¡Hay que tener cara!
12 de marzo de 2021
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Este 11 de marzo, coincide con el primer año de haberse declarado la Covid-19 como pandemia por la Organización Mundial de la Salud.
En muchos países, el esfuerzo de gobiernos ha posibilitado, al menos, un cierto control de la enfermedad y un plan para la detección, ingreso y atención hospitalaria a quienes resultan positivos a los análisis de PCR, como medio diagnóstico.
La carrera hacia una vacuna aún presenta más esperanzas que resultados, aunque ya se hayan aprobado varios de los candidatos vacunales y se esté emprendiendo la inmunización, principalmente en países ricos que han acaparado la mayoría de las dosis, por ser los que tienen dinero para pagarlas.
En América Latina, desgraciadamente, existen algunos de los más tétricos ejemplos de lo que sucede cuando quien gobierna los destinos de algún país ha optado por seguir el actuar del ex presidente estadounidense, Donald Trump, de ignorar la pandemia, apostar por la apertura económica, no uso de mascarillas ni la observación del distanciamiento social y las medidas de higiene más estrictas.
Brasil, en este caso, es a nivel planetario el territorio más afectado por la política irresponsable de su presidente, Jair Bolsonaro, que no por gusto se le conoce como el Trump del trópico, y ha llevado a la nación a batir todos los récords posibles de contagiados y fallecidos.
Hasta este 11 de marzo la cifra de contagiados es de 11 millones 202 305 personas y la de fallecidos supera los 271 000.
Aún así y sin la menor muestra ética de su responsabilidad en esta catástrofe humanitaria, Bolsonaro acudió al Palacio de Planalto, en Brasilia, a un acto oficial donde se vanaglorió de que «Brasil es un ejemplo para el mundo en el enfrentamiento a la pandemia», y que su «gobierno ha sido incansable en la lucha contra la enfermedad».
Coincidía su cínica confesión con la noticia de las autoridades de Salud del país, que informaban el nuevo récord de muertes diarias por Covid-19, con un total de 2 286 fallecidos.
En el propio acto, el gobernante fue un poco más allá en su versión irreal de lo que sucede en su gran nación, al afirmar que «no desamparamos al pueblo brasileño. No se tiene noticia en el mundo de un proyecto social de tamaña envergadura».
Es imposible creer en los argumentos del presidente, más cuando en ese país ha colapsado todo el sistema hospitalario y faltan camas de terapia intensiva en casi todos los estados, mientras Bolsonaro se aferra en rechazar una cuarentena de alcance general.
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