El amigo mexicano de José Martí: Manuel Mercado
4 de septiembre de 2020
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Ninguno de los dos pudo imaginar cuán larga y profunda amistad los uniría cuando se vieron por primera vez en la estación de trenes de Buenavista, en la Ciudad de México, el 10 de febrero de 1875. Manuel Mercado de la Paz acompañaba a Mariano, el padre del joven recién graduado de Derecho y Filosofía y Letras en España, porque era vecino de aquella familia llegada de Cuba en busca de una mejoría económica que no acababa de aparecer. El mexicano había apoyado al matrimonio y a las hijas que le acompañaban en la ardua tarea de abrirse paso en aquella capital.
Seguramente padres y hermanas le habrían hablado del primogénito, deportado a la metrópoli, rimador de versos desde niño y estudiante brillante, que venía a brindar sus capacidades para el bien de los suyos. ¿Pidió el padre a Mercado su compañía como apoyo para comunicarle al hijo la muerte el mes anterior de su hermana Ana, como llamaban a Mariana Salustiana, la segunda de las hembras, la favorita de Pepe, enterrada precisamente en el panteón de la familia Mercado?
Así, ese encuentro inicial en tan tristes circunstancias debe haber acercado al cubano de veinticinco años de edad con el mexicano treintañero, abogado, que había sido diputado y senador y que se desempeñaba desde un tiempo atrás como secretario del gobierno del Distrito Federal. Prueba de ello es que a las tres semanas el joven recién llegado ya publicó su primer escrito en la Revista Universal, diario alineado con la Reforma liberal y que apoyaba al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, el sucesor de Benito Juárez. A partir de entonces, el rápido ascenso martiano en la vida intelectual y en las redes políticas mexicanas estuvo vinculado con Mercado. .
Tras la salida de Martí hacia Guatemala, Mercado fue uno de los organizadores de la boda del cubano con Carmen Zayas-Bazán en la Ciudad de México y se ocupó de la impresión del libro martiano titulado Guatemala, un notable estudio sobre el país centroamericano y la reforma liberal que allí tenía lugar. Desde entonces, la comunicación entre ambos fue por cartas que prueban la confianza del hombre que maduraba en el amigo mexicano. Compartieron días en familia en 1894, cuando el rápido viaje martiano a México en busca de ayuda para Cuba libre.
Son 135 las cartas conservadas celosamente por Mercado, entregadas a Emilio Roig de Leuchsenring, el historiador de La Habana, por uno de sus hijos. Merced a ello, el pueblo cubano y los estudiosos de la obra martiana han podido disponer de esta voluminosa correspondencia que no solo permite entender algunos sucesos de la vida de su autor sino, sobre todo, sus asuntos más íntimos como sus relaciones con su esposa e hijo y con sus padres y hermanas. Lamentablemente, las enviadas desde México se perdieron, junto con la mayor parte de las misivas recibidas por Martí, años después de su muerte. De tenerlas, podríamos comprender mejor algunos temas tratados por el Maestro y se apreciaría en todo su alcance la hondura de esa amistad entre ambos.
Por las del cubano, de apretada frecuencia desde 1884, conocemos cómo Mercado viabilizó la presencia de las crónicas martianas acerca de Estados Unidos en el diario mexicano El Partido Liberal, de su auxilio para la distribución y venta en México de su traducción de la novela Ramona, de las angustias del cubano previsor acerca de la creciente postura expansionista del vecino del norte hacia nuestra América, como declara abiertamente en su carta del 18 de mayo de 1895, inconclusa por su muerte en combate el día siguiente. Para Mercado, su esposa e hijos, el cubano fue uno más de esa familia. Y no hay dudas: Mercado fue en verdad, como le decía Martí en sus cartas, el amigo querido y el hermano querido, queridísimo, muy querido.
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