Alteraciones del gusto por medicamentos
30 de julio de 2019
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Las alteraciones del gusto inducidas por fármacos son un trastorno asociado al uso de los medicamentos que puede resultar más común de lo que se piensa.
La fisiología del gusto es complicada, ya que además de la información recogida por los receptores especializados localizados en las células del gusto de la cavidad bucal, también contribuyen a los sabores el olor y la textura de los alimentos.
Estas alteraciones son un problema subjetivo y por tanto difícil de cuantificar. Muchas veces la verdadera pérdida del gusto es poco común y por lo general, se sufre de una pérdida del olfato en lugar de una pérdida del gusto.
Existen múltiples factores que pueden producir alteraciones del gusto y entre ellos están los medicamentos. Un gran número de fármacos se ha asociado a la aparición de estos trastornos, aunque en muchos casos se desconoce el mecanismo por el que se producen, ya que con frecuencia es difícil distinguir si el fármaco tiene un sabor desagradable o si verdaderamente altera el sentido del gusto.
Los fármacos pueden alterar el gusto tras la ingesta inicial o cuando son secretados en la saliva. Entre los mecanismos propuestos están la lesión del receptor gustativo, la alteración del funcionamiento de los neurotransmisores, la modificación de la propagación del impulso neuronal o del procesamiento cortical del estímulo gustativo, la sequedad oral, llamada xerostomía, provocada por algunos medicamentos que limita el acceso de las sustancias a los receptores del gusto, así como las alteraciones de la producción y la composición de la saliva y otros componentes de la mucosa.
Son muchos los fármacos que ocasionan alteraciones en la función gustativa y olfatoria. Entre ellos se destacan algunos antibióticos, los antiepilépticos, los antitiroideos, las benzodiacepinas, los antiarrítmicos y los antihipertensivos, entre otros.
Un ejemplo muy conocido es el captopril, un medicamento antihipertensivo que puede producir alteraciones del gusto que llegan a provocar la pérdida temporal y reversible del sentido del gusto, así como inducir un sabor persistente metálico o salado y también el incremento y/o pérdida de la capacidad de discriminar sabores dulces.
La mayoría de estas alteraciones son reversibles y responden favorablemente a la reducción de la dosis o a la sustitución del medicamento por otro del mismo grupo. Ante la aparición de este efecto adverso, el paciente no debe abandonar el tratamiento. Por el contrario, su detección no debe ser pasada por el alto, sino que debe informársele al facultativo oportunamente para que decida la mejor opción respecto al tratamiento medicamentoso.
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