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José Martí triunfa en Caracas

19 de marzo de 2021

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Plaza Martí en Caracas

 

El 20 de enero de 1881 Martí desembarcaba en el puerto de La Guaira, tras un viaje de doce días desde Nueva York. La Guerra Chiquita había fracasado y el joven que cumpliría pronto los 28 años de edad viajó al país sudamericano para rehacer su vida y quién sabe si en busca de apoyo para la patria, pues en 1871 su gobierno había enviado una importante expedición a la Isla en apoyo de los mambises.
La buena acogida que encontró de inmediato le hizo escribir a su esposa para que ella y su hijo se le reunieran. Dos afamados colegios le abrieron las aulas como maestro, “La Opinión Nacional”, prestigioso diario cercano al gobierno, le abrió las páginas a su firma y varias personalidades de la intelectualidad caraqueña le fueron entregando su amistad.
Dos meses después, en la inauguración del Club de Comercio, el cubano hizo gala de su oratoria apasionada y conceptual para ganarse la admiración y el apoyo de la refinada clase ilustrada caraqueña en que compartían antiguas familias, descendientes de los libertadores y ágiles negociantes que abrían espacio a las producciones del país en los mercados extranjeros de la época.
La noche del 21 de marzo de1881 quedó en la memoria de los asistentes a la céntrica y amplia edificación, quienes colmaron el amplio salón, la mayoría de ellos decidida a conocer al orador de quien ya muchos hablaban favorablemente. Lamentablemente, no se conserva el texto leído por Martí aquella noche, aunque las dos versiones fragmentarias encontradas en su papelería dan una idea de los asuntos que trató y permiten comprender el por qué de la cálida acogida que recibió. Fue una oración de tono y propósito latinoamericanista que así daba seguimiento a los puntos de vista en tal sentido que había expresado tiempo atrás en Guatemala.
Allí planteó que la independencia de Cuba era la estrofa que faltaba al poema de 1810, y que la Isla sería como un puente entre Hispanoamérica y Europa, “ciclópeo tálamo de donde surgirá al fin, asombrosa como hija de Cíclopes la gloria definitiva de estas tierras.”
La fuerza de sus atrevidas imágenes; los sentimientos desbordados en sus palabras, sus gestos y su voz; la muestra de su conocimiento y admiración por los próceres de la independencia venezolana, particularmente por Bolívar, y su llamado a abrir paso a una nueva América, electrizaron al auditorio que premió con intensa y larga ovación al disertante.
Uno de los escritores venezolanos presente en el Club, redactó después sus recuerdos de aquella noche memorable. Reconoció que “la fama que precedía a su nombre daba derecho a esperar un éxito ruidoso”. Pero, añade, “la realidad excedió a todas las ilusiones concebidas. Y afirma: “No era un hombre; era el genio viviente de la inspiración…” Describe la explosión al escucharle: “Todos prorrumpimos en frenéticos aplausos y gritos de entusiasmo, al primer pensamiento vertido por los labios del orador…” Y se cierra este testimonio cuando narra el final de aquel memorable encuentro martiano memorable con los venezolanos: “Bajó de la tribuna y cayó en brazos de tantos como lo esperábamos para darle un testimonio del aprecio y del respeto que merecen e inspiran las almas generosas consagradas al culto del deber y la virtud.”
Y “La Opinión Nacional”, al reseñar el acto, dijo que desde su aparición, aún sin terminar el exordio, Martí “ya se había captado la simpatía de todos, ya había conmovido a todos los corazones, ya había dominado a todas las inteligencias, y ya se había asegurado el triunfo completo.”

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