170 años de José Martí: Martí anima el espíritu revolucionario
27 de octubre de 2023
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No hay dudas, para quienes se acercan a su vida y obra, que el Maestro fue persona polifacética en sus intereses y en su actuación, sostenido siempre por una ética basada en un humanismo que buscaba el bien como objetivo supremo y que lo condujo a trabajar por un proyecto de equilibrio de América y del mundo, cuyo primer eslabón era su patria libre del dominio colonial mediante una república de ancha base y justicia social.
Tales características explican el liderazgo martiano a partir de su creación del Partido Revolucionario Cubano y su éxito en alcanzar la unidad dentro del campo patriótico. Para ello, además, hay que considerar su admirable capacidad como líder para dar trato singular, personalizado y afectuoso a sus seguidores y colaboradores. Y un ejemplo de ello es su carta de noviembre de 1893 a José Antonio Lucena, cubano nacido en Trinidad, deportado a España por conspirador en 1869 y establecido luego en la ciudad estadounidense de Filadelfia donde fue uno de los organizadores de la emigración cubana.
La misiva martiana es la respuesta a una de Lucena relacionada con lo que el Delegado califica como un “tema penoso”, identificado por algunos investigadores como un alzamiento en Cienfuegos no autorizados por el Partido. Dice el Maestro “Estamos amigo, Lucena, en revolución. Pero mal soldado me haría Vd. si se me aturde con las primeras noticias del enemigo, o se me rinde porque de un encontrón se le salió el cabo al machete. Nada debe hacerse y en el Partido Revolucionario Cubano nada se hace sin que, en lo humano, las desventajas sean menos que las ventajas.”
Franco y a la vez cuidadoso llamado martiano al destinatario para que este reaccione con serenidad y sea examinada cuál conducta se ha de seguir, para lo cual pide tiempo al agregar: “La importancia de este suceso ya saldrá.” Y aunque afirma también que no cabía en él tratar entonces de esa importancia, quizás para evitar que su juicio llegara al enemigo si este se apoderase de la carta, extrae el Delegado una conclusión positiva: “Pero la prueba irrefutable de la actividad y energía en la obra revolucionaria que va en suceso tal, y el ánimo que ella ha de traer a la masa sorda o indiferente del país compensarán —ya lo verá Vd.—desde ahora, caso de que la noticia sea cierta, todos los males que del suceso pudieran resultar.”
Sin embargo, no deja Martí de preocuparse por aquellos alzados no autorizados: “Por los hombres habría que sentirlo, por los hombres acaso muy valiosos. Pero cuando se está dispuesto a morir, se piensa poco en la muerte, ni en la propia ni en la ajena.” Y reafirma: Estamos en guerra. Con el dolor y la sangre, lo mismo que los hombres, nacen los pueblos.” Culmina su envío a “Lucena amigo” informando que después del 10 de noviembre iría a Filadelfia “y lo verá a la larga en casa de hombre honrado su José Martí.”
Notable pieza este texto de la capacidad del liderazgo martiano para aquietar a un seguidor, entregarle su postura ética y su concepto del delicado momento que se atravesaba y la heroicidad de aquellos combatientes que, a pesar de no obedecer a los planes de la dirección revolucionaria, mostraban su disposición a entregar su sangre y contribuir así al nacimiento de Cuba libre. El líder, pues, respetaba a aquellos luchadores por la libertad.
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