Café Europa: el grande de la calle Obispo I
15 de agosto de 2014
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Cafés y cafetines abundaban ya en el siglo XIX, unos ataviados con instalaciones lujosas, los otros modestos y sencillos, más todos, colmados y bulliciosos, especialmente en las noches cuando en ellos se reunían periodistas, escritores, cronistas teatrales y demás intelectuales de entonces. Estos pintorescos lugares, indicadores de una vida “cómoda y sedentaria”, al decir de la prensa de los años 40 del siglo XX, se mantuvieron por mucho tiempo con ese aire de bohemia y con las más variadas ofertas.
Un cronista de la revista Carteles, Federico Villoch, en 1941, nos contaba de los cafés habaneros de antaño: “Había tantos cafetines de esquina como bodegas de barrio. Instalarlos costaba poca cosa, pues con cuatro o seis mesas, dos docenas de silla de Viena, un mostrador de madera, una cocinilla en un ángulo para las cafeteras, algún espejo deslustrado colgante de la pared, mal defendido de las moscas por una sutil gasa color azul desvaído, un mediano surtido al crédito de bebidas entre extranjeros –pocos- y del país –muchos- y debajo del mostrador un garrafón de coñac barato de los que se fabricaban en alambiques clandestinos en Tallapiedra, ya se llenaba el expediente”
Este mismo periodista refiriéndose a las instalaciones de mayor prestancia expresaba: “De los cafés grandes era notable por su importancia en la clase el Europa, de Obispo, el antiguo, siempre hirviendo de noticias y lances, y de donde, en una de sus estancias entre nosotros, sacó el cáustico periodista Luis Bonafoux, su ácida novela “El Avispero”. Cuando este escritor de refiere al “antiguo” lo hace pensando en el Café que hoy no es conocido, pero que aparece desde 1880 anunciado ya en Guías y Directorios Mercantiles como Café y Confitería de Juan Suriol, desde entonces nombrado Europa y con la dirección por Aguiar Nº 90.
En el Directorio Mercantil de 1900 el Café Europa ofrecía un menú como este:
“Los dulces y pastelería de esta casa gozan de gran fama en esta ciudad así como sus refrescos y licores y la pureza de la leche que directamente trae de las vaquerías de su propiedad. Todo el año hay helados exquisitos de toda clase de frutos ya tropicales ó de fuera del país. Se sirven buffets y ambigus a domicilio, contando al efecto con elegantes y suntuosas salvillas y con inteligente dependencia. Jamón en dulce, sándwiches, butifarras, pavos rellenos, latería, dulces, pasteles, quesos, mantequillas, ricos y puros vinos, champagne, etc, etc.”
Como puede apreciarse la carta que anunciaba el Europa era capaz de atraer al menos goloso de los comensales, sus productos se basaban en una oferta tanto de productos criollos como europeos que la convertía en una de las casas mejores surtidas, al parecer por este anuncio, su propietario se autoabastecía para la elaboración de una parte de ellos, lo que le brindaba seguramente al negocio autenticidad y credibilidad devenidas aceptación general y ganancias.
Por lo que consta en el Registro de la Propiedad y en los anuncios de los Directorios Mercantiles, al menos la planta baja mantuvo la función comercial y el Café no abandonó esta céntrica intersección. Del mismo modo, aparece en la etapa republicana con esta dirección el Edificio Europa, de oficinas, y la billetería El Gato Negro, o también nombrando al Café como el Café de José Alonso, por su propietario. Siempre mantuvo el nombre de Europa, en cambio su carta tradicional se transformó en los últimos tiempos.
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