José Martí: los pueblos y sus dirigentes
27 de octubre de 2020
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José Martí expuso consideraciones significativas en relación con las características de los pueblos y también acerca de las cualidades de quienes tienen la alta responsabilidad de estar al frente de sus respectivas naciones.
Martí afirmó que era hermoso ver a todo un pueblo agrupado alrededor de un hombre.
Esto lo detalló específicamente en un trabajo titulado “Fiesta en Tultepec”, publicado en la Revista Universal de México el 7 de mayo de 1875.
En otros trabajos, tanto en esta como en diferentes revistas y periódicos con los cuales colaboró en el transcurso de su vida, hizo reflexiones en torno al papel de los que desempeñaban la función de dirigentes de sus pueblos.
En un trabajo sobre Henry Ward Beether, que se encuentra reflejado en el tomo 13 de sus Obras Completas, sin especificar su fecha de publicación, él patentizó que nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su pueblo.
Y agregó de inmediato: “En vano concede la Naturaleza a algunos de sus hijos cualidades privilegiadas; porque serán polvo y azote si no se hacen carne de su pueblo, mientras que si van con él, y le sirven de brazo y de voz, por él se verán encumbrados, como las flores que lleva en su cima una montaña.”
Igualmente en unos fragmentos que aparecen agrupados en el tomo 22 de sus Obras Completas, hay otro importante concepto en tal sentido.
Específicamente Martí detalló: “El que ha de dirigir los destinos de su pueblo, debe sentarse sobre la tormenta y manejar desde ella en paz sin que le tiemble jamás la vista o le tiemble el corazón.”
También en cartas dirigidas a amigos y colaboradores, e incluso a compatriotas con los cuales discrepó en algún instante, Martí expuso su criterio en relación con las características y deberes que debían tener los que asumieran la función de representar y dirigir a sus pueblos.
Por ejemplo en una carta dirigida a Enrique Trujillo, fechada en Nueva York el 6 de julio de 1885, expuso: “Quien no tenga en el alma grandezas reales, quien no esté dispuesto de antemano a postergar al bien de su país toda idea de fama o gloria propias; quien no tenga el corazón y la mente tan firmes como la mano, esta para guerrear, aquella para precaver, aquel para perdonar a los que yerran; quien confunda con la gran política necesaria para la fundación de un pueblo, una política de tienda de campaña o de antesala, ese no entra en la medida de los salvadores.”
Para Martí un pueblo ha de ser columna de virtud, y al respecto manifestó en un trabajo publicado en La Nación, de Buenos Aires, el 15 de julio de 1886, que si no está bien hecho de ella, o no la tiene en su masa en cantidad principal, se desmigaja, como un hombre que pierde la fe en la vida, o como un madero roído.
Planteó, además, que un pueblo está hecho de hombres que resisten, y hombres que empujan y destacó que el oficio de un pueblo es crear.
Y en un trabajo publicado en Patria, el 14 de marzo de 1893 advirtió: “Un pueblo no es un banquete, puesto a toda hora para nuestro gozo, con sus entremeses de fuegos artificiales; sino una masa de esperanzas y dolores, de vileza que se ha de sujetar y de virtud que se ha de defender, de ignorancia apasionada y luces e instintos que la salven y dirigen, de hombres a quienes se ha de querer y servir como sirve el médico al enfermo que le muerde las manos.”
Acerca de ello volvió a tratar en un trabajo publicado en Patria el 11 de junio de 1892 en el que planteó que un pueblo no es un juguete heroico, para que un redentor poético juegue con él; sino nuestras mismas entrañas, que no se han de poner detrás del carro de nadie, ni de pie de la estatua de nadie, sino en lo más tierno de nuestro pecho.
Martí afirmó que pueblo grande, cualquiera que sea su tamaño, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras y aseguró que sólo la grandeza engendra pueblos: solo los fortifica la clemencia.
Igualmente al referirse a las características de los pueblos y el papel de quienes asumen funciones de dirección, en un trabajo titulado “Un viaje a Venezuela”, que aparece reflejado en el tomo 19 de las Obras Completas, expuso: “Cuando el pueblo en que se ha nacido no está al nivel de la época en que vive, es preciso ser a la vez el hombre de su época y el de su pueblo, pero hay que ser ante todo el hombre de su pueblo.”
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