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Uribe y la impunidad

11 de mayo de 2021

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Molesto porque su alumno Iván Duque se vio obligado a conversar con líderes de las actuales manifestaciones de protesta contra su política económica y social, Álvaro Uribe ha hecho todo tipo de presiones para que estas se mantengan sin acuerdo alguno y así seguir eliminando a quienes se interponen en el camino del neoliberalismo ampliamente entronizado en la ensangrentada Colombia.

El ex mandatario, sin esperar a que el actual presidente diera orden alguna, orientó a las fuerzas policiales y del ejercito a disparar a matar contra cualquiera que quisiera hacerles daño, con el fin de proteger las prebendas que engrosan sus bolsillos y los de quienes le amaran, principalmente latifundistas y narcotraficvamntyes.

Uribe siempre ha sido señalado por haber cometido masivos asesinatos contra sus oponentes, incluidos aquellos falsos positivos en los que se hacía pasar como delincuentes y terroristas a ciudadanos comunes muertos por el ejército y el paramilitarismo que ayudo a crear.

Pero el ex presidente, quien siempre ha atentado contra la soberanía venezolana, está embarrado de sangre desde los pies hasta la cabeza, y aunque se le ha inquirido judicialmente por múltiples asesinatos, siempre ha logrado mantenerse indemne, gracias a diferentes recursos$, mezclados con posibles represalias, tal ha sido su poder.

La reciente decisión de la Fiscalía de Colombia de solicitar la prescripción de las investigaciones en su contra, lo acerca de nuevo a la impunidad total a la que está acostumbrado.

Pero esa impunidad no es su privilegio, es una tradición impuesta en la falsa democracia colombiana, en la cual quedan sin castigo los más grandes crímenes, siempre que los cometan la clase política o sus jefes del norte.

En contraste con otros países donde los affaires ejecutados contra gobiernos progresistas latinoamericanos han terminado por tumbar presidencias gracias a procesos judiciales amañados, en Colombia juzgar a un expresidente es algo impensable, ni siquiera cuando, como en el caso de Álvaro Uribe, ya gran parte de su entorno político ha sido detenido por vinculaciones con el narcotráfico, el paramilitarismo y las violaciones de derechos humanos.

Esto también contrasta con la “eficacia” del Estado colombiano para abrir investigaciones y procesos judiciales contra líderes sociales.

Impunes están, por ejemplo, quienes ordenaron la masacre de las bananeras en 1928, incluyendo, por supuesto, a la United Fruit Company, hoy Chiquita Brand International, que nunca perdió la costumbre de asesinar y hasta financiar golpes de Estado.

En 1929, el líder colombiano Jorge Eliecer Gaitán denunció este hecho ante el Congreso, y en un famoso discurso dijo: “Dolorosamente sabemos que en este país el gobierno tiene la metralla homicida para los hijos de la patria y la temblorosa rodilla en tierra ante el oro americano”.

Sus palabras, de hace casi 100 años, desnudaron a la oligarquía más violenta y transnacionalizada del continente. Diecinueve años después asesinaron al propio Gaitán y, como era de esperarse, también su asesinato continúa impune.

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