdad social y de los principios del Partido Revolucionario Cubano.
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