Maruja González
26 de abril de 2013
|Dedicamos la sección de hoy a una de las figuras esenciales en la historia del arte lírico cubano: Maruja González Linares (Mérida, Yucatán, México, 1904-Miami, 1999).
Su verdadero nombre era María de los Remedios. Hija de españoles, vino con sus padres por primera vez a Cuba a los cuatro años de edad. Luego vivió dos años en Galicia y a los siete retornó a la isla antillana, en la que, solía decir, se formó «…física, espiritual y artísticamente».
Sus pinitos en el arte fueron como bailarina en sociedades españolas, hasta que el profesor Alberto Soler Baró la escuchó cantar y se ofreció para darle las primeras clases. También estudió en la capital cubana con Joaquín Zon, Tina Farelli, Juan González y José Ojeda. En su labor primaria, actuó en las citadas sociedades, la Asociación Hispano-Americana de Bellas Artes, cines y radioemisoras.
El empresario Roberto Rodríguez se impresionó al oír la extensión y el bello timbre de la voz de Maruja, la delicadeza y cuidado de su fraseo. La llevó ante Ernesto Lecuona, quien la hizo debutar profesionalmente en el teatro el 15 de mayo de 1929 durante un homenaje dedicado a él en el Auditórium. En tal ocasión, la Compañía de Pepito Gomís —que actuaba en el Regina— estrenó la zarzuela La flor del sitio, del binomio Lecuona-Sánchez Galarraga, cuyo rol protagónico desempeñó la González. Poco después —exactamente los días 17, 18, 19, 21 y 22 de ese mes y año— el autor de La comparsa la escogió para que cantara, con su acompañamiento al piano, en las tandas elegantes del teatro Campoamor.
Su nombre encabezó la cartelera en la temporada de arte lírico cubano ofrecida en Payret por la Compañía Lecuona entre el 6 y 29 de julio de 1929. En ella sobresalió Maruja González en actos de variedades y personajes principales de El cafetal, Niña Rita o La Habana en 1830, La tierra de Venus, La flor del sitio, La virgen morena… Al evaluar el conjunto de artistas participantes, el crítico Eduardo Héctor Alonso comentó en su columna del diario Heraldo de Cuba: «La colaboración de Maruja González lo avalora considerablemente, por las facultades de la admirable cantante, que nadie supera aquí, por la posesión de una técnica que le permite aprovecharlas, por la desenvoltura escénica, increíble en quien, como ella, empieza, y por los encantos personales, que se traducen en juventud, belleza y simpatía. En lugar de preeminencia, dentro del teatro cubano, precisa tener ya, a estas horas, a Maruja González […]».
Por los resultados de su labor en toda esa etapa, la joven soprano recibió un homenaje en Payret el 24 de agosto de aquel año. A partir de ese momento, Maruja sería una de las cantantes fundamentales de Lecuona, quien la incorporó a varias de sus posteriores temporadas teatrales y conciertos. Acerca de su relación con él, en cierta oportunidad opinó: «Yo adoro al maestro, debo decirlo. Con él me hice artísticamente. Sus romanzas y canciones… Canto indio, El faisán, Orgullo, María la O… son mis cartas de triunfo por dondequiera que voy […]».
Desde finales de 1930 triunfaría clamorosamente como primera figura en compañías de zarzuelas españolas y operetas del famoso barítono asturiano Augusto Ordóñez, al que se mantendrá unida en la vida y la profesión hasta comienzos de la década de los años cuarenta. Tuvo un éxito extraordinario en La del Soto del Parral, La parranda y Los gavilanes. Con esa agrupación realizó en 1931 su primera gira al exterior, la cual abarcó Colombia, Venezuela, Puerto Rico y República Dominicana. Al regreso a La Habana, integró en el Payret un nuevo colectivo de operetas y zarzuelas, auspiciado por Ordóñez, y asimismo actuó en el Encanto al lado de varios artistas, secundados por la orquesta que llevaba el nombre de este coliseo.
Accedió al llamamiento de Lecuona desde España, en 1932, para integrar el espectáculo del maestro en el Fígaro, en el cual finalmente no participó. Mas se vinculó al estreno madrileño de La virgen morena, de Eliseo Grenet.
Unos cuatro años permaneció Maruja González en la península ibérica con sus actuaciones en Portugal y numerosas ciudades de España. Recibió elogios de renombrados compositores de este último país, tras los estrenos o interpretaciones de algunas de sus zarzuelas, entre otros, Francisco Balaguer, Pablo Sorozábal, Jesús Guridi y Jacinto Guerrero; este último le dedicó la zarzuela La españolita (L: Fernández Ardavín y V. de Pedro), la cual la consagró ante el público y la crítica especializada. Al autor teatral Adolfo Torrado le inspiró el siguiente verso: «Maruja González es / la tiple que en su garganta / mil pájaros prisioneros / al aire sus trinos lanza».
Luego del retorno a La Habana, en 1936, integró la Compañía de Zarzuela Cubana del Martí para estrenar Amalia Batista y El cimarrón, e interpretó Cecilia Valdés y María la O. En 1937 asumió en el Auditórium el rol protagónico de la opereta Sor Inés, con música de Lecuona, en su primera representación escénica.
Con posterioridad serían numerosas las actuaciones de la soprano en teatros y radioemisoras de España y América Latina, donde la llamaron «La alondra». Abundaron en su repertorio zarzuelas españolas, e hizo creaciones de la duquesa Carolina, de Luisa Fernanda; la Amapola, de La leyenda del beso, y la Adriana, de Los gavilanes, obras estas dos últimas que interpretó con el barítono colombiano Carlos Ramírez (teatro Auditórium, 1942). Figuraban, además, operetas como La casta Susana, La duquesa del Bal Tabarin, El conde de Luxemburgo y La viuda alegre, su máxima interpretación en este género, lo cual entusiasmó al cantante y actor mexicano Jorge Negrete a cantarla junto con ella en el teatro Nacional durante su visita a La Habana en 1944.
Participó en el homenaje que en 1943 tributó la Corporación Nacional del Turismo a Simons, Grenet y Lecuona en el Auditórium. Allí actuó, por otra parte, en la gala dedicada a Ernesto Lecuona en 1952 al celebrarse sus Bodas de Oro con el arte.
Cuando se inauguró la televisión en Cuba, apareció en los principales programas musicales de la época: Gran Teatro, Una hora de arte y cultura… Sus últimas presentaciones en La Habana acontecieron en 1958 con la compañía de zarzuelas de los españoles Alberto Aguilá (barítono) y Antonio Martelo (tenor cómico y actor de carácter).
Como artista invitada de la Compañía Puertorriqueña de Zarzuelas, en agosto de 1965 cantó Luisa Fernanda y Los gavilanes en el teatro Tapia, de San Juan, la capital de Puerto Rico, donde ese año se había exiliado. Unas semanas más tarde, el 25 de septiembre, actuó en el Carnegie Hall, e interpretó, en concierto, la popular zazuela de Guerrero antes mencionada. Esas fueron sus últimas presentaciones públicas. Para la firma Victor dejó grabados tres discos de larga duración: La viuda alegre, Luisa Fernanda y Melodías de Cuba, con la participación en todos ellos del tenor Francisco Naya y la dirección orquestal de Gonzalo Roig.
En torno a esta soprano, Antonio Palacios opinó: «…una compañera de méritos excepcionales, tanto artísticos como personales… ¡Maruja González!… Yo he conocido pocos casos de amor al trabajo, de entusiasmo y dignidad profesional como el de Maruja… Tiene “punta”… ¡genio!… su voz llega, no a los oídos… un poco más profundo… a ese límite que separa lo ¡divino de lo humano!».
Galería de Imágenes
Comentarios