André Bellot
14 de marzo de 2024
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El aeroplano llegó el día 7 de mayo de 1910, fecha en que por vez primera se elevó sobre el cielo habanero el joven piloto francés André Bellot, en un biplano marca Voisin.
El antiguo hipódromo de Almendares, situado en las esquinas de las calles 19 y 44, en el barrio habanero de Miramar, serviría de escenario, o mejor dicho, campo de aviación, para las demostraciones de la que se denominó “Semana de la Aviación”.
Por aquellos tiempos la aviación era considerada un deporte y por consiguiente, se reseñaba en las páginas deportivas de los diarios, por los reporteros encargados de cubrir tales actividades. En Cuba, uno de aquellos cronistas deportivos más populares lo era Víctor Muñoz, de chispeante humor tragicómico que cubrió la noticia para el diario El Mundo y lo hizo de manera minuciosa, desde los preparativos hasta el momento del vuelo y la caída del aviador.
Según testigos, el aparato se elevó algunas decenas de metros, cuando el viento lo obligó a girar hacia la izquierda, en tanto se veía desde tierra cómo el aviador luchaba dentro de él por mantener el control y no estrellarse. La situación se hizo dramática, pero al mismo tiempo tenía un carácter histórico, pues por vez primera se elevaba un aeroplano sobre el cielo cubano.
Por último, del todo ingobernable, el biplano perdió velocidad y vino a caer en un herbazal a apenas algunas cuadras del punto de despegue, por lo que los propios espectadores y periodistas se movilizaron corriendo hacia el lugar para rescatar al aviador, que solo sufrió ligeros rasguños y repetía asustado las palabras “mucho viento” en su escaso vocabulario de idioma español.
En entrevista que se le hiciera, monsieur Bellot dijo al periodista Víctor Muñoz que se había elevado hasta una altura de 125 metros. Entonces añadió: “Aquí nadie había volado antes que yo, y era preciso demostrar que soy un aviador”. Lamentó los desperfectos sufridos por el aparato, de modo que no pudo realizar ninguna otra de las demostraciones previstas… hasta 14 años después, cuando regresó a Cuba con otro de los ases de la aviación francesa de entonces, el capitán Charles Nungesser.
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