La naturaleza inalterable de los imperios
24 de marzo de 2021
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Suman cada día más los estudiosos e investigadores de la historia y las ciencias sociales en general, quienes coinciden en calificar como inalterable la naturaleza y el carácter de los imperios hasta hoy conocidos y surgidos como consecuencia de la división de la sociedad en clases y la aparición de las naciones, con la propiedad privada como telón de fondo.
Quienes profundizan en esos conocimientos se remontan a los imperios romano, otomano y persa a los imperios de occidente, a los diversos que existieron en Asia y aun a los rudimentarios imperios tribales africanos, todos inspirados y motivados por ansias comunes de dominación, saqueo y opresión de los más débiles, con propósitos de hegemonía y explotación.
Así ha sido en el transcurso de los siglos y ni siquiera las viejas metrópolis europeas se salvan del calificativo, en medio de situaciones que generalmente han enfrentado la resistencia y el combate por parte de los sojuzgados, generando tradiciones de lucha imposible de ser aplastadas hasta la hora actual.
Los imperios, sin dudas, han evolucionado en sus formas, métodos y estilos de dominación, sobre todo en la medida en que el gran capital lo ha hecho, dando paso a otras teorías como el neocolonialismo o el neoliberalismo que, en esencia, persiguen los mismos objetivos, aparentemente envejecidos o enmascarados que vienen de la antigüedad.
Un caso actual de imperialismo clásico, pero renovado acorde con nuevos criterios que suelen presentarse como novedosos, atractivos e incluso socialmente justos es el que emana desde Estados Unidos –una Roma americana como le llamó José Martí– y pretende erguirse cual dominante sobre el resto del mundo, que le presenta creciente resistencia y se niega a someterse a sus dictados criminales y absurdos, violatorios de cuanta ley y derecho internacional ellos mismos dicen defender.
Es un cao de hipocresía y doble rasero posiblemente nunca antes visto en la diplomacia y las relaciones entre Estados que deben ser independiente y soberanos, en cuyo ejercicio nefasto se alternan dos grupos políticos dominantes dentro de los marcos actuales del que dice ser el imperio más poderoso que ha conocido la humanidad.
Sin mucho esfuerzo puede confirmarse, en el terreno de los hechos y muy particularmente de la situación del mundo actual, que la naturaleza inalterable de los imperios es mucho más que una verdad académica. Es una realidad que los diferentes gobiernos de Estados Unidos –desde hace más de doscientos años– se han encargado de demostrar.
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