Madre Teresa de Calcuta
25 de noviembre de 2020
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La Madre Teresa de Calcuta murió a avanzada edad el 5 de septiembre de 1997 y la noticia conmovió con ese pesar sincero que dejan las ausencias irreparables.
Pero desde enero de 1999 tiene ella en La Habana su Jardín, que le rinde homenaje permanente entre el verde de la abundante vegetación, en el espacio que ocupara el tercer claustro (demolido tiempo atrás) del Convento de San Francisco de Asís. A la entrada, por la plazoleta que guarda la Fuente de los Leones, un pensamiento filosófico-poético de la Madre Teresa recuerda al género humano:
La vida es sueño, hazlo realidad.
La vida es un reto, afróntalo.
Nacida en 1910 en Skopje, Macedonia, de padres albaneses, la Madre Teresa consagró su vida al cuidado de los moribundos y los desamparados. En 1929 marchó a la India para iniciar su noviciado y la situación de los sectores humildes de aquel país la estremeció profundamente. Años después, en 1950, recibió del Vaticano la autorización para fundar la congregación Misioneras de la Caridad, con ramificaciones en numerosos países.
La nueva congregación llevó a cabo una labor humilde y sostenida de atención a los pobres entre los más pobres de la India y otros puntos del planeta.
Considerada la mujer más benemérita de Asia y admirada en todo el mundo por su solidaridad con los moribundos, en enero de 1964 se le obsequió un lujoso automóvil que subastó sin siquiera estrenarlo y luego destinó el importe de su venta a los leprosos. En decisión que contó con universal aprobación, en 1979 se le otorgó el Premio Nobel de la Paz. El 8 de julio de 1986 se detuvo en Cuba como parte de un recorrido por el Caribe.
Acudieron a recibirla al aeropuerto el pronuncio apostólico, funcionarios de la Oficina de Atención de Asuntos Religiosos del Comité Central, los arzobispos de La Habana y Santiago, así como otros funcionarios del Estado y la Iglesia cubana.
Fue breve su estancia, pero significativa por el carisma de la religiosa y el conocimiento ya existente de su labor humanitaria, por lo que su presencia en cada una de las instituciones religiosas que visitó se recibió con extraordinario entusiasmo.
En una ocasión alguien le preguntó cuál consideraba que sería la mejor manera de paliar la miseria y construir una vida justa. La Madre Teresa, acostumbrada a obrar pero también mujer de muchos recursos intelectuales, respondió con palabras que no podemos olvidar: Cuando tú y yo aprendamos a compartir.
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