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Aniversario 120 de la muerte de José Martí en Dos Ríos

19 de mayo de 2015

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muerte-jose-martiComo soñó y proclamó en sus versos, José  Martí murió de cara al sol. Su vida fue corta pero fructífera.
Contaba tan sólo cuarenta y dos años cuando el 19 de mayo de 1895 cayó en Dos Ríos, zona ubicada en Jiguaní, en la actual provincia  de Granma.
Siendo muy  joven había asegurado que su vida podría ser breve, y desde su adolescencia comprometió su existencia con la causa independentista de su tierra natal.
En sus  trabajos periodísticos, cartas y discursos fue plasmando sus concepciones acerca del significado de la propia vida y del valor que le concediese a la muerte.
En un trabajo sobre Ralph Waldo Emerson, célebre ensayista y poeta estadounidense del siglo XIX, publicado en la Opinión Nacional de Caracas el 19 de mayo de 1882, Martí señaló que “la muerte no aflige ni asusta a quien ha vivido noblemente: sólo la teme el que tiene motivos de temor: será inmortal el que merezca serlo.”
Sus criterios en torno a este tema los reflejó también en forma elocuente en el discurso que pronunció el 27 de noviembre de 1891 en la ciudad norteamericana de Tampa en el que enfatizó: “Otros lamenten la muerte necesaria: yo creo en ella como la almohada, y la levadura, y el triunfo de la vida.”
Y también dijo que “la muerte da jefes, la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida: ¡así de esos enlaces continuos invisibles se va tejiendo el alma de la patria!”

No es de extrañar, de acuerdo con estos conceptos, que Martí arriesgara su vida en aras del noble objetivo o empeño por el cual instaba a luchar a los demás.
Consciente de la fuerza que emanaba del ejemplo personal, no le bastó haber logrado reorganizar la guerra, sino que aquilató la necesidad de su presencia en los campos de batalla, y se dispuso a enfrentar la muerte con particular sencillez y valor.
Ya desde 1880, en la intervención que realizó el 24 de enero en la reunión de emigrados cubanos en Steck Hall, Nueva York, había manifestado: “El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente.”
Diez años después, en el Hardman Hall de Nueva York, el 10 de octubre de 1890, volvería a reafirmar esta convicción al decir que “el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es el verdadero hombre…”
Además, en lo que fue la última carta dirigida a su querida madre Doña Leonor Pérez, fechada en Montecristi el 25 de marzo de 1895, Martí aseveró: “El deber de un hombre está allí donde es más útil.”
Ese mismo día en una misiva que envió a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal, expuso igualmente cuál era su disposición y aspiración: “Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado.”
Martí habló  y escribió sobre la muerte en distintas ocasiones. En discursos, cartas, poemas y trabajos periodísticos precisó en forma muy especial y elocuente el significado que tenía  morir peleando por la patria.
Ejemplo de ello es su obra Abdala, drama en verso que narra la historia de un joven guerrero que lucha en defensa de su tierra natal que ha resultado agredida.  Precisamente en la parte final de dicha obra se enfatizó:

“!Oh, que dulce es morir cuando se muere
luchando por defender la patria!”
En otras de sus obras poéticas, específicamente en  sus Versos Sencillos destacó la absoluta diferencia que tenían para él las personas que mueren vil y cobardemente de las que caen en brazos de la patria agradecida. Precisamente él expresó en uno de los 46 poemas que forman parte de este libro que fuera editado en Nueva York, en 1891:
No me pongan en lo oscuro
A morir como un traidor
Yo soy bueno y como bueno
Moriré de cara al sol.
Además en otro de los Versos Sencillos Martí detalló a su hijo el significado que le concede a  una muerte digna al exponer:
Vamos, pues, hijo viril:
Vamos los dos: si yo muero
Me besas; si tú… ¡prefiero
Verte muerto a verte vil!
También  en una carta dirigida a Federico Giroudi, con fecha 21 de septiembre de 1892, refleja  el  tema de la muerte al señalar: “… yo no conozco más muerte que una y es la de perder la fe en mis compatriotas, y de eso, sé que no he de morir”.
A través de su corta pero fecunda vida Martí actuó consecuente con las convicciones por él reflejadas.
Creyó en la muerte necesaria y como tal puso su vida al servicio de la causa de su pueblo sin importarle los riesgos que ello entrañaba.

Se sintió motivado y comprometido  con lo que ya desde la etapa de su juventud expresaría puesto que cuando tenía 25 años en una carta que le escribió al guatemalteco  Joaquín Macal había asegurado: “Mi oficio, cariñoso amigo mío, es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande.”
José Martí desapareció fisícamente hace 120 años cuando se produjo su caída en combate  el 19 de mayo de 1895, pero desde ese instante su figura creció en dimensión histórica y se inmortalizó al seguir siendo fuente de motivación y enseñanza no sólo para los cubanos sino también múltiples hombres y mujeres en diferentes partes del mundo.
Por ello puede decirse que él fue capaz de hacer realidad lo que había patentizado en 1872 en un poema que creara especialmente dedicado a rendir homenaje a los ocho estudiantes de medicina que injustamente fueron fusilados en Cuba en 1871 por las autoridades españolas.
En ese poema había expuesto:
¡Y más que un mundo, más ¡ Cuando se muere
En brazos de la patria agradecida,
La muerte acaba, la prisión se rompe;
Empieza,  al fin, con el morir, la vida!

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