Celebración por el Día del Idioma
23 de abril de 2013
Hoy la Academia Cubana de la Lengua, fundada el 19 de mayo de 1926 y declarada mediante decreto presidencial del 23 de agosto de 1951 “corporación oficial de carácter autónomo, al tiempo que un organismo consultivo del Estado”, celebra con gran regocijo el Día del Idioma. Esta conmemoración fue oficializada en 1944 y se lleva a cabo cada 23 de abril, día en que falleció, en 1616, la figura máxima de las letras españolas, Miguel de Cervantes Saavedra.
Rendidos los honores pertinentes ante la estatua de Cervantes en el parque de San Juan de Dios, nos reunimos aquí para concluir esta celebración mediante la presentación del Boletín de la Academia Cubana de la Lengua y de las Memorias de Peñalver y Espínola.
En esta oportunidad, nuestro Boletín comprende los años de 2010 a 2011, o sea los volúmenes decimoquinto y decimosexto de su tercera época. Debemos recordar que esta publicación vio la luz por primera vez en 1952 y dejó de editarse en 1961. Su reedición se inició en 1964. Finalmente, a partir de 1996 y bajo la égida del inolvidable Salvador Bueno, continuador de la labor de Dulce María Loynaz, directora honoraria perpetua de nuestra corporación, se reanudó la publicación de nuestro Boletín en su tercera etapa gracias al invaluable apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad y de Ediciones Boloña.
Inicia este volumen el discurso pronunciado por la académica de número Elina Miranda Cancela en el recibimiento en nuestra corporación de la Dra. Maritza Carrillo Guibert, profesora de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Esta actividad se llevó a cabo el 22 de octubre de 2010 en el Aula Magna del Colegio San Gerónimo, donde radica nuestra sede. A continuación aparece el discurso de ingreso de la nueva académica, “A propósito de las ideas gramaticales y su enseñanza en Cuba”, de gran utilidad para quienes se interesan por conocer esta parcela de la lingüística cubana.
En la segunda sección de nuestro Boletín saldamos una vieja deuda con nuestra colega Luisa Campuzano, que fue publicar su discurso de ingreso en nuestra institución el 23 de marzo de 1990, “Cervantes en Carpentier”, cuando todavía no se editaba el Boletín en esta tercera época. Le siguen las palabras de nuestro académico Roberto Méndez en la presentación de la edición crítica de Una pascua en San Marcos, de Ramón de Palma, y El ranchador, de Pedro José Morillas. Debemos resaltar que estas dos breves novelas compuestas en la cuarta década del siglo XIX, volvieron a la luz gracias a una edición crítica preparada por la Lic. Cira Romero, asesorada por nuestro colega Ambrosio Fornet, y bajo los sellos de la editorial Letras Cubanas y de la Academia Cubana de la Lengua. En fin, con esto también queremos destacar que nuestra Academia ya tiene su propio sello editorial. El sugerente artículo “La obra académica y su recepción en la lexicografía cubana de los siglos XIX y XX”, de la Lic. Aurora Camacho Barreiro, investigadora del Instituto de Literatura y Lingüística del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, concluye esta segunda parte del Boletín
La sección tercera reproduce el importante artículo de José Martí “El castellano en América”, publicado en 1889 en el periódico La Nación. Se trata de un alerta ante el excesivo uso de galicismos, de “frases de estampilla”, de “modismos bárbaros” y “acepciones inauditas” en la lengua española de aquellos días. De este artículo resaltamos el siguiente señalamiento: “Acicalarse con exceso es malo, pero vestir con elegancia no. El lenguaje ha de ir como el cuerpo, esbelto y libre, pero no se le ha de poner encima palabra que no le pertenezca…”.
En la siguiente sección, la cuarta, recordamos a tres queridos y lamentablemente fallecidos académicos, José Antonio Portuondo, Ángel Augier y Gisela Cárdenas, notas escritas, respectivamente, por los colegas Enrique Saínz, Nuria Gregori y quien les habla. Finaliza esta sección un interesante artículo debido Roberto Méndez, “Aquella Academia que yo conocí”, en el que hallaremos una vívida imagen del proceso evolutivo de nuestra institución durante los años 70 y 80 del pasado siglo.
El Boletín concluye con la quinta sección, en la que una parte está dedicada a las actividades realizadas por la academia durante los años de 2010 y 2011, y la última, que recoge las obras publicadas por sus miembros y los reconocimientos recibidos durante este período.
Por último, nos resta presentar las Memorias de Espínola y Peñalver, ambas de 1795, publicadas en esta oportunidad por Ediciones Boloña de la Oficina del Historiador de la Ciudad y la Academia Cubana de la Lengua, respetando la ortografía de la época, y con la presentación de Sergio Valdés Bernal.
Se trata, pues, de los primeros documentos que llaman la atención sobre el español que se hablaba en la Cuba de finales del siglo XVIII. En ambas memorias se aprecian la preocupación y la necesidad de estudiar y describir lo que ya se perfilaba como la modalidad cubana de la lengua española, marcador absoluto de nuestra identidad sociocultural como cubanos.
La Memoria sobre los defectos de pronunciación de nuestro idioma y medios de corregirlos se debe del fraile cubano Pedro Espínola, socio de número de la Real Sociedad Patriótica de La Habana y miembro de la Orden de Ermitaños de San Agustín. Fue leída por su autor el 8 de octubre de 1795 en sesión ordinaria de la Sociedad. Preocupado por la enseñanza de la lengua española y por el desconocimiento del buen uso del idioma por los jóvenes, hizo un llamado respecto de necesidad de estudiar la gramática, puesto que “…muchos dudan de la utilidad de las reglas y arte para aprender la lengua natural, pareciéndoles que el uso es bastante para poseerla con propiedad…”.Además, recomendó crear escuelas auspiciadas por la Sociedad Patriótica con la finalidad de elevar el nivel de conocimiento y uso de la lengua, ya que “La harmonia de la lengua ò su grato sonido depende de la buena pronunciacion, como esta de la buena ortografia”.
La Memoria que promueve la edicion de un Diccionario provincial de la Isla de Cuba, del también fraile cubano José María Peñalver, socio de número de la Sociedad Patriótica de La Habana y miembro de la Orden de Nuestra Señora de la Mereced, fue leída el 29 de octubre de 1795. Las concepciones de Peñalver para elaborar el Diccionario provincial sorprenden por su amplia visión al tomar en consideración indigenismos, arabismos, regionalismos hispánicos y hasta voces procedentes del África subsaharana que ya formaban parte del habla cotidiana del común de los cubanos, con independencia de su ascendencia étnica y cultural. Peñalver concluyó su Memoria con un amplio orden de las materias a tomar en cuenta, que van desde la “Geografía de la Isla de Cuba” hasta las “Voces festivas, Frases. Refranes. Voces republicanas, domésticas y rurales”.
Lamentablemente, la propuesta de Peñalver no se materializó hasta muchos años después, cuando Esteban Pichardo y Tapia, dominicano asentado en nuestro suelo y miembro de la Sociedad Patriótica, estudiara esta memoria y la llevara a la práctica. Con ello se convirtió en nuestro primer lexicógrafo con su famoso Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, cuya primera edición vio la luz en 1836 y, debido a su importancia, mereció otras tres más, revisadas y ampliadas por su autor. La última, de 1875, contiene un prólogo que constituye una verdadera radiografía lingüística de la Cuba decimonónica, por lo que los invito a leerlo.
Recomendamos releer ambas memorias no solo como documentos históricos, como documentos lingüísticos, pues una y otra nos ofrecen una sorprendente visión respecto del nivel cultural de la intelectualidad criolla que formaba parte de la Sociedad Patriótica del último decenio del siglo XVIII.
Para finalizar, deseamos llamar la atención respecto de algunos errores que aparecen en nuestra presentación de ambas memorias, únicamente achacables a su autor. En este caso, me “haré un hara-kiri”, expresión que utilizo con toda intención para corroborar lo que escribiera mi colega Roberto Méndez respecto de que los académicos no vivimos alejados “de lo que se dice en la calle”.
En la página 7 de la presentación erróneamente recojo que el discurso de Espínola fue leído el 9 de octubre de 1795, cuando realmente fue el 8. En la página octava debí escribir que en 1793 la Sociedad Económica se hizo cargo del Papel Periódico, y no que lo dio a conocer en esa fecha, pues ya existía desde 1790. Finalmente, fue en 1805, y no en 1806, cuando este periódico cambió su nombre por el de El Aviso. ¿Estaré “cancaneando”?, me pregunto. Así, pues, agradezco a la Dra. Alina Gutiérrez por estas atinadas observaciones y pido disculpas a los lectores.
En fin, como dice la sabia y socorrida máxima de origen romano: No hay ciencia que no se aprenda cometiendo errores. ¡Muchas gracias por su atención!
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