América y José Miguel V
23 de agosto de 2013
|Para más, José Miguel fue dueño –según apunta Guillermo Jiménez Soler en Los propietarios de Cuba– del periódico El Triunfo, fundado el 2 de agosto de 1907, de la finca Juan Criollo en Jobabo, de los centrales Algodones y La Vega –ambos adquiridos a Hannibal Mesa por 4 500 000 de pesos– y, desde 1917, de las minas de cobre de Constancia, Asiento Viejo, Francisco y Cándida, situadas en Pinar del Río. El mismo autor, afirma que al término de su mandato presidencial, se estimó su fortuna en ocho millones.
A pesar de todo, hay testimonios de que su entierro fue una de las más grandes manifestaciones de duelo presenciadas por La Habana hasta entonces y quince años después –el 18 de mayo de 1936–, su influencia, intacta, permitió se inaugurara su monumento al costo 125 000 pesos, elevada cantidad para la época pero sufragada por suscripción popular.
Desde este monumento, ubicado en un sitio privilegiado de la capital –lo alto de la Avenida de los Presidentes–, podríamos iniciar un recorrido de pocos minutos a través de todo ese paseo que culminaría en el Hospital América Arias, suficiente para evocar algunos momentos importantes de la historia nacional y habanera pues tendríamos que incluir en nuestra memoria al hijo de esta bien recordada mujer con José Miguel, el abogado Miguel Mariano Gómez Arias, quien también llegó a la presidencia de la República.
Punto de referencia urbanístico en una zona muy transitada de El Vedado, el monumento con la figura de José Miguel, representada por una estatua de 3,50 metros de alto realizada en bronce sobre una base construida con granito rosa proveniente de las canteras de Ravena, ha soportado los trasiegos y ardores de la historia. Allí están, intactos, todos sus elementos: las seis figuras de los costados que representan las provincias en las que estaba dividido el país, custodiadas por la bandera cubana; dos estatuas de mármol de la base que representan fuerza y magnanimidad; terrazas, fuentes y bancos de mármol de Carrara; los grupos escultóricos de las esquinas con los atributos de la historia, el tiempo, el derecho, la ley y la paz.
Su autor, el escultor italiano Giovanni Nicolini, ya había ejecutado el monumento al general Alejandro Rodríguez Velazco en 1919 –emplazado en Línea y Paseo– y la del primer presidente de la República Tomás Estrada Palma, erigida en 1912 en la misma Avenida de los Presidentes.
Como expresara con autoridad el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal: “… hay que estudiar, estudiar profundamente, y no se puede, de ninguna manera, hablar de la República como de un monstruo inexistente, de algo que no existió. No es posible.”
Hoy por hoy, a muchos cubanos les sorprendería conocer las tantas aristas por las que podrían retomar la figura de José Miguel Gómez sin acudir al simplismo de las frases hechas y de esta manera, profundizar en la historia de Cuba en la que incuestionablemente el segundo presidente tiene su lugar.
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