La Manzana de Gómez V
12 de abril de 2017
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La Manzana de Gómez posee características únicas dentro de la tipología del edificio civil público, destinado a comercio. Además del bazar antes mencionado, le anteceden, como grandes construcciones de perfil comercial, los mercados habaneros del último tercio del siglo XIX, especialmente, el Mercado de Tacón o Plaza del Vapor y el Mercado de Colón. El primero, reedificado en 1876 tras un incendio, ocupó toda una manzana, mostrando una fachada de orden clásico en la cual se insinuaban pabellones de esquina. El Mercado de Colón, con similar orientación arquitectónica, fue una obra mucho más acertada. Se diseñó con una serie de magníficos portales, de una armonía poco común, flanqueados por dos correctos y bien proporcionados pabellones en los ángulos.
Pero la Manzana de Gómez fue más allá de los elementos que pudieron aportarle el primer bazar o los grandes mercados. Aquí, se aprovechó al máximo la manzana para su construcción, tanto en extensión como en altura; el uso de los portales, en este caso en todo su perímetro, no solo se incluyó en obediencia a las Ordenanzas de Construcción del Reparto decimonónico, sino también, por la prestancia que le otorgaba al edificio y la protección que brindaba al transeúnte, dando continuidad, a su vez, a los pasajes comerciales que de esa forma no desembarcarían directamente en la calle. Asimismo, mantuvo en la planta baja, terminada en 1894, el concepto de los establecimientos españoles divididos en tiendas especializadas, en tanto las plantas altas, ampliadas en las dos primeras décadas del siglo XX, asumieron el código de los edificios norteamericanos destinados a oficinas. Apropiándose del eclecticismo como lenguaje arquitectónico, incorporaba con ello un elemento más a su diversa composición.
Incluye así, en la decoración de sus cuatro fachadas, jambas, claves, ménsulas, frisos y otros motivos decorativos tallados en piedra. El acceso principal se ubicó por la calle Zulueta, destacándolo a nivel urbano con un remate muy ornamentado que en el momento inaugural del edificio incluyó un asta con la insignia nacional.
Cada entrada a la edificación posee amplias escaleras de mármol y un doble sistema de ascensores, que llegan a sumar ocho, mientras que los accesos al pasaje comercial, en forma de cruceta, están ubicados en las esquinas achaflanadas. Las rejas, además de funcionar como elemento de cierre de las galerías, devienen elemento decorativo por su elaborada factura; presuntamente fueron colocadas en la última etapa de reedificación del edificio, o sea, entre 1916 y 1920.
Todos los niveles poseen una gran galería destinada a vestíbulo en sentido longitudinal. Los pisos en los pasajes y el portal se revistieron con terrazo de la célebre casa H. Mion, mientras en las oficinas se colocaron mosaicos hidráulicos de gran belleza y colorido.
En la rotonda, donde estuvo el busto de bronce de Andrés Gómez Mena, se colocó después del triunfo de la Revolución en 1959, uno del líder antimperialista Julio Antonio Mella. Aunque se desconoce el destino de la estatua del fundador de la Manzana, permanece su pedestal de granito, donde aparece la rúbrica del destacado escultor español Moisés de Huerta, seguramente autor del modelo original.
En las fachadas por las calles Zulueta y Neptuno, subsisten numerosos impactos de balas que vinculan a la Manzana con el 1 de enero de 1959, día en que los revolucionarios se enfrentaron con los “Tigres de Masferrer”, grupo paramilitar al servicio de Fulgencio Batista, que se apostó en el interior del edificio, donde su cabecilla, Rolando Masferrer, tenía un gabinete.
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