María de los Ángeles Santana XLIX
29 de junio de 2020
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Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.
Tras finalizar la puesta en escena de Una noche en La Habana, a finales de mayo de 1944, María de los Ángeles viaja a Veracruz con el maestro Eliseo Grenet, Blanquita Amaro y el cantante venezolano Rafael Deyón para actuar en el teatro Variedades como integrantes de una compañía organizada por la vedette Blanca de Castejón, a la que asimismo pertenecen los artistas Rafael Banquells, Lalito Montemayor, Fernando Morales y Blanquita Marroquín.
Desde principios de 1944, Julio y yo teníamos alquilado un cuarto en la casa de un matrimonio mexicano, ubicada en la calle San Juan de Dios, y ambos nos habían hablado en más de una oportunidad acerca de la hermosura de Veracruz, por lo cual muy a gusto acepté ir a esa ciudad con Eliseo Grenet al hacerme él la propuesta de integrarnos a la compañía de Blanca de Castejón y de su esposo, el actor español Rafael Banquells.
Hasta entonces nos habíamos adaptado a los bruscos cambios de temperatura tan peculiares del Distrito Federal, en el que uno sale por la mañana con tremendo calor y en el mediodía cambia el tiempo, al extremo de hacerlo tiritar como si estuviera en invierno. Pero llegar a suelo veracruzano fue reencontrarnos con el calor de Cuba. Su sol, su mar, la idiosincrasia de sus habitantes, la forma de vestir, las comidas, la diversidad de frutas, su música —a la cual pertenecen el famoso son jarocho y un zapateo hermanado con el cubano—, un malecón tan parecido al de La Habana, la emoción de algunos intelectuales si se referían a la presencia de Martí en Veracruz, todo lo que veía y escuchaba en esa bella ciudad me hizo recordar tanto a mi patria que experimenté la sensación de haber saltado desde México para caer en nuestra Isla. Al estar lejos de ella, me hacía falta el aire que a diario respiraba en sus calles y por eso vibré por dentro al descubrir tantas cosas similares a las de mi patria en Veracruz, el sitio de México en que probablemente más se quiere a los cubanos.
Uno de mis primeros deseos fue bañarme en la playa, donde al sentir el agua acariciando mi cuerpo pensé en las circunstancias en que varios años atrás canté en Nuevitas, por primera vez ante un público realmente conocedor, el bolero Noche de Veracruz, el cual tal vez constituyó una premonición de que en algún momento de mi vida experimentaría el placer de conocer las noches estrelladas y el mar de esa urbe evocados en el texto de la obra. Sólo al recorrer Veracruz puede entenderse porqué Agustín Lara puso tanta inspiración en la partitura mencionada, además de ser su terruño natal y de una de las principales intérpretes de sus composiciones: Toña La Negra.
Actuamos en el teatro más popular de allí: el Variedades, ante un público similar al cubano y en unas funciones anunciadas como el máximo acontecimiento artístico del año, para las cuales el maestro Grenet concibió una idea que marcó un giro total en mi repertorio. Debo explicar que a mi llegada a México pensé que sería una especie de sensación con mis interpretaciones de soprano, desconocía que en ese país proliferaba extraordinariamente este tipo de voz, muchas intérpretes eran magistrales, ni tan siquiera podía soñar igualarlas y mucho menos pretender superarlas.
Entonces, en los días en que se preparaba el debut en Veracruz, Eliseo me hizo comprender que yo poseía un buen registro grave, el cual no sólo podía ayudarme a crear un estilo propio, sino, además, a sacarle partido a la interpretación de la música popular. Él, que nunca impuso un criterio, sino recomendaba, me preguntó: «¿Por qué al cantar Habanera en el Variedades no pruebas a hacerle un cambio: en vez de llevarla a un si natural, la dejas en un la? Empieza a probar en esa nota, para lo cual te bajaré la tonalidad en que se encuentra escrita la música y, si te sientes cómoda, podrás expansionarte y adquirir más confianza en esa obra y en otras en que podemos hacer lo mismo».
Como varias intérpretes de la época, consideraba que la canción asopranada contaba con más valor, pero durante mi primera presentación en el Variedades decidí seguir los consejos de Grenet con respecto a su pieza Habanera —que hasta entonces solía cantar bien arriba—, y transformarla en la expresión vocal de una sencilla mujer al recibir el sol y la brisa del trópico. Y, desde esa noche, adquirió su máximo éxito, como asimismo lo alcanzarían otras composiciones que el Maestro me entregó en nuestra etapa de trabajo en México, entre ellas, La reglana, Tra la la la, Facundo, Negra Florinda…
Otra composición que pasó a integrar mi repertorio durante las actuaciones del Variedades y que también acogieron con entusiasmo los espectadores veracruzanos, tan identificados con lo nuestro, fue Soy cubana, del compositor mexicano Mario Álvarez, a quien Grenet me presentó en la XEOY, la cual arrancaba una ovación desde que me disponía a levantar mi mano derecha para acentuar el sentido de la primera frase: Soy cubana ciento por cien,/soy de allí donde quema el sol,/donde alegran con su vaivén/las palmeras a mi canción.// Soy cubana de corazón,/ soy cubana, sí señor,/y si empiezo a bailar el son/ arrebato con calor,/sí señor, como no…//Oye, como suenan/al compás de mis movimientos/todos los ritmos con emoción./ Escucha el timbal,/escucha el bongó,/escucha el ritmo,/qué alegre son.
(CONTINUARÁ)…
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