ribbon

Martí, profesor de diplomacia (I)

30 de abril de 2021

|

 

José Martí y Gonzalo de Quesada y Aróstegui

José Martí y Gonzalo de Quesada y Aróstegui

 

Durante varios años Martí fue cónsul en Nueva York de varias naciones latinoamericana: de Uruguay interinamente en 1884 y en propiedad desde 1887 hasta 1892; y de Argentina y Paraguay entre 1890 y 1892. Esa experiencia le enseñó los procederes del ejercicio diplomático, tanto los públicos como aquellos que suelen moverse entre bambalinas, así como el necesario ajuste a los fines e intereses políticos de la nación representada por cualquier cargo en esa esfera.

Pensando y trabajando siempre por la libertad de la patria, Martí ajustó a esos fines su desempeño como cónsul, lo cual, desde luego, le obligaba a moverse con el cuidado de no trasgredir las normas establecidas al respecto y reconocidas por el Derecho Internacional de la época.

Su criterio influyó para que la delegación argentina a la Conferencia Internacional Americana, efectuada en Washington entre finales de 1889 y los primeros meses del año siguiente, contratase como secretario a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, entonces un joven de 22 años de edad que se hallaba terminando sus estudios de Derecho en Estados Unidos, donde residía con su familia desde niño, y quien colaboraba con las actividades patrióticas martianas hacía ya un tiempo atrás. Prueba de esa intervención martiana en favor de Quesada se evidencia en su carta al joven cubano, de 17 de octubre de 1889, en que le dice que lo ha presentado “como persona firme y discreta” y que le parece “muy bien” el sueldo ofrecido por los argentinos.

Un mes después, en larguísima misiva del 29 de octubre, Martí le aconseja acerca de la delicadeza con que debe actuar dada su posición al servicio de los argentinos y al peligro que atravesaría el futuro de Cuba si se abría paso en la Conferencia, como Martí preveía que podía ocurrir, la aceptación de la anexión de la Isla a Estados Unidos.

Con su experiencia de vida, el Maestro le advierte a Quesada: “… el peligro en que está Vd. de que, con el pretexto de amistad, se le acerquen personas interesadas que quieran valerse de la posición de confianza de que goza, cerca de una delegación importante a la que con la astucia se le quisiera deslumbrar, o confundir, o convertir, o atraer a la estimación de personas que llevan el veneno donde no se le ve. Lo han de querer usar, descaradamente unos, y otros sin que Vd. lo sienta.” Más adelante le puntualiza: “No hable mal ni bien de quien oiga hablar bien—o mal, hasta saber si hay causa para el elogio o la censura, o si lo que se ha querido es acreditar o desacreditar a una persona, por el medio indirecto o involuntario de Vd.” Y le remarca el alcance diplomático de tales acciones: “…preveo que no se ha de dejar sin intentar el propósito de llegar por medio Vd. al ánimo de la delegación, que es de tanto peso y juicio, y de pueblo tan viril, que nadie busca ni necesita consejo, pero diera, sobre todo en cuanto a los hombres formarse opinión errada y peligrosa de esta persona o aquella, por verlas en buen predicamento con los que tienen merecida su confianza…”.

No dio Martí clases para diplomáticos en el aula; pero sus consejos a Quesada siguen siendo útiles para quien ejerce como tal, y, aún más, son lecciones válidas para afrontar las relaciones humanas en general. Sin duda fue Martí un buen conocedor del alma.

Galería de Imágenes

Comentarios