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A 90 años del estreno de “El veneno de un beso” (II)

7 de octubre de 2019

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La distribución en el extranjero de las películas mudas cubanas fue ínfima, no obstante poseer los intertítulos bilingües colocados por la B.P.P. Pictures, que anunció entre sus «perspectivas halagüeñas» la exhibición de El veneno de un beso por dieciocho mil cinematógrafos de Norteamérica. La indiferencia de los productores y distribuidores hacia la preservación de las copias depositadas en locales de condiciones inseguras, su fácil inflamación o combustión espontánea, convirtieron los negativos y las copias en pasto de las llamas en siniestros de distintas proporciones. Las víctimas a lamentar fueron las películas. En los incendios que se multiplicaron ardió la prehistoria del cine cubano.

El teatro Martí acogió el estreno de El veneno de un beso (The poison of a kiss) el jueves 3 de octubre de 1929 en un programa doble con el reprise de Fuera de la ley (Outside the Law, 1920), de Tod Browning, interpretada por Lon Chaney, el «hombre de las mil caras». Un anónimo redactor preguntaba desde Civilización: «¿Habrá alguien que diga que en Cuba no se hacen grandes esfuerzos para lograr éxito en esta nueva industria?», a propósito de esta primera «película hecha en Cuba por artistas cubanos», principal reclamo publicitario de una «joya del arte silente que romperá todos los récord establecidos hasta la fecha». Las fotografías publicadas y la sinopsis argumental reiteraron la imagen del astro máximo de la producción: Perdices, capaz de eclipsar a las heroínas. Confiados en la posibilidad de distribución internacional, el hermoso cartel publicitario fue encargado a la firma Morgan Litho. Co., en Cleveland, Ohio.

El periodista habanero Germinal Barral (Don Galaor), pidió al público que prescindiera del inveterado choteo al enjuiciar El veneno de un beso, «una película que no era tan infame». La edición del Diario de la Marina correspondiente al día de la première, reseñó la proyección privada del día anterior en el Martí, a la que asistieron periodistas y empresarios:

[…] Es la mejor de cuantas se han filmado hasta ahora en la América Latina. Un bello romance de amor, pleno de luz y de emoción, la historia de una pasión de sacrificio y renunciación, enmarcada en el prodigioso panorama de Cuba, bajo la caricia de la luna del trópico y bañada en el oro del sol y en el verde halago del mar Caribe; hecha con verdadero entusiasmo por un grupo de cubanos que supieron poner a contribución cuanto hizo falta para la realización  de la  bella obra; un  grupo  de  artistas, jóvenes, animosos, sedientos de gloria entre los que se destaca, una figura conocida y admirada, la de Antonio Perdices, actor que para ser «astro» solo le falta —repitámoslo— un nombre extranjero y un acento inglés.

Esta «película cubana, con artistas cubanos, y elementos cubanos, presentada por una empresa cubanísima y en el más cubano de nuestros coliseos», disfrutó de una amplia resonancia en la prensa. El cronista de la columna «Teatros y Cines» de Excelsior-El País, escribió el mismo día de aquel estreno «excepcional», fruto del «esfuerzo y el entusiasmo de un grupo de jóvenes luchadores»:

Para hacer posible la realización de este «film» han colaborado diversos elementos, a los que necesariamente hay que estimular a fin de que no decaiga en ellos el entusiasmo precisamente cuando ese entusiasmo los hace trabajar por el mantenimiento de la cinematografía nacional, por algo que se aparta de lo que a diario nos sirven a falta de lo «nuestro» y que nos vemos obligados a aceptar. En esta producción que hoy presenta al público de La Habana la Empresa del Martí se destaca la belleza de nuestros paisajes, el interés de un argumento original, la interpretación de artistas nuestros […] La dirección de este «film» estuvo a cargo del joven Ramón Peón, acaso el más capacitado de nuestros cineastas, el más constante, el más trabajador.

El comentarista de El Siglo acotó: «Claro está que como no ha sido producida por Hollywood, y Antonio Perdices y Mercedes Mariño no tienen apellidos en “ges”, “haches” y “tes” y no piensan ni hablan en inglés, no han faltado en esta ocasión severidades críticas, pero el público, en cambio, le ha dado a la película el calor y el aplauso que sus méritos merecían». Mucho tiempo después, aún recordaba Pierre de la Chandée una de las pifias detectadas en la película:

Era la alcoba de la vampiresa, y el galán, audazmente, se había arrojado sobre el lecho, y la tenía aprisionada por el talle… estaban solos, con una poderosa luna al fondo, que se movía con gestos «excéntricos», y… y un humo que salía como de una chimenea por uno de los lados de la excitante escena, pero no, no era procedente de una chimenea… procedía, honradamente sea dicho, de alguno de los «técnicos», que tabaco en boca, posiblemente exhalaba espiral tras espiral, sin pensar, remotamente, que la cámara lo estaba fotografiando tan bien como a cualquiera de los dos apasionados amantes de la alcoba.

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Muy inconforme con su interpretación quedó la actriz protagónica de origen gallego Mercedes Mariño, no obstante el éxito obtenido, que le posibilitó aparecer en Civilización en un anuncio comercial de la «famosa crema semi-volátil Gomachen, perfecta para el cutis». Sin restarle méritos a la producción, ella manifestó su negativa a repetir la experiencia en un medio insincero en el que estaba «a expensas de un director que ordena y manda a gritos la exteriorización de un estado de ánimo» y de gestos, pasiones y alegrías improvisados que podían ser frustrados por una iluminación o una fotografía deficientes. «No amo el cinematógrafo. Encuentro la labor en los estudios agotadora, bestialmente demoledora. Allí anulan todos los entusiasmos, a fuerza de querer cazar un gesto», precisó en esos días en que formaba parte de la compañía teatral dirigida por Narciso Ibáñez.

En sus apuntes biográficos, Antonio Perdices escribió que El veneno de un beso se exhibió en distintas partes del mundo y que fue la película cubana de la etapa silente que más dinero produjo en nuestra isla. Esta fue la segunda y última incursión como actor de Perdices, quien entre 1938 y 1939 asumiría el cargo de jefe de producción de la compañía Películas Cubanas S.A. (Pecusa).

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