¿Otro mundo mejor es posible?
13 de abril de 2020
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La destructiva y sorpresiva pandemia de la COVID-19 ha tenido la virtud -en medio de tantas desgracias humanas-, de derribar muchos mitos y dogmas de todo tipo, liquidar definitivamente algunas “verdades a medias” y confirmar pronósticos que aun no habían podido verse reflejados en la práctica pero ahora aparecen en toda su dramática realidad.
El anunciado “fin de la historia”, que pretendía ser la consagración eterna del capitalismo neoliberal globalizado, es puesto al desnudo en medio de esta pandemia universal y aparece finalmente como uno de los grandes culpables de lo ocurrido.
Acerca de las posibles derivaciones económicas, políticas y sociales de la terrible sacudida global ya comienza a discutirse por parte de los académicos, científicos, analistas e incluso políticos de los más variados signos; se entrecruzan augurios y previsiones que van desde las más serias y prudentes hasta las más delirantes, como suele ocurrir en estos casos.
No obstante las diferencias, resulta unánime aceptación el criterio de que el mundo no podrá volver a ser el mismo y queda lo suficientemente claro que no deberá volver ni repetirse la carrera desenfrenada hacia el capitalismo salvaje, desatada a principios de los años 90 del pasado siglo.
La trágica secuela de la pandemia indica con evidencias irrefutables que, por ejemplo, la destrucción de los sistemas de salud pública, como consecuencia de las recetas neoliberales y los reajustes impuestos por el Fondo Monetario Internacional -particularmente en los países más desarrollados y hacia los sectores más vulnerables del llamado mundo desarrollado-, ha sido un factor fundamental de la masacre y su extensión.
Dentro de ella, por supuesto, no todos los gobiernos capitalistas neoliberales se han conducido por igual. Hay casos extremos como los regímenes de Trump y Bolsonaro rigiendo en países de gran magnitud demográfica y económica, quienes sirven ciegamente a los grandes empresarios aterrorizados y chantajean con la idea de que salvar vidas humanas dañará la economía.
En medio de la encrucijada a la que ha sido empujada la civilización por parte del egoísmo, la ambición, el saqueo y las pretensiones hegemónicas -concurrentes todas e la idea del neoliberalismo-, resurge con fuerza y en forma de interrogante el lema que tanto popularizó el foro social mundial: “Otro mundo mejor es posible”.
El momento culminante parece haber llegado y por la vía más inesperada -como sucede generalmente en la historia-, pues hay un consenso sin precedentes acerca de qué y de quienes han creado las condiciones y son los grandes culpables del desastre humano, social y económico.
Seguir luchando por otro mundo mejor es imprescindible para evitar la repetición de una tragedia semejante.
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