José Martí y el gran valor que le concedió a la belleza espiritual
4 de mayo de 2021
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José Martí resaltó en trabajos periodísticos como en sus poemas la importancia que tenía la belleza, sobre todo la espiritual en la vida de los seres humanos.
Él afirmó que lo bello contribuye a hacer más grata y placentera la vida y también aseguró que un bello cuadro, una límpida estatua, un juguete artístico, una modesta flor en lindo vaso, pone sonrisas en los labios donde morían tal vez las lágrimas.
Específicamente esto lo afirmó en el trabajo que salió publicado en La Nación, de Buenos Aires, Argentina, el 10 de diciembre de 1882.
Tanto en esta como en otras ocasiones Martí hizo reflexiones muy significativas en torno a la trascendencia de la belleza para los seres humanos.
Por ejemplo en la Revista Universal de México, exactamente el 13 de noviembre de 1875, catalogó a la belleza como un dulcísimo poder.
Y agregó al respecto: “La belleza es bastante poderosa por si misma y es más bella de seguro que la copia de una probable fealdad.”
También en la publicación mexicana anteriormente citada, en este caso en un trabajo titulado Hasta el cielo, reflejado el 7 de marzo de 1876, Martí señaló que la belleza, por sí misma, es un placer.
Y seguidamente expuso: “Hallamos algo bello, y hallamos algo de nosotros mismos.”
Martí señaló, además, que una es la belleza y múltiples las maneras de realizarla. Algunos años después en una de sus colaboraciones periodísticas para una publicación estadounidense, específicamente la identificada como The Hour, que se editaba en Nueva York, manifestó que la belleza luce más cuando no pretende enfrentarse con la razón.
En otro de sus trabajos, en este caso en la Sección Constante, que publicaba en la Opinión Nacional, en Caracas, Venezuela, se refirió a la importancia que tenía que los seres humanos atendieran lo relacionado con embellecer los objetos. Acerca de ello trató el 16 de febrero de 1882, al señalar: “Hace bien a los hombres quien se ocupa de dar bella forma a los objetos que han de rodearlos.”
Y también aseguró: “…la belleza en lo que nos rodea ayuda a la vida.”
Llegó a resaltar que la belleza alivia y constituye un canto hermoso.
Con respecto a la significación que tenía para los hombres y mujeres tener como compañía objetos hermosos e incluso obras de arte, Martí igualmente trató en otros trabajos periodísticos, tales como uno incluido en noviembre de 1883 en la edición de la revista La América, editada en Nueva York, en el que expuso: “Así como una habitación espaciosa invita a la majestad, un objeto bello invita a la cultura. El alma tiene su aire: y lo echan de sí los objetos bellos.”
Y en la única novela que escribió, la titulada Amistad Funesta, que se publicó en partes en un periódico estadounidense en el año 1885, significó que las habitaciones se han de tener lindas, no para enseñarlas, por vanidad, a las visitas sino para vivir en ellas y precisó que ello mejora y alivia el contenido constante de lo bello.
También añadió: “Conviene tener siempre delante de los ojos, alrededor, ornando las paredes, animando los rincones donde se refugia la sombra, objetos bellos, que lo coloreen y lo dispensen”
He hecho referencia a lo que Martí dijo sobre la belleza y he señalado ejemplos de lo que especificó acerca de ello, relacionados con la realidad material.
Pero sobre todo Martí le concedió una trascendencia mayor a la belleza desde el punto de vista espiritual y en tal sentido patentizó lo que ello significaba en correspondencia con el modo de actuar de los hombres y mujeres.
Y un ejemplo muy elocuente de lo que él expusiera al respecto se puede encontrar en una emotiva y extensa carta que le escribió a la joven María Mantilla, fechada el 9 de abril de 1895 en Cabo Haitiano.
Al reflexionar acerca de la belleza, Martí le expresó a la citada joven: “Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro necesita poco afuera. Quién tiene mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco.”
Seguidamente le aseguró: “Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quién conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí.”
Martí ejemplificó lo que le comentaba al exponerle a María Mantilla que no se debe poner en un jarrón de China un jazmín; y precisa que debe ponerse el jazmín, sólo y ligero, en un cristal de agua clara.
Y le expuso en forma categórica: “Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor.”
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