Aprender a manejar la tristeza
13 de mayo de 2016
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Hace poco escribí sobre la ira y recomendé algunos ejercicios para su manejo porque es una de las emociones más temidas y que no solo es de difícil control, sino que puede llevar a acciones de violencia; por lo que resulta de utilidad aprender a manejarla. Hoy también me dedicaré a otra emoción negativa que es peligrosa y muy temida, pero en sentido contrario en comparación con la ira, o sea, es muy perjudicial fundamentalmente para la persona que la siente. Esto no quiere decir que no afecte a los que lo rodean, pero de diferente manera y sin la intensidad y sin el peligro que provocan los coléricos. El daño es por lo que No hace la persona, por la falta de interacción personal, la insuficiencia en cumplir con sus roles sociales y el tiempo que quiere estar solo, transmitiendo la desmotivación y en muchas ocasiones el mal funcionamiento y hasta el desmembramiento de la familia, y otros grupos sociales a los que pertenece.
Es sabido que todas las emociones –incluso las negativas– tienen un lugar en la vida de todos nosotros y pueden ser útiles, porque en el caso de la tristeza, es muy saludable sentirla si por ejemplo muere un ser querido, hay una separación matrimonial o no se obtiene el puesto de trabajo para el que nos preparamos durante tiempo. Repito que es saludable en estos casos porque hay una correspondencia entre el estímulo y la respuesta, siendo esta la primera pregunta que cada uno de nosotros nos tenemos que hacer si estamos tristes, porque si no hay esa correspondencia y la respuesta es más intensa o mayor, pues es momento de empezarnos a preocupar, ya que es una indicación que algo anda mal en nuestras capacidades emocionales, o sea, puede haber un desequilibrio emocional.
Como un segundo paso debemos pasar a analizar la relación entre idea y estímulo, haciendo hincapié en qué tipo de estímulos nos ponen tristes, así como la intensidad y la duración de esta emoción, lo cual también nos da elementos para continuar en esta indagación sobre nuestra vida emocional. Lo que quiero decir con esto último es que si vemos un filme de esos que tienen una trama con muertes, pérdidas, amores sin finales felices, es normal que se nos encoja el corazón y hasta una lagrimita echemos, porque para eso se hacen y si son de buena factura, lo que se proponen es provocar tristeza, congoja; pero al rato o en pocas horas estamos campantes y felices, viviendo nuestras vidas y no la de Sofía y la decisión que tuvo que tomar (recordar a Meryl Streep en esa memorable actuación).
Es importante aclarar que tristeza no es depresión, ya que la primera es parte de la vida, y todos en algún momento la sentimos, mientras que la depresión es la forma patológica que adopta la tristeza y que ya es una enfermedad, y necesita tratamiento. Ahora bien, volviendo a la tristeza hay situaciones agravantes y que tienden a ponernos más afligidos, por lo que debemos evitarlas y así poder sentirnos mejor, como es la soledad, ya que es una tendencia a aislarnos si estamos abatidos y eso en vez de beneficiarnos, nos afecta. Tampoco es bueno rumiar sobre la causa de la tristeza, o sea, darle vueltas y más vueltas sobre lo que nos ha puesto tristes, por lo que enfilar nuestros pensamientos hacia situaciones agradables de la vida es un buen antídoto. De la misma manera hay que evitar la preocupación por el hecho de estar tristes, por el cansancio y la desmotivación que habitualmente se sienten, o sea, las faltas de deseos de realizar determinadas tareas que son parte de nuestra vida cotidiana. Esto amerita una mayor explicación, y quiere decir que si estamos tristes, tenemos deseos de estar acostados y no de trabajar, cocinar, atender el trabajo y nos preocupamos por esto y lo que hacemos es luchar contra la tristeza; es peor, porque no vamos hacia lo que verdaderamente nos puede ayudar y es analizar y tratar de encontrar las causas y buscar salidas sanas.
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