Premisas y añoranzas sobre la Bodeguita del Medio
4 de marzo de 2021
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Y así, en lo más auténtico de la añeja Habana de intramuros, existe un lugar de reunión
de artistas, equivalente tropical de lo que fuera, La Grenouille de Paris, o en México,
hace treinta años (década del veinte), aquel sorprendente café de Los Monotes
(Frente al Teatro Fábregas), donde el visitante saboreaba el atole nocherniego
al pie de paredes decoradas con dibujos originales de José Clemente Orozco.
Alejo Carpentier, escritor cubano
Siempre que comienzo una obra escrita, tengo la certeza que me espera el desbroce obligado de una larga madeja de informaciones y opiniones, que a la larga se convierten inevitablemente en una sistemática investigación particular del tema tratado. El caso que hoy me ocupa, relatar algo más de lo que habitualmente es recurrente sobre el conocido restaurante de comida tradicional cubana, La Bodeguita del Medio, no esquiva esa realidad.
Hace ya no pocos años, los vaivenes de la vida laboral me llevaron desde las minas de níquel del oriente cubano a las estrechas calles de la Habana Vieja que circundan la Bodeguita –como generalmente se le conoce– Como suele ocurrir, vine con una marcada encomienda de rápida ida y vuelta, pero el designio del destino y de los hombres, hizo que el retorno se dilatara a tal extremo, que aún estoy por utilizar el boleto de regreso en dirección contraria. Y la entonces lánguida, vetusta y aburrida Habana Vieja al momento de mi entrada formal en sus calles, se nos ha convertido en un lugar esplendente. No es un enclave perfecto, no quiero que se le de ese nombre –como dijera el poeta–, pero parafraseando nuevamente a Pablito Milanés, se acerca a lo que cualquiera hubiera simplemente soñado.
Entre una cosa u otra, transcurrió casi una década donde mis pasos eran diariamente obligados en ese entorno, e imperceptiblemente, el germen que flotaba en el ambiente me pegó de tal forma, que ya me considero un enfermo crónico, contagiado con el esperanzador virus conocido como habanaviejitis.
El turismo internacional que le ha insuflado vitalidad al altar culinario de la Bodeguita, casi no existía y no era difícil encarar en su relativo reducido espacio, una rápida y económica comida en sus mesas y taburetes rústicos, al conjuro de la música trovadoresca de Carlos Puebla, con temas que hoy son ya internacionalmente antológicos. La Bodeguita era asequible desde todo punto de vista y su hechizo era tan familiar que se nos diluía en la cotidianidad.
Es cierto que añoro aquella Bodeguita a la mano, pero me congratulo con que la de hoy –a partir de la afluencia masiva de turistas de muchos lugares del mundo– brinde su hospitalidad y sabor a los agraciados que acceden a refrescar con un nativo Mojito o degustar una sabrosa mesa cubana servida con el sencillo protocolo criollo.
Poco a poco se convirtió en sitio preferencial de muchos que disfrutaban no sólo su excelente comida autóctona, sino además, el ambiente en el cual vio la luz. Una atmósfera desenfadada, lejos de toda etiqueta y convencionalismo y el sabor distintivo de los platos que desde un inicio fueron sinónimo de su cocina.
La lista de distinguidos clientes se fue nutriendo de forma ininterrumpida durante las más de siete décadas de vida exitosa de este preciado lugar: Probablemente sea uno de los lugares a escala universal, que han visitado, y más excepcional aún, documentado, tantos reconocidos personajes de todas las esferas de la vida social, política y económica de cada rincón del mundo.
Los cuatro números del año 1942, año de surgimiento de La Bodeguita, se enrocan en un presentimiento de enlace definitivo, con los dígitos del año del descubrimiento de Cuba en 1492. El hombre occidental conoce por vez primera, en esta isla, productos de la flora y la fauna, que conjuntamente con otros de diversos lares americanos, enriquecieron significativamente desde entonces la cocina planetaria: maíz, ají, papa, tomate, cacao, aguacate, yuca, calabaza, pavos, papayas, piñas, guayabas, mamey… En los mismos albores del Nuevo Mundo comienza a conformarse la rica historia de la cocina cubana, transformada con el paso del tiempo y con los vientos de sus cuatro puntos cardinales influyentes, en íntima y simplemente tradicional.
Pero no lo he dicho todo. El límite de espacio me obliga a poner momentáneamente el freno sobre mis recuerdos y apreciaciones relativas a la Bodeguita, con la promesa de volver siete días por medio, a volcar lo que aún me queda por decir.
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