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Editar el cine cubano, seis décadas de historia

10 de julio de 2020

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Nelson-Rodriguez

Nelson Rodríguez. Foto tomada de Cubadebate

 

Que una edición puede salvar una película que adolece de algunas falencias es demasiado conocido por cuanto es una especialidad específica en el lenguaje del séptimo arte. Nelson Rodríguez, uno de los grandes editores del cine iberoamericano, lo sintetizó en una frase: «El cine es cortar». Este cienfueguero lidera la relación de siete profesionales que reúnen un total de catorce ediciones, entre las mejores del nuevo cine cubano producido por el ICAIC a partir de sus tiempos fundacionales en los años sesenta del Siglo de Lumière.

Cinco títulos en la impresionante filmografía de Nelson Rodríguez (1938-2020), laureado con el Premio Nacional de Cine 2007 y un nombre clave en el devenir de la edición más allá de su extraordinaria participación en no pocos clásicos del cine cubano, aparecen en esta selección: Memorias del subdesarrollo (1968) y La última cena (1976), dirigidos por Tomás Gutiérrez Alea; Lucía (1968), de Humberto Solás; La primera carga al machete (1969), de Manuel Octavio Gómez, y Papeles secundarios (1989), realizado por Orlando Rojas.

Cuando su maestro, el veterano Mario González, propuso a Tomás Gutiérrez Alea que, por sus pretensiones, Memorias del subdesarrollo demandaba otro tipo de edición a la que él prefería y le recomendó a Nelson —quien ya sumaba poco más de una decena de documentales, algún corto de ficción y Manuela, un antológico mediometraje—, la suerte estaba echada. Nelson no se amilanó ante tal desafío y evidenció pronto su maestría en el montaje al editar en un solo año, 1968, dos títulos tan diferentes como Memorias del subdesarrollo y Lucía. He aquí el relato de algunas de sus vivencias en la primera edición de una película de Gutiérrez Alea:

«Memorias del subdesarrollo me enseñó muchas cosas. Cuando empecé estaba asustado, porque Titón era el realizador más sólido de la industria. Tampoco sabía nada acerca de su método de trabajo. Él ya había averiguado sobre mi labor, porque era tremendo. Existía mucho material de gente en las calles. Titón me pedía revisar los textos de Sergio en off cuestionando la realidad para ver a qué estaban atribuidos. Él me ayudó mucho y aprendí mucho con la película.

Concluida la edición, con la banda sonora incorporada, con la mezcla de sonido, la música, los ambientes, las voces en off, al verla terminada por primera vez, Titón se quedó callado y luego dijo que tenía un gravísimo problema de estructura. Nos dimos cuenta que aquello no funcionaba. Detectó que existía un personaje que rompía la línea estilística del filme, el de Noemí, la criada, que desbalanceaba toda la historia: aparecía, desaparecía, aparecía… En ese primer montaje, el personaje de Noemí, estaba fragmentado a lo largo de toda la historia, tal como estaba en el guion. Ante la inseguridad de Gutiérrez Alea, hubo que sintetizarlo, se concentró su aparición y agruparlo en un bloque. El filme estaba prácticamente terminado, pero el resultado fue muy positivo y coherente. Eso fue toda una semana de trabajo. Cambiar de un rollo a otro, reestructurar, pero valía la pena, no me puse bravo porque cuando vimos la película y se discutió, estaba totalmente de acuerdo en lo que pasaba y estaba de acuerdo».

A continuación, y en ese mismo año, viene la experiencia de Lucía, el primer largometraje de Humberto Solás, donde su contribución fue más fuerte al terminar de definir el personaje de La Fernandina en el relato de apertura. Acerca de su intervención en esta otra obra mayor, rememora:

 

raquelrevuelta

“Lucía”, de Humberto Solás

 

«Había una secuencia del primer cuento, «Lucía 1895», en la que ella se encuentra con Rafael en la calle mientras llovía, y al cortejarla él le dice que su nombre es Gardenia. Esta primera Lucía es una solterona que, eufórica con este encuentro, llega a la casa muy emocionada, entra y empieza a quitarse cosas y se mueve traviesamente por su alcoba. Jugueteaba con la sombrilla y la lámpara, se mira al espejo, sonríe y finalmente se deja caer en la cama y abraza a su almohada. Todo esto fue filmado por Jorge Herrera en un plano secuencia, con cámara en mano y se realizaron tres tomas completas. Ninguna de las tres servía; en dos se veía a Humberto y a Jorge en el espejo, y la otra se iba de foco al final. Ante aquello dije: «Esto es Godard». Había que salvarlo. Escogí lo mejor de cada una y las uní sin continuidad real; luego, la música de Leo Brouwer concretó brillantemente esta experiencia. Esas cosas las hacía yo; ahí no intervenía Humberto, pero las aceptaba».

Uno de los directores de cine cubano con quien más trabajó Nelson Rodríguez a lo largo de treinta años fue con Manuel Octavio Gómez, su amigo desde los tiempos del Cine Club Visión. Editó con él casi todos sus documentales y filmes de ficción hasta su muerte prematura ocurrida el dos de enero de 1988. En estos términos evoca Nelson su labor en La primera carga al machete (1969), su tercer título escogido entre las mejores ediciones:

«La edición fue divertida, sobre todo en las secuencias de acción, pues son puro montaje y facilitada aún más por la libertad que te da cortar cuando la imagen está rodada cámara en mano. A veces, por el exceso de cámara en mano, sobre todo en las batallas, cuando uno ve la película te marea, y esos contrastes de blancos y negros, en los cuales por momentos uno no puede definir del todo las imágenes, crean una especie de mareo en el espectador. El resultado fue muy positivo; fue invitada a concursar en el Festival de Venecia en el año 1969, en que no se otorgaron premios oficiales pero la película recibió el galardón «Luis Buñuel» y esto convirtió a Manuel Octavio en una figura importante del cine de ficción producido por el ICAIC.

Pensé que podía convertirse en un clásico, pues me parecía que la película era muy difícil de asimilar por el público y la crítica. La primera carga al machete es considerada hoy día como uno de los clásicos fundamentales de la década del 60, con una interesante e imaginativa puesta en escena que parece que estamos viendo un reportaje real desde la propia Guerra de los Diez Años y con el aporte fundamental de la cámara en mano de Jorge Herrera».

 

La última cena (1976)

“La última cena”, Tomás Gutiérrez Alea

 

Una de las obras maestras de Tomás Gutiérrez Alea, La última cena (1976), también contó con la contribución de un profesional consagrado como Nelson Rodríguez, a quien debemos la narración de algunos recuerdos de esta etapa:

«La última cena fue una película muy bien preparada, algo fantástico pues el centro del filme, que es la cena a que alude el título y que tiene cincuenta minutos de duración era un reto desde el guion. La edición fue un verdadero banquete pues no hubo el más mínimo error ni en la puesta ni en la continuidad. Titón se había protegido con algunos planos recursos (por si existía alguno error), pero no hubo que usar ninguno porque existía un story board perfecto y que fue seguido al pie de la letra.

La filmación de la secuencia de la cena, que era un verdadero reto de puesta en escena, duró alrededor de cuatro semanas y se filmó con continuidad progresiva; o sea en orden cronológico, casi a tiempo real, noche tras noche para que no hubiera sonido sucio de gente hablando ni de tráfico. Realicé un primer corte de esa secuencia que estaba muy bien filmada, con detalles claves para cualquier transición que hubiera que hacer, y habían sido muy cuidados y no hubo ningún problema. Esa fue una secuencia que casi no se tocó, se hizo el primer corte, se le realizaron dos o tres ajusticos y quedó así, no había nada que hacer».

Nelson Rodríguez fue convocado por Orlando Rojas no solo para editar su primer largometraje de ficción, Una novia para David (1985), sino que participó como uno de los asistentes de dirección. La película no confrontó problema alguno en la edición por el cuidado del director, que lo llamó de nuevo para su siguiente filme, respecto al cual Nelson escribe en su libro de memorias El cine es cortar, publicado por Ediciones EICTV:

 

Rosita Fornés interpreta a Rosa Soto en la cinta "Papeles Secudarios, largometraje producido por el ICAIC y TV Española en 1989, bajo la dirección de Orlando Rojas

Rosita Fornés en la cinta “Papeles Secudarios, largometraje producido por el ICAIC y TV Española en 1989, bajo la dirección de Orlando Rojas

 

«Cuando llegamos a Papeles secundarios —que tiene un tono más profundo y complejo, nos dimos cuenta que era muy larga, que había que recortarla. No solo era un problema del tiempo de duración, la película era bastante complicada en su trama, donde se mueven muchos personajes en diferentes situaciones y estas, a su vez, se entrecruzan en el montaje. Si tiene un acabado perfecto y hasta diría preciosista, a pesar de la complejidad de texto y de la dramaturgia, es gracias a Orlando Rojas, no a Nelson Rodríguez. Creo que de alguna manera el acabado final es más de él que mío. Era el director que no se iba del cuarto de edición, y te asediaba buscando la perfección. No lo critico en ese sentido. Es muy cuidadoso. Llegó un momento en que no podía más con aquello y le dije que terminara con mi asistente, Lina Baniela. Le aseguré que estaba bien así y que si quería seguir retocando yo no podía más».

Este maestro de editores obtuvo dos premios Coral en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano por su labor en los filmes Tiempo de morir (1986), del colombiano Jorge Alí Triana y Papeles secundarios (1989), de Orlando Rojas. La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood lo incluyó en el 2016 en su programa de historia oral, reconocimiento a una trayectoria en la que sumó casi un centenar de títulos. Cualquiera de ellos habría podido aparecer en esta selección, pero los cinco escogidos ejemplifican su trascendencia. (Continuará)

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