Antonio Machín: El Rey del bolero (I)
6 de junio de 2014
|“El único cubano ciento por ciento soy yo”
Cuentan que con esta frase jocosa, divisa y orgullo por medio, respondió Antonio Machín a una broma de Carlos Puebla cuando en 1972 coincidieron los dos cantantes en España. Porque aunque arraigado sentimental y artísticamente a esa nación, Machín jamás dejó de sentirse cubano, de igual forma que nosotros lo apreciamos como tal, porque –como dice la musicóloga María Teresa Linares- “siempre representó nuestra identidad cultural”.
Le llamaban El Rey del Bolero. No por gusto Pedro Almodóvar confesó que fue Machín quien le metió el bolero en la sangre, y Carlos Cano reconoció: “Nunca hubo una voz más suave y estremecedora, mezcla de azúcar y mar”.
Nacido en Sagua la Grande, en la actual provincia de Villa Clara, el 17 de enero de 1903, este hijo de gallego y cubana creció en un hogar de 16 hermanos, lo que lo obligó a ocupar desde muy joven diversos empleos: jornalero, estibador, recadero, aprendiz de oficios, “ocupaciones comunes a su condición de pobre y mestizo”, como dijera ´la musicóloga María Teresa Linares.
“Pero Antonio desde temprana edad comprendió que la música lo subyugaba, las melodías llegaban a él para no irse, las aprendía con rapidez, con justo tono y afinación perfecta. Pronto –al decir de María Teresa Linares- fueron descubiertas las cualidades vocales de aquel niño que no podía costear sus estudios en alguna de las numerosas academias que existían en su pueblo”.
Sin embargo, sus facultades vocales se darían a conocer en los coros de la iglesia, en las fiestas y en las serenatas del terruño natal. Y pese a la oposición de su padre, el joven no abandona sus sueños Y a los 15 años huye con destino a La Habana, donde trabajará como ayudante de la construcción y en las noches de la gran ciudad canta en bares, cafetines del puerto, centros nocturnos, playas y otros escenarios donde se escucha la mejor música popular cubana: trova, son, bolero y guaracha. Así comenzó su camino Antonio Machín; después la radio le abriría las puertas hacia sus primeros éxitos.
En 1924, el viejo trovador Miguel Zaballa lo invita a integrar un dúo, luego canta en el trío del compositor Manuel Luna. Pero su gran oportunidad le llega en 1926, cuando se incorpora al staff de cantantes de una de las orquestas más famosas de la época, la de Don Aspiazu, considerada por Alejo Carpentier como una obra maestra… “con ella avanzamos por el mundo en la línea de vanguardia de la música latinoamericana.”
En 1930 su interpretación del pregón “El manisero”, del cubano Moisés Simons, seduce a Broadway y vende la entonces espectacular cifra de medio millón de discos en Norteamérica.
Pero el cantor no pierde tiempo. Al regresar de los Estados Unidos, a la par de su quehacer con la orquesta, funda el Cuarteto Machín, que lo distingue internacionalmente al grabar, de 1930 a 1935, con la RCA Víctor, más de 160 títulos, entre los que sobresalen sones, boleros, guajiras, guarachas, criollas y pregones de los más prestigiosos autores del país como Sindo Garay, Ignacio Piñeiro, Eliseo Grenet , Arsenio Rodríguez, Isolina Carrillo y el propio Machín.
En 1935 Machín abandona el cuarteto y viaja a Nueva York, donde organiza su Orquesta Habana y se lanza a la conquista de Europa: Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda, Alemania, Italia y Rumania, donde sus sones y boleros serán muy bien acogidos.
En París figura en la revista musical “Canto a los Trópicos”, dirigida por Moisés Simons, para sentar cátedra otra vez con “El manisero”. En Londres dos piezas del repertorio lírico afrocubano: “Lamento esclavo”, de Eliseo Grenet, y “Lamento africano”, de Ernesto Lecuona, son calificadas por el público y la crítica de excepcionales.
Pero la amenaza de la Segunda Guerra Mundial inclina su rumbo hacia España, la tierra natal de su padre, que lo acoge el 11 de abril de 1939, y donde – al decir de María Teresa Linares- “como cantante cubano, latino, hispanohablante, alcanza el éxito definitivo de su vida”.
“Antonio Machín no regresó a Cuba sino para visitas esporádicas a su familia, su éxito lo había encontrado afuera, pero su música siempre fue la cubana. Allí, omo cantante cubano, latino, hispanoparlante alcanzó el éxito definitivo de su vida, se le apreciará como un artista propio, aunque nunca dejará de ser “El embajador de la música cubana”, como siempre se le llamó.
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