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170 años de José Martí: la mirada de un argentino sobre el maestro (II)

16 de junio de 2023

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José Miguel Pérez El Maestro, 1999 Acrílico sobre tela 84 x 65 cm

José Miguel Pérez, El Maestro, 1999, Acrílico sobre tela, 84 x 65 cm

 

El abogado, político y escritor argentino Carlos Aldao dejó sus recuerdos acerca del Maestro en los que nos entrega una detallada descripción de su fisonomía, su carácter, los rasgos esenciales de su personalidad y, sobre todo, su dedicación a la independencia de la patria y de nuestra América. Observador y analista atento, además de admirador pleno de Martí, Aldao da sus apreciaciones con tanto respeto y cariño como las ha trasmitido cualquiera de los tantos patriotas cubanos que escribieron acerca del Delegado del Partido Revolucionario Cubano y de su labor unitaria y organizativa para alcanzar la Cuba libre.

Según Aldao Martí afirmó en la intimidad y sin petulancia: “Si yo concibiera que puedo perfeccionarme, lo haría, porque tengo voluntad.” Tal razonamiento le hace decir a Aldao: “Y la tenía, sin duda alguna.” Y resume así Aldao su criterio evaluador: “Inteligencia eximia, corazón bien puesto, gustos delicados, aficiones artísticas, apreciador de todos los refinamientos del espíritu y del cuerpo, fue la voluntad férrea la que lo determinó a seguir un camino contrario a sus gustos y a sus aficiones.”

Esta contradicción en sí mismo indica la atención que Aldao prestó a Martí y hasta dónde entró en su condición humana. Quizás fue el primero en advertirlo o en escribirlo claramente. Así, la voluntad que demostró Martí en todos sus actos le impuso la entrega a la libertad de la patria para abrir así una república inclusiva en la Isla y dar puerta ancha a la unidad latinoamericana.

Con sorprendente acierto, dado lo relativamente breve de los intercambios martianos con el argentino, sujetados además a la tarea traduccional que acometió para el gobierno del Plata, Aldao compara “al joven que concurría al bar de Hoffman House cuando era moda neoyorkina ir todas las tardes para depositar flores al pie de los cuadros de Bouguereau” con el hombre que se “convirtió en maestro de escuela que daba dos clases por semana a negros cubanos que habitaban en Brooklyn” y que ya aceptado como el líder al fundarse el Partido “redactaba en horas y agitado el periódico revolucionario Patria, vivía en los trenes, avivando el fuego patriótico en Baltimore, en Filadelfia, en Tampa, en Key West, y donde quiera que latía un corazón cubano.”

Las cualidades del notable escritor no escaparon al juicio favorable de Aldao: “Martí escribía admirablemente; pintaba o traducía con la pluma todos los colores y todas las emociones; su estilo, nerviosos y movible, que a las veces parecía amanerado, era espontáneo y fluía abundante y preñado de ideas. Como escribía, hablaba: era un mago que subyugaba al auditorio.”

Carlos Aldao concluye su texto contando que fue a despedirlo a su vivienda. Allí le dijeron que regresaría al día siguiente de Filadelfia y le dejó una carta en la que le decía que fuera a despedirlo en un vapor que salía para Hoboken y le deseaba que muriera cuando Cuba fuera libre o él creyera que estaba libertada.”

No fue así la muerte de Martí, sino en combate, de cara al sol. Tal fue pues, la muestra final de su entereza y entrega para la patria libre. Seguramente tal caída gloriosa comprometió a Carlos Aldao a su posterior entrega de estos recuerdos de amor por Martí.

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