Fabricando falsedades
29 de enero de 2021
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La llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos no significa exactamente el cambio de la política militar hostil norteamericana para tratar de evitar la consecución de la Ruta de la Seda económica emprendida por la República Popular China, dándole un carácter belicista bajo el pretexto de “la expansión china”.
Es por ello que Washington vuelve a reforzar esos vínculos con países del sudeste asiático, trata de involucrar al respecto a la India y refuerza nexos con Australia, cumpliendo orientaciones del Centro de Estudios Asiáticos de la reaccionaria Fundación Heritage, que recomendó volver a ocupar posiciones en la región y aumentar el número de tropas y otros tipos de efectivos en Asia meridional para impedir el avance de Beijing.
Igual opinión tiene el Estado Mayor de Operaciones Aéreas y Espaciales de la Fuerza Aérea estadounidense, luego que recibiera el informe encomendado a la Corporación Rand, realizado por un grupo de expertos de ideología derechista.
Así, ambos “tanques pensantes” sostienen el punto de vista de que la ausencia de cooperación de Washington con antiguos aliados (en Asia) ha creado un vacío de poder aprovechado por Beijing, de ahí que EE.UU. aherroja aún más al tratado al respecto con Japón y mantiene otro con Corea del Sur, para evitar, además, un mayor acercamiento con la República Popular Democrática de Corea.
Los medios informativos manejados por el Imperio tratan de hacer creer la simpleza de que “mantener la libertad de los mares de Asia es un interés clave para Estados Unidos”, y no que se trata de un área geopolítica que EE.UU. quiere dominar completamente, por lo cual realiza incursiones próximas a las aguas territoriales chinas y su aliento a Taiwán para que evite las relaciones con el territorio continental.
En este contexto destaca también la nueva permanencia de tropas estadounidenses en territorio filipino, pretextando el combate al terrorismo, lo que vuelve a mellar la decisión del archipiélago de seguir la polítca trazada en 1991, cuando el país asiático rechazó el acuerdo que permitía a Estados Unidos mantener bases militares en ese territorio.
Washington ya había enfatizado en varias ocasiones que no quería volver a tener bases militares en Filipinas, pero nunca negó su interés en contar “con acceso sin bases” al país y a la región, mediante maniobras conjuntas y puertos de escala.
Así, desde hace 17 años en Mindanao EE.UU. tiene pistas de aterrizaje para helicópteros de combate y barracas para tropas, lo cual revela una permanencia no muy publicitada.
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