Atisbos de la historia
6 de diciembre de 2017
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Se torna el tiempo, coloso de impresiones yuxtapuesta que una vez enhebradas, descubren a la historia, hermosa en su regazo, tanto en clásicas, como en modernas representaciones, cual “Verdad saliendo del pozo” que nos acerca a un Jean-Léon Gérôme, su discípulo preciado, que la toma y la desnuda, impregnada en sus contornos. Así, intentamos bosquejar las memorias, en fundacionales recuentos y sin temor a la consunción, hilvanamos las entregas referidas al florecimiento eclesiástico en Guanabacoa.
Luego de la cimentación de la rudimentaria Iglesia Parroquial, a la cual nos referimos en un artículo anterior, se erigió la Ermita de la Inmaculada Concepción de María, conocida por los lugareños como: Ermita del Potosí, joyel arquitectónico de este período y que aún prevalece, con sus inestimables dobleces cual hechura insondable del tiempo, sobre esta edificación, el investigador Pedro A. Herrera López planteó: “La noticia más antigua acerca de la ermita, es de 1641, cuando los esposos Don Martín Salcedo de Oquendo y Doña Juana Recio, poseedora ésta del primer Mayorazgo fundado en Cuba por Antón Recio en 1570, obtienen autorización del Señor Obispo Fray Jerónimo Manrique de Lara y del Gobernador Don Álvaro de Luna para construir en la estancia del Potosí una ermita dedicada a la Inmaculada Concepción de María. En 1644, construida la ermita, es abierta al culto de los fieles, y los esposos Salcedo y Recio, con fecha 9 de abril, imponen una capellanía de tres mil pesos sobre el ingenio “Guaicanamar” por escritura ante el escribano público Don Marcos de la Cruz Barreto, para pagar con sus réditos un capellán que dijese misa todos los domingos y días festivos. Además la proveyeron de ornamentos sagrados y otras alhajas para el culto.”[1] No podemos olvidar, mis amigos, que la Ermita del Potosí fue broquel entrañable para el cuadro del Indio Bichart.
Asentándose en la documentación efectiva, resguardada en el Archivo del Arzobispado de La Habana, el propio investigador logró eslabonar los acontecimientos y registros concernientes a la Ermita, confirmando que “En la visita que personalmente hizo el señor Obispo Juan de Santo Matías Sáenz de Mañozca el 18 de febrero de 1667 a la ermita, la describe tal cual es ahora y da su aprobación para que se celebren en ella los cultos divinos…”[2]
Para el 19 de agosto del año 1755, el Obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, cuajó también, una detallada descripción de la ermita, en ocasión de su cita pastoral, “…es de mampostería y teja; corre de Oriente a Poniente; su longitud de 18 varas, su latitud y altitud, 6; encierra 4 altares y un púlpito muy decentes; en el mayor se halla una imagen de medio cuerpo de Nuestro Señor con la Cruz a cuestas; es el titular y copia de otra que fue aparecida en una fuente distante un cuarto de legua; colocóse en la misma iglesia y de ella furtivamente se trasladó a la de la Candelaria de la Villa de Guanabacoa donde se venera; por este motivo se procuró sacar un retrato parecido al original. Nunca pudo conseguirse porque siempre quedó desemejante; trájose sin embargo de este defecto el que se hizo, y se puso en el referido altar mayor…”[3]
De igual manera, delineó otros pormenores acerca de las particularidades estructurales de la santuario: “…A sus espaldas cae la sacristía con 7 varas de largo, 4 de ancho y alto, con moderada compostura y ornamentos decentes; un cuarto y otras oficinas para el Ministro y sirvientes. La iglesia tiene tres puertas y sobre la principal un arco con dos campanas…”[4]
Nuevo atisbo de la historia, nos remite a la construcción de la Ermita de la Candelaria en esta tierra de amasijos, bajo la advocación mariana, que tiene su origen en Tenerife, España, etimología caprichosa, referida a la santa luz –candelero– que encauza, exime y aviva la fe en Dios. La construcción de este templo se fundamenta en la celebración de las festividades de la Luz, originariamente nombradas como “Encuentro” –Rembrandt nos emociona con su barroca proclividad y nos alcanza desde la composición clásica, la escena primaria, cuando Simeón acoge a Jesús en el Templo de Jerusalén y consecuente purificación de la Virgen María, después del alumbramiento– de esta manera, con el asentamiento en Guanabacoa de linajes provenientes de Islas Canarias –donde el culto a la Virgen en su inmaculado portento, se torna sendero de vela encendida y canasta con tórtolas–, se apuntala una tradición que nos desborda cada 2 de febrero, lo cierto es que no se poseen las referencias exactas sobre la fecha de fundación de esta ermita en nuestra localidad, aunque tampoco existen considerables reparos, en definir que este acontecimiento ocurrió antes de 1655, año del fallecimiento del Obispo Nicolás de la Torre, el cual encontró lumbre soberbia en este sagrado recinto, “…se mandó sepultar en la iglesia de Nuestra Señora de Candelaria del pueblo, ya hoy villa de Guanabacoa, en cuyo templo, al tiempo de su renovación, no se encontraron vestigios de su sepulcro.”[5] De igual manera, no se cuenta con los datos sobre la fecha de su demolición, aunque para 1700, aún se erigía, esclarecido y admirable, este santuario, tal como consigna el Acta Capitular del Cabildo de Guanabacoa, del primero de enero de ese mismo año, la misma registra que “Se juntaron los capitulares como lo han de uso y costumbre en la Ermita de Nuestra Señora de la Candelaria a celebrar elecciones…”[6]
Para algunos historiadores locales, el lugar que ocupaba esta ermita, es el mismo donde hoy se enaltece la Iglesia Parroquial de Guanabacoa, según atestación del Obispo Morell de Santa Cruz, por lo que se puede deducir que la ermita fue desmantelada antes de 1712, término en el que se argumentaba sobre “la nueva iglesia parroquial que se está construyendo”.[7] No obstante, otros investigadores desestiman esta ubicación y cincelan su posible emplazamiento, en las proximidades de la misma.
Para el siglo XVIII, La Villa de la Asunción, no solo percibió una lozanía en sus estructuras urbanas, sino que la arquitectura, retocó visiblemente su superficie, con edificaciones domésticas y religiosas. Por entonces, la primitiva Iglesia Parroquial resultaba párvula ante la dimensión demográfica por lo que se determinó edificar una nueva, existente hasta nuestros días, pero a esta augusta Parroquia, estimados lectores, le dedicaremos –siempre bajo la anuencia de la Historia–, otro pliego de remembranzas.
Notas:
[1] Sínodo Diocesana de junio de 1684. Revista Universidad de La Habana.
[2] No. 229. Enero – abril de 1987. Páginas 8 – 10.
[3] No. 229. Enero – abril de 1987. Páginas 8 – 10.
[4] Herrera, Pedro A.: “Ermita de la Inmaculada Concepción de María y del santo Cristo del Potosí de la Villa de la Asunción de Guanabacoa”. VI Coloquio “Guanabacoa en la Historia”. Guanabacoa, abril de 1999.
[5] Herrera, Pedro A.: “Ermita de la Inmaculada Concepción de María y del santo Cristo del Potosí de la Villa de la Asunción de Guanabacoa”. VI Coloquio “Guanabacoa en la Historia”. Guanabacoa, abril de 1999.
[6] Morell de Santa Cruz, Pedro Agustín: La Visita Eclesiástica. Selección e introducción de César García del Pino. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1985. Página 38.
[7] Arrate, José: Llave del Nuevo Mundo. En: Los Tres Primeros Historiadores de Cuba. Editorial R. Cowley y A. Pego. La Habana, 1876. Página 375.
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