“La vida de un artista es cuesta arriba”
4 de julio de 2014
| |De sincero, divertido y conmovedor pudiera calificarse el más reciente Encuentro con Amaury Pérez Vidal, desarrollado este jueves 3 de julio en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba, sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), bajo la conducción de la periodista Magda Resik que como es habitual nos acerca a prestigiosos intelectuales y artistas cubanos.
Esta vez, como jocosamente planteó Resik, Amaury se convirtió en un “cazador cazado”. Este músico a quien también hemos visto desempeñando roles de conductor de programas, director de espectáculos, escritor…, estuvo esta vez en el asiento del entrevistado y con sus anécdotas hizo reír a un público que lo admira por su talento y espontaneidad.
No podía dejar de abordarse en este encuentro entre amigos, la infancia y adolescencia de este hombre, hijo de artistas. Contó que fueron años de mucha actividad, desde esa etapa comenzaron sus trabajos en la radio, sus relaciones con las figuras más relevantes de la cultura cubana. “Crecí en el mundo del espectáculo, viví rodeado de sus protagonistas, no podía haber sido otra cosa”, confiesa mientras viaja en la máquina del tiempo y rememora cuánto le gustaba el olor del maquillaje que usaba su madre -Consuelo Vidal-, y lo pendiente que se mantenía de la ropa que ella se ponía o de la hora en la que llegaba.
De esa gran mujer, que no fue vencida ni por la muerte, heredó la fortaleza de espíritu. Su padre, Amaury Pérez, le enseñó el valor de la mesura, esa que a veces quisiera tener mejor incorporada en su carácter. De ellos aprendió mucho, no porque le hayan enseñado, sino porque los miraba todo el tiempo. En realidad, asegura, “nunca tuvieron vocación pedagógica”.
La Revolución, según relató, significó muchas transformaciones en su vida. Dejó de ser un “niño bitongo”, como le llamaban en la época a los hijos de familias acomodadas; comenzó a asistir a una escuela pública y vio con inocencia cómo se marchaban sus mejores amigos hacia “Miami”, ese lugar que no sabía qué era ni dónde quedaba, algo que le sonaba a parque de diversiones. “A partir de ese momento cambió nuestra manera de ver el mundo, de estudiar la historia, aprendimos a prescindir de muchas cosas y eso nos hizo seres humanos diferentes”.
A propósito, le preguntó Resik, ¿de qué no puede prescindir Amaury Pérez?: de los amigos, respondió rápidamente. “Cada vez que pierdo a uno sufro mucho, porque he hecho de la amistad un sacerdocio”. Algunos ya no están entre nosotros, pero él lucha para que su recuerdo se mantenga vivo, “para que la ausencia no le gane al amor”.
De sus múltiples facetas como artista también conversó Amaury en esta tarde de julio, en una sala repleta de admiradores. Contó que es enemigo de la holgazanería y por eso busca todo el tiempo algo que hacer: “Cuando no tengo ganas de componer, me pongo a escribir, lo importante es no perder el tiempo”.
Momento conmovedor resultó ser el de los consejos a los jóvenes y sus remembranzas de una juventud provocadora, un periodo en el que recibió muchas críticas por la forma en la que se presentaba en el escenario, pero en la cual siempre tuvo claro que el éxito no se consigue fácil. “En el mundo del arte hay muchas tentaciones, pero si tú crees que tu obra vale la pena, la defiendes y la gente un día va a valorarla, va a entenderte. Uno debe sentirse invencible porque la vida de un artista es cuesta arriba todo el tiempo”, afirmó.
Hizo reír a los participantes con sus anécdotas juveniles y sus relaciones de amistad con el Comandante en Jefe Fidel Castro, alguien a quien ha estado muy apegado y de quien ha aprendido mucho durante todos estos años de largas e intensas conversaciones.
Amaury se considera un hombre crítico porque tiene sentido de pertenencia y cree que aún le quedan muchas cosas por hacer y transformar. Confía en los jóvenes y recuerda con agrado el Congreso de la AHS, ese espacio donde los delegados no intervinieron para quejarse sino para hacer propuestas. Espera que aún sucedan muchos cambios en nuestro país pero desea profundamente “que nunca cambien los cubanos, nuestra sabrosura, nuestra manera de movernos, de ser populares”. Quiere que siempre haya espacio para la singularidad, “porque solo respetando las diferencias tendremos una Cuba más profunda, más madura”.
Con fuertes aplausos y cierto aire de complicidad entre amigos concluyó este diálogo fraterno con un hombre de la escena pero también con un ser que ha sabido ganarse con sinceridad y con acciones cercanas, el amor de su pueblo.
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