Entrevista al director teatral Alberto Sarraín (III y final)
3 de mayo de 2013
|Realizada el 10 de enero de 2013
Creo que ya no queda mucha gente que cuestione tu presencia en La Habana, eres ya parte del paisaje habanero. Y aquí se han visto varios de tus montajes, con actores cubanos de aquí y de allá y con actores de otras partes de Latinoamérica. ¿Cuál es el impulso que te lleva a elegir un texto para subirlo a escena?
Eso es magia, yo no tengo una fórmula especial, de alguna manera te acercas a una poética. Por ejemplo, yo estaba muy deseoso de hacer a Estorino. Esa raíz campesina que hay en Estorino, esa manera de ver la vida desde lo criollo me apasiona, pero por qué unas obras sí y otras no, no te lo sé decir. De repente la obra me haya. A mi me sucede una cosa muy curiosa, la primera lectura de una obra que yo dirigiré en algún momento es una lectura sinestésica, es decir, yo la veo, la voy leyendo y veo la obra en imágenes, si eso no me pasa, no puedo dirigir esa obra.
Mencionas a Estorino, pero podrían añadirse otros nombres. Alberto Pedro, Abel González Melo.
Es curioso, me apasionan los dramaturgos por época. Recuerdo que en España hablé con Antón sobre la posibilidad de dirigir Los siete contra Tebas y él me preguntó: ¿Y usted cuándo va a dejar a Abilio Estévez? Creo que Alberto Pedro era el último gran dramaturgo del siglo XX, con textos llenos de sucesos, escritos desde el humor y la crítica, lo que me parece muy importante porque cuando criticas y amas la cosa crece. De Abel González Melo hice la trilogía de invierno.
-¿Cómo trabajas con tus actores, teniendo en cuenta que hay actores que repiten contigo?
A mí me gusta mucho trabajar con gente que ha florecido trabajando. Hay gente que dice que Juan David Ferrer es mi actor fetiche, él me ofrece mucha seguridad cuando trabajamos juntos, yo sé por dónde entrarle y él sabe qué le pido. A medida que vas conociendo al actor vas conociendo sus registros y puedes guiarlo para que aborde el personaje. El otro día le decía a unos muchachos que me preguntaban cómo yo dirigía actuación que uno solo puede dirigir la actuación diciéndoles a los actores cuál es el sentido de la actuación. La actuación es una cosa muy personal, cada actor sabe cómo entrarle al personaje. Puedo decirle al actor que su personaje es un sicópata y explicarle qué es un sicópata y cómo yo creo eso se debe realizar, pero quien arma el muñeco es el actor, yo solo puedo observar, detenerlo, apremiarlo para que avance.
¿Es difícil dirigir a los actores?
He tenido muy buena experiencia con mis actores. Yo soy un director que me gusta trabajar, a veces les exijo más trabajo a los actores, les exijo que lean más, que limiten sus salidas nocturnas, que no beban si están trabajando. La Sicología me ha ofrecido la ventaja de conocer un poco a los actores y trabajar con su sicología, con los recursos de cada uno y, al mismo tiempo, me ha permitido seleccionar a la gente que tenga un nivel de empatía conmigo, que soy la persona que va a estar ahí, al frente del proceso. Yo enfrento lo que aquí se llama montaje, que es cómo decides eliminar ese abismo tan terrible que hay entre el texto y la escena, entre la literatura y el espacio escénico, eso parece imposible pero una vez que resuelves eso comienzas a trabajar con el actor, engañas al actor, le pones trampas o le das una alegría; eso es un trabajo de dioses.
Has tenido la suerte de traer tus obras a Cuba, de trabajar con actores cubanos de aquí y de allá. ¿Qué sucede cuando es el público cubano el receptor de la obra de Alberto Sarraín?
Es algo maravilloso. Antón Arrufat y yo nos parábamos frente al Teatro Mella cuando se estrenó Los siete contra Tebas y no alcanzamos la marquesina, porque no pusieron su nombre ni el mío, pero pensar que la obra se ponía en ese teatro y era parte de los dos fue una maravilla. Cuando veo la filmación que hizo el ICAIC y veo la cantidad de gente que fue a verlo me emociono, pero lo más emocionante fue hacer Morir del cuento en la sala Hubert de Blanck, porque ese lugar es parte de mi historia, allí quise a mucha gente, y Morir del cuento quedó bien, trabajé con gente con la que hacía mucho tiempo quería trabajar como Pancho García, Miriam Learra, Doris Gutiérrez, Adria Santana, son los actores con los que soñé toda la vida.
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