Edificio de la Aduana de La Habana y sus tres espigones San Francisco, Machina y Santa Clara IV
19 de abril de 2013
|La llamada concesión Scovel, que comprendía primitivamente la construcción de un muelle de desmesuradas proporciones y más tarde de cuatro espigones, fue el primer paso dado para dotar a La Habana de muelles modernos, en sustitución de los antiguos tinglados de los llamados Muelles Generales del Estado. Son estos muelles estructuras de concreto reforzado, y se equiparon perfectamente para el servicio que fueron concebidos en su época, a la altura de los mejores de su clase en el extranjero.
Está compuesto desde el punto de vista estructural por un sistema de pórticos para las naves de los espigones, y sistema de columna – viga – losa de hormigón armado en el Edificio Marginal. Los revestimientos exteriores son de hormigón armado y ladrillo fundamentalmente; mientras las divisiones internas se ejecutaron con bloques de siporex. Todos los paramentos fueron revestidos con repellos y terminaciones de estuco; para los pisos se empleó terrazo –con algunas modificaciones posteriores con losa hidráulica-; y se colocaron zócalos cerámicos en baños y mármol en las oficinas de la Aduana. La cubierta original de los espigones respondía al escalonamiento de los pórticos y se impermeabilizaron con el sistema de enrajonado y soladura; aunque en intervenciones posteriores se colocaron sobre los espigones planchas acanaladas de zinc o asbesto cemento a dos aguas.
Gozó el conjunto de una situación privilegiada a los efectos del trasiego mercantil y marítimo, no solo por estar en un lugar estratégico del puerto habanero, sino también por encontrarse en la zona administrativa más importante de la ciudad, frente a la Lonja del Comercio y la sede de la Oficina de Correos y Telégrafos (antiguo Convento de San Francisco). En sus inmediaciones estaban los grandes almacenes importadores y las oficinas de las principales empresas consignatarias de vapores, y en él se ubicaron las oficinas de la Aduana de La Habana y otras dependencias del Estado.
En los primeros años de la década de 1920, luego de ciertas modificaciones en su concesión, la Port of Havana Docks Company construyó frente a los muelles una dobla vía de ferrocarril enlazada con el ramal del espigón de la Havana Central en Paula, y extendió además ramales a los costados de los espigones; lo que permitía descargar directamente del vapor a carros de ferrocarril mercancías que llegaban con destino al interior de la República, evitándose así los costosos trasbordos con sus grandes gastos de lanchaje.
Operados los espigones por la misma concesionaria que los construyó, a ellos atracaban los vapores de la Trasatlántica Francesa, Trasatlántica Española, Holland American Line, Stinner Line, Tampa Inter-Ocean, Pacific Steam Navigations Company, Lykes Bros., Nourse Line, Norway Mexico Gulf Line, Empresa del Nervión, Línea de Larrinaga, Navegacione Generale Italiana, Cuban Line, Compañía Transoceánica de Navegación y otras.
Importantes figuras financieras y profesionales del ámbito internacional se vincularon a la obra de la Aduana de La Habana y sus muelles. Los reconocidos y prestigiosos ingenieros de la Barclay Parsons & Klapp fueron sus diseñadores y ejecutores, en relación con el contrato establecido por la Port of Havana Docks Company facultada por la concesión administrativa. Y el señor Eugene Klapp, uno de los socios principales de la firma constructora fue además Vicepresidente de dicha concesionaria. El reconocido hombre de negocios coronel Louis Richard Sosthenes Behn, presidente de la Internacional Telephone and Telegraph Company (ITT), dirigió la Port of Havana Doks Company, así como la Havana Docks Corporation, propietaria luego de 1928 de la mencionada concesión.
Según el Libro de Cuba 1925, además del servicio de recepción, manipulación y entrega de mercancías, así como el resguardo de las mismas en sus Almacenes de Depósito, la Compañía concesionaria ofertaba otros servicios a sus clientes. Así, por ejemplo tenía desde tempranas fechas un Refrigerador con seis cámaras frigoríficas y un tren de chalanas, agua flotante, remolcador, lanchas, etc. Las concesionarias radicaron siempre en las propias instalaciones para la mejor administración del negocio. Su oficina general estaba en el segundo piso de los muelles de San Francisco, mientras las instancias gubernamentales disfrutaban las ventajas del Edificio Marginal.
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