Aires de coloniales encuentros: Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa
19 de julio de 2017
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Nuevos y sublimes andares nos remolcan, en apasionados desvelos, hacia la Villa de la Asunción –y su bienaventurada virgen–, tan mestiza como la Patria toda, que trastoca espacios y rincones, con el juego infinito del tiempo y parece entonces engalanarse en portentosas revelaciones y nos conmina a remontarla, a renacerla desde la historia, para no perderse –la bien amada–, imagen rotunda en plateadas superficies, al daguerrotipo de la memoria, Guanabacoa en su ajada monumentalidad nos convoca, sin prisa, al ciclo perpetuo del agua que discurre en sus arterias, provoca estaciones, saltos graduales y como lo prometido siempre es deuda, queridos lectores, hoy, acomodaremos los pasos, hacia el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, en homenaje a su 156 aniversario de fundado.
El Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, hoy Casa de Cultura “Rita Montaner”, enclavó su colosal pilastra, en la céntrica calle de Máximo Gómez, esquina Nazareno, con sus aires de coloniales encuentros. Según refieren las fuentes locales, para el 12 de enero de 1861, el Teniente Gobernador de Guanabacoa, Don Juan Jústiz, promovió a la Secretaría de Gobierno, una solicitud que comunicaba la intención y deseos, expresados por un grupo de vecinos de la Villa, de crear un Liceo en esta localidad, la respuesta, por demás, efectiva, del funcionario de la Secretaría, no se hizo esperar, el 24 de febrero, congregados en el Ayuntamiento, los representantes de las familias locales y cumplimentando así, una invitación del Teniente Gobernador, realizaron lectura de la comunicación oficial emitida por el Capitán General, para luego procederse a la elección de la Comisión encargada de redactar los estatutos. Conformado el Reglamento que regiría la vida del Liceo, el 5 de marzo de 1861, fue dado a conocer ante los promotores de esta noble idea.
El 15 de junio, antesala fundacional, se conformó un intenso programa de festividades a realizarse en el Liceo, con motivo de su anhelada inauguración. Los organizadores determinaron un programa, donde letras y notas musicales, entremezcladas con la danza de la época, fecundarían una verdadera apoteosis cultural. Las puertas del Liceo se desplegaron el 16 de junio de 1861, abrigando en su seno a prestigiosas figuras del ámbito nacional, entre los que se encontraron: Rafael María de Mendive, José de la Luz y Caballero, Anselmo Suárez y Romero, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Felipe Poey, Antonio Zambrana, Mercedes Matamoros, Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Rafael Díaz Albertini, Diego Vicente Tejera, Miguel F Viondi, Fernando Urzaiz, Alfredo Torroella y muchos más. Especial atención, merece la presencia de Nuestro Héroe Nacional, José Martí, nombrado Socio Facultativo de la sección de Literatura, en noviembre de 1878 y como Secretario de dicha sección, el 15 de enero de 1879.
Esta escuadra de escritores, poetas, dramaturgos, filósofos, músicos, oradores, científicos y patriotas, a todas luces, depositaron sus preceptos, trazando el camino de los ideales nacionales. El grito independentista de Yara, se acoge, con sus ecos inconfundibles, entre las columnas liceístas, promoviendo una marejada de soberanía y patriotismo. Ante la sospecha hispánica, en 1872 es convertido, solapadamente, en “Recreo Español de Guanabacoa”. Con el advenimiento del Pacto del Zanjón, y ante la intransigencia de Maceo, con su rotunda Protesta en “Mangos de Baraguá”, el Liceo reconquista su auténtico nombre. Resurge entonces, en 1878 y es precisamente, José Martí, como ya hemos comentado, quien resulta seleccionado como Secretario de la Sección de Literatura, etapa conocida como martiana, en la cual se hace crepitar, en cada rincón del Liceo, la grandeza del verbo martiano, locuaz, patrio y conmovedor. Llega enero del año 1879, en sus motivaciones invernales, para alcanzarle a este terruño, un fragmento de historia –cómplice gradación del tiempo–, el Apóstol desborda, en tribuna perpetua, al pronunciar su primer discurso público; luctuosa remembranza a la figura del amigo y joven poeta, Alfredo Torroella. Aún, en el silencio evocador de la Casa de Cultura “Rita Montaner”, otrora Liceo Artístico y Literario, se advierte, al columpiar del viento, la inflexión robusta de su oratoria, el sentimiento pesaroso y afectado de su verbo: “No quiere hoy la palabra ardorosa, en flores de dolor que arrebata el viento, tributar pasajero homenaje al muerto bien amado de la patria. Aunque, si la patria lo ama, no está muerto”. Así, el Maestro, inició su homilía penosa, para entregarnos, cual patrimonio legítimo, sus líneas: aciagas, solemnes y sinceras, develadas a los presentes y a nuestra tierra, como un erario perdurable, valioso. En lo adelante, José Martí rubricará su presencia en el Liceo, en diferentes momentos, como aconteció el 28 de febrero de 1879, en esta ocasión pronuncia un discurso que decide intitular “Rasgos Biográficos de Alfredo Torroella”, en el marco de la velada homenaje a la memoria del joven escritor. Este discurso fue publicado por la Imprenta “El Progreso” de Guanabacoa, en el propio año 1879. Otras citas del apóstol, se efectuarán, durante un largo período de tiempo, mas, comprendo la imposibilidad de abarcarlas en estas cuartillas, de esta forma, adquiero nuevos compromisos, con mis estimados lectores, por ahora, nos catapultaremos, en una especie de trabuquete estacional, hasta 1899, cuando el Liceo, luego de asomar ciertas irregularidades en su funcionamiento, reanuda su labor con el nombre de Petit Club, nombre que advertía las intenciones de la nueva dirección, ajenas a su ideal primario. En 1900 un ferviente guanabacoense, el Dr. José M Héctor, retomó su nombre original, al calor de los viejos anhelos patrióticos, de sus antiguos asociados. “…empezó un feliz resurgimiento porque lo más selecto de la villa y de la Habana, ávidamente acudió al toque de llamada”.
No obstante, el contexto histórico, iniciado el nuevo siglo, se planteaba bajo señales de una rotunda frustración del ideario martiano, ante la intervención y posterior ocupación norteamericana de la isla, y aunque colgaba en su frente, la terrible escarpia de una nueva colonización, el Liceo renació, albergando en sus salones, a una mediana burguesía urbana, que a lo largo del licencioso período republicano, tuvo el privilegio de acceder a distinguidas expresiones de la cultura cubana. Sus salones se reivindicaron con la presencia de intelectuales de la talla de Luisa Pérez de Zambrana, Francisco Pérez Puente (Julio Rosas), José de Armas y Cárdenas (Justo de Lara), y Enrique José Varona, sin embargo, los festejos tradicionales, tanto populares, como patronales, entre ellos: los Juegos Florales, la Fiesta de Nuestra Señora de La Candelaria y la Fiesta de Nuestra Señora de la Asunción o “la Tutelar”, entre otras, se convirtieron en expresión de la nueva clase en ascenso. Esta vez, la naturaleza, en su impetuosa proclividad, consagró una verdadera borrasca, en el año 1944, los muros del Liceo, se sustrajeron en una súplica discordante al viento, este último, destemplado y malquisto, aborreció la queja y corrompió techados y paramentos, contenida la ira, cual céfiro, acarició victorioso, el mampuesto herido y mutilado. A finales de ese año, la presidencia del Liceo, obtuvo del gobierno de turno, préstamos que posibilitaron la reconstrucción de la proverbial casona, el Arquitecto Rafael J Garteiz, dirigió las obras de restauración que concluyeron en el año 1948, con un presupuesto final de 90 000 pesos, durante este proceso, se conservó, fundamentalmente, la fachada y algunos elementos de la primera estancia. La estructura dispuesta, es la que posee actualmente este inmueble.
Con la victoria de 1959, coaguló el sueño martiano, de una Patria “…con todos y para el bien de todos”. Las puertas del Liceo saltaron ante el ímpetu de jóvenes estudiantes, al designarse, dicho inmueble, como Instituto de Guanabacoa, Instituto que cambia de escenario en 1961, esta venerable edificación, pasa entonces a ser, sede de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y para 1963 cobija al Círculo cultural “José Martí”, consolidando un pujante movimiento de aficionados y una intensa labor cultural por todo el territorio. En el año 1970, funciona en la edificación, aprovechando sus grandes espacios, la Biblioteca Pública José Machado, hasta que el 28 de enero de 1977, se convierte en Casa de Cultura, identificada desde ese momento, con el nombre de una artista de rango internacional, nacida en Guanabacoa, de gran arraigo popular, hablamos de Rita Aurelia Fulceda Montaner y Facenda, conocida por todos como: Rita Montaner, la única, de Guanabacoa y de Cuba. Es, la Casa de Cultura “Rita Montaner”, espacio redentor y sublime, especie de contorno histórico, portal definitivo que nos permite, en retrospectivos diálogos, retocar un pasado que colma los límites del presente, confundiéndonos en pretéritas evocaciones, en inmateriales figuraciones que rondan los salones de esta Casa, para recordarnos que persiste en su imperecedera misión, de fomentar artes y letras, conformando a su vez, un movimiento de artistas aficionados y promoviendo la salvaguarda del patrimonio, tanto material como inmaterial, de la localidad.
La Casona de Máximo Gómez, sempiternamente, Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, es paraje certero para el viajante solícito, ella entorna los ojos y nos dibuja una guiñada complaciente, con afectada ligereza, para en su vetusta monumentalidad abrirnos los portones, trenzarnos sus aciertos y desmemorias, sus regocijos y nostalgias, sus amores y desafectos, sus laureles y coronas, pero… es hora de despedirnos, estimados lectores, el padre tiempo nos requiere, sin embargo, nos volveremos a encontrar en el próximo bisel de la historia.
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Comentarios
Muy buena información cultural y muy amena. Excelente trabajo