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Camila Henríquez Ureña

9 de julio de 2024

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La doctora Camila Henríquez Ureña legó a los estudiosos una bibliografía considerable, útil, vigente. Sus textos van señalando sus intereses pedagógicos, literarios, intelectuales. Sus textos igualmente la definen como uno de los más ilustres vástagos de una familia de eruditos, de escritores y personalidades de la cultura dominicana y cubana.

Pero la doctora Henríquez Ureña escribió un pequeño libro que es una joya y bastaría por sí solo para merecerle un espacio en el más exigente de los catálogos de los autores. Se trata de Invitación a la lectura (Notas sobre apreciación literaria), editado por vez primera en 1964, reeditado en 1974 por Pueblo y Educación, de nuevo en 1975 y de entonces acá no sabemos si alguna otra vez, aunque seguros estamos de que es un libro con merecimientos para estar siempre en librerías y bibliotecas.

Camila nació en República Dominicana el 9 de abril de 1894. Muy joven llegó a Cuba y en la Universidad de La Habana se graduó de Doctora en Filosofía y Letras, y en Pedagogía. También cursó estudios en las universidades norteamericanas de Minnesota y Columbia y en la Universidad de París. Poseyó una cultura vastísima y en la docencia halló el medio donde sembrar conocimientos y dejar su huella.

“Puede ser —aconsejaba— que el que no haya formado temprano el hábito de leer no pueda sentir desde el principio arder en su espíritu la llama del entusiasmo. No importa, hay que ponerse en contacto con nuevas obras notables, y esperar (…) Debe leer los grandes libros clásicos, que por serlo, son de todas las épocas y que deben leerse temprano y luego releerse con frecuencia, porque siempre parecen nuevos. No importa que no se pueda comprender todo en esos libros; cada vez que se leen se encontrará en ellos una nueva luz, y nadie, ni el más sabio de los hombres, podrá agotarlos nunca…”

Fue profesora de Lengua y Literatura Española de la Escuela Normal de Oriente entre los años 1927 y 1941, y sin cejar en sus empeños investigativos realizó trabajos en el Archivo de Indias de Sevilla, donde hurgó la presencia de mujeres destacadas en el período colonial.

A partir de 1959 ejerció como asesora técnica del Ministerio de Educación, miembro de la Comisión Nacional Cubana de la Unesco, vicepresidenta del Pen Club de Cuba y profesora de la Escuela de Letras y Arte de la Universidad de La Habana desde 1962.

Falleció en Santo Domingo el 12 de septiembre de 1973, durante una estancia en su tierra.

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