Carlos J. Finlay, 22 de septiembre de 1872
22 de septiembre de 2022
|
Hace 150 años, el cubano de más alto nombre en el ámbito científico universal pronunció su primera disertación ante la Real Academia de Ciencias de La Habana. Sin embargo, en esa presentación no trató sobre un tema clínico o epidemiológico, y nada tuvo que ver con mosquitos, la fiebre amarilla, o el cólera… Este día, Finlay habló de meteorología aplicada.
Presentar un “discurso de entrada” era requisito reglamentario para que un académico electo adquiriera la plenitud de sus atribuciones; entre ellos, el derecho a votar. Para la ocasión, Finlay escogió los resultados de su investigación titulada “Alcalinidad atmosférica observada en La Habana”, cuyo objetivo era demostrar que el agua de lluvia caída en la Ciudad tenía un pH marcadamente básico.
Para sustentar su hipótesis, expuso una serie de experimentos efectuados en el Observatorio del Colegio de Belén, contando con la cooperación de su director, el padre Benito Viñes, S. J., con quien llevaba una cercana amistad cimentada en la fe cristiana católica y en la consagración a la ciencia. En el Observatorio, Finlay estudió la temperatura del aire, la presión atmosférica, humedad, tensión del vapor de agua y dirección del viento, cubriendo un intervalo entre las 3:30 y 4:00 p. m. de cada día, justamente el de mayor probabilidad de precipitaciones. En seis de quince observaciones aparecen referencias a aguaceros y lloviznas, y en dos señala la ocurrencia de tormentas eléctricas.
“Alcalinidad atmosférica observada en La Habana” revela la diversidad de temas a los que el brillante epidemiólogo dedicó atención. Su insaciable sed de conocimientos, y su perseverancia, también nos muestran por qué, con tan limitados recursos, realizó el doble descubrimiento que lo inmortaliza: el mecanismo de transmisión de la fiebre amarilla por un vector biológico, y la especie de mosquito que interviene en el proceso.
Galería de Imágenes
Comentarios
