Martí, protagonista de la Conferencia Monetaria Internacional Americana
26 de febrero de 2021
|El viernes 3 de febrero de 1895 Martí partió de Nueva York hacia Washington para el día siguiente ocupar el escaño correspondiente a Uruguay en la segunda sesión del cónclave. En la siguiente reunión, el 10 de febrero, su voz se escuchó en más de una ocasión. Allí se opuso a la propuesta de unos de los dos delegados de Estados Unidos de aprobar en conjunto el Reglamento de la Conferencia presentado por ese país. Martí expresó que ello sería “un precedente temible”, y logró que este fuera debatido punto por punto. Resuelto este aspecto, cuando parecía ya posible iniciar los debates en torno a los asuntos monetarios, surgió otra propuesta estadunidense para posponer la Conferencia hasta abril de modo de que sus delegados llegasen a coincidir en cuál patrón monetario aceptar, si el oro o la plata. El representante de Uruguay, sin embargo, planteo concederles a esos efectos solo hasta el 23 de marzo, lo cual fue finalmente aceptado, por unanimidad. En esa misma sesión Martí fue designado miembro de la Comisión de Credenciales junto con los delegados de Brasil y de Colombia.
El Maestro regresó a sus labores habituales en Nueva York, y el 23 de marzo se hallaba de nuevo en la capital estadounidense. Esta cuarta sesión fue extensa y de intenso cruce de ideas. La delegación estadounidense echó atrás el objetivo de la reunión al manifestar que era improcedente en ese momento la creación de monedas de carácter internacional y propuso celebrar una conferencia mundial dos o tres años después. ¿Sería esta una reacción ante el evidente rechazo a imponer sus puntos de vista a los países del sur? Colombia y otra vez Uruguay se opusieron a la discusión inmediata de la idea, como querían sus propulsores.
Siete días después se efectuaba la quinta sesión en la que Martí presentó el dictamen, contrario a convocar un encuentro monetario en fecha tan cercana como la presentada por Estados Unidos. Este tema se continuó debatiendo en la sexta sesión el 1º de abril en la cual se designó una comisión para dar por terminada la Conferencia sin hacer convocatoria alguna para otra conferencia universal. Y el día 3 de ese mes el plenario aprobó no adoptar una relación fija entre el oro y la plata, así como expresó solo el deseo de más adelante estudiar cómo uniformar las monedas del continente.
A la octava y última sesión, de carácter protocolar, Martí no asistió: había vuelto a Nueva York a atender sus múltiples obligaciones. Había sido el más destacado delegado latinoamericano: se desempeñó en tres de las cinco comisiones creadas y se le encargó la redacción del informe final por la que trabajó en torno a las propuestas de Estados Unidos. El investigador Rolando González Patricio, al revisar las actas de la Conferencia, encontró que entre los diecinueve delegados, Martí ocupó el 10% de las intervenciones; fue el segundo, luego del presidente de la Conferencia, en ser referido por sus intervenciones, las cuales ocupan la cuarta parte de las efectuadas durante las sesiones.
Uruguay vibró por la palabra del cubano, quien interpuso su talento, su capacidad negociadora y de convencimiento para echar por tierra el intento de la naciente potencia imperial de conducir a Nuestra América en pos de sus intereses hegemónicos.
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