Carlos Bastidas
20 de junio de 2014
|El asesinato en La Habana del joven periodista ecuatoriano Carlos Bastidas, a más de medio siglo del suceso, continúa siendo una prueba tangible de las escasas garantías para la vida existentes en Cuba durante los últimos meses del régimen de Fulgencio Batista. El crimen y la represión violenta de toda oposición aterrorizaban las ciudades, pueblos y campos del país.
Bastidas llegó a Cuba con el propósito de entrevistar a los líderes del movimiento insurreccional en la Sierra Maestra. La lucha armada había cobrado auge desde los inicios de 1957, luego del arribo del yate Granma en diciembre anterior con 82 expedicionarios decididos a derrocar el gobierno.
La fuerza creciente de la revolución en Cuba, el carisma de sus líderes y el rechazo al gobierno de Batista entre los sectores progresistas en diversas partes del mundo, atrajeron la atención de los periodistas. A principios de marzo de 1958 viajó Carlos Bastidas a La Habana. Se encaminó después a la Sierra Maestra y permaneció por varias semanas entre los “barbudos”, viviendo como un guerrillero más. Tuvo contacto con los jefes de la lucha armada: Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara, entre otros, y de tal forma se acentuaron sus simpatías por quienes se empeñaban en cambiar los destinos de Cuba. Con el seudónimo de Atahualpa Recio habló a través de la emisora Radio Rebelde, desde la cual convocó a apoyar la insurrección en cualquier parte del mundo.
Las noticias acerca de la presencia de Bastidas en la Sierra Maestra llegaron a las fuerzas del régimen y cuando el joven regresó a La Habana el domingo 11 de mayo desconocía que sus horas estaban contadas.
Se alojó en el céntrico hotel Pasaje (hoy allí se encuentra la Sala Kid Chocolate), de la Avenida del Prado, frente al Capitolio Nacional. Dos días después, el 13, hallándose en un bar a dos cuadras apenas del Pasaje, entró un agente de policía que lo insultó y agredió con los puños. Cuando Carlos intentó rebatir la agresión, el agente extrajo su arma y lo baleó en la cabeza.
El hecho quedó impune y resultaba evidente que el asesino cumplía órdenes superiores. Carlos Bastidas contaba 23 años al morir de manera tan premeditada.
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