ribbon

José Martí: apreciaciones sobre Wendell Phillips

29 de noviembre de 2020

|

 

b1961d74a56a7610118049854a4bce81

 

Wendell Phillips fue un abogado estadounidense que a su vez se destacó como un famoso orador. Su nacimiento se produjo en la ciudad de Boston el   29 de noviembre de 1811. Él falleció el dos de febrero de 1884.

Acerca de Phillips comentó José Martí en trabajos que publicó en la Revista La América en 1884.

Señaló que se reveló contra los que eran defensores de la esclavitud y detalló que acababa de morir y todavía no le había nacido un émulo.

Precisó Martí: “¡Que brío! ¡que pompa! ¡que anatema! ¡que flagelo”. Maceradas se hubieran visto aquella noche las espadas de los esclavistas, si las hubiesen desnudado de sus ropas. Era una ola encendida que les comía los pies, y les llegaba a la rodilla, y les saltaba al rostro: era una grieta enorme, de dentadas mandíbulas, que se abría bajo sus plantas; como elegante fusta de luz era, que remataba en alas; era como si un gigante celestial desgajase y echase a rodar sobre la gente vil tajos de monte.”

Explicó Martí al ofrecer otros detalles de quién defendió la causa del abolicionismo y a los indígenas norteamericanos: “Él era rico, era de ilustres padres: era de universidad famosa; era de culta, diestra y armoniosisima palabra: era estudioso, impetuoso, ambicioso, ágil: ¡parecía que la tierra lo recibía en casa de fiesta, y todo iba a ser para el éxito, paga, puesto público, fama fácil, gloria brillante, carroza de oro!”

Seguidamente aseguró: “Pero era de esa raza de hombres radiantes, atormentados, erguidos e ígneos, comidos del ansia de remediar los dolores humanos.”

Wendell Phillips fue miembro de la American Anti Slavery Society y fue su presidente desde 1865. Estuvo considerado como el mejor orador de la citada organización.

Y acerca de las cualidades de Phillips como orador Martí también expuso en el trabajo que publicó en la revista neoyorkina La América en 1884 que parecía que de no sentirse en pueblo sensible a lo grandioso, había hallado manera de acomodar su palabra, abundante y segura, a las artes menores que seducen a auditorios incultos y vulgares.

Señaló que hacia chistes, exponía anécdotas así como ridiculizaba y  hendida de un juicio acre a su enemigo.

Y agregó: “Pero por encima del gusto burdo, en aquella época sobre todo, de la nación que le cupo en suerte; por encima de su voluntad misma generosa, que a la propia gloria prefería el triunfo de la idea con que, más que con su mujer misma, se había deposado, por encima de los hábitos nacionales y los intentos previos, hinchábase de súbito su oratoria en tormenta, y de acá alzaba el mar, de allá lo vertía en lluvia sonora: y parecía venirse sobre el público, como cerrada nube negra, y abrirse en rayos.”

También Martí señaló que era en una parte de su discurso como llovizna de flechas, todas cortas y agudas; plática, en otra, popular y amena, que le traía la atención, estima y juicio del vulgo; párrafos, en otras, que, como lienzo encogido a vientos magnos, se hinchaba, redondeaba, adelantaba y crecía, y se abría al cabo en alas.

De inmediato Martí manifestó: “Más no salía el vibrante discurso de sus labios con ese aparato fragoroso, verba plena ondeante y cabellera de relámpagos con que deslumbra y asombra, como si una selva o una tempestad se humanaran y hablasen, la elocuencia hispanoamericana; sino

de suave, firme y penetrante modo, como si de antemano trajese estudiados el lugar y el alcance de la herida, y con deliberado movimiento y mano fría hundiese el arma en la víctima elegida.”

Comentó que no tuvo aquella amplitud, catolicidad, ciencia de vida desapasionamiento de juicio y tolerancia que son menester para dar opinión

viable, aún en detalles mínimos, sobre las cosas humanas; que sólo el que concibe bien el conjunto puede legislar en el accidente, que es su abreviación y suma.

Igualmente Martí significó que no hirvió por largos años, como el orador que ha de influir en su pueblo ni clavó el diente trémulo, sentado en los peldaños del palacio ajeno, en el pan salado de otros.

Y agregó: “No le enseñó la vida aquella melancólica indulgencia, antes de tránsito y ajuste, y moderación saludable que ella enseña; vino de súbito a vivir entre los hombres, menores de espíritu en su mayoría, con todas las dotes sublimes y funestas de los mayores de espíritu.”

Especificó que la pobreza, el destierro, la oscuridad del nacimiento, las amarguras del noviciado, toda esa levadura de la vida, que la pone a punto y acendra, para él no contó.

Y seguidamente precisó: “Su natural encumbramiento, su ansia de darse y de esparcirse, su afán de atraer a todos a su cumbre, por lo que andaba siempre, con mengua de su misma vida, colgado al borde de los abismos, con un brazo defendiéndose de los que lo empujaban a ellos, y con el otro levantando de ellos a los buitres, y azotando con los que se asían de su mano, como con un ramo de sarmientos, el rostro de los egoístas; su ternura abundante, y como oceánica; su violenta necesidad del propio sacrificio en bien ajeno: su supramundo, en suma, no mermado en su niñez por carencia,

ni alarmado por anuncio humano alguno, no se corrigieron ni bajaron de quilate, como ha de bajárseles si se les quiere hacer encajar en la existencia diaria, sino que se precipitaron y encumbraron, por el comercio entusiasta con grandes hombres y robustos libros, en que el heroísmo y la imaginación campean; de modo que sólo lo sobrenatural –que ha de dirigir

finalmente, pero que no puede dirigir inmediatamente lo natural– llegó  a ser natural para Wendel Phillips.

Al resumir en una breve pero significativa frase la trascendencia de ese eminente abogado y orador estadounidense Martí detalló: “Esa fue su vida, ministerio sereno de justicia.”

Sobre Phillips Martí elaboró otro trabajo también en 1884 en el que trató sobre su muerte, su influencia, su carácter, su estilo y otros elementos.

Ese trabajo salió reflejado en La Nación, de Buenos Aires, Argentina, en la edición del 28 de marzo de 1884.

En la parte final de dicho trabajo Martí dijo al referirse a Phillips: “Garra era de león forrada en guante. Implacable era y fiero, como todos los hombres tiernos que aman la justicia.”

Galería de Imágenes

Comentarios