Proteger a nuestros ancianos, labor priorizada de la Oficina del Historiador
9 de abril de 2020
| |Fotos: Alexis Rodríguez
Un lugar insigne de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, el Convento de Belén, sede principal de la Oficina de Asuntos Humanitarios, ha cambiado su rutina de trabajo parcialmente por estos días de enfrentamiento a la pandemia del nuevo coronavirus. Pero sigue manteniendo su esencia: proteger a los ancianos que allí se encuentran viviendo a tiempo completo y seguir atendiendo, a distancia, a los que de manera diurna asisten al centro, pero que por las medidas de protección orientadas por la máxima dirección del país ahora no pueden hacerlo.
Siempre resulta impresionante y gratificante realizar una visita a este emblemático lugar, aún en tiempos de epidemia, para ver el esmero y la atención del personal que allí trabaja. Por supuesto, todas las medidas de cuidado se han tomado para proteger tanto a los trabajadores como a los ancianitos. Así nos lo hizo saber Esther Ruiz Bofill, Directora de la Oficina de Asuntos Humanitarios, institución en la que se atienden a más de 500 adultos mayores.
“Hay un grupo de abuelos – nos comenta Esther – que se encuentran en el llamado grupo diurno y que asisten diariamente y vuelven a sus casas. Ante las medidas dictadas por nuestro Estado, hemos acordado que permanezcan en sus hogares. Sí mantenemos los internos que en este minuto son 111 abuelos. Una parte de ellos se encuentran en las residencias protegidas ubicadas en Cuba y Muralla, Habana 620, Paula, San Ignacio y un grupo aquí en el Convento de Belén y otro en la residencia china”.
“Para atender a todos necesitamos de un grupo de trabajadores cuyo número hemos reducido. De un total de 82, actualmente están laborando 60 trabajadores y se alternan por días. Las cuidadoras son el grupo más grande que son alrededor de 28, las cuales laboran en diferentes turnos de trabajo porque la atención, la alimentación se garantiza a nuestros abuelos las 24 horas del día. Hemos logrado una unión para desarrollar estas actividades. El resto del personal comparte sus funciones. Están realizando trabajo a distancia alrededor de 13 compañeros, por pertenecer a grupos de alto riesgo. Todos hacemos de todo. Es que estamos pensando, primero, como país; después, como Oficina del Historiador, tomando todas las precauciones y el autocuidado que nos han exigido: desde la higiene hasta el esmero en la limpieza para proteger a nuestros internos”, nos aclara Ruiz Bofill.
Medidas como el uso obligatorio del nasobuco, mantener la distancia al comunicarse y entre los abuelos a la hora de realizar su rutina diaria, guantes desechables para las cuidadoras – porque a la hora de cambiar un pañal a un abuelo no puede estar a un metro de la persona – son elementos que se tienen en cuenta para la labor diaria.
Como se ha apuntado – y así nos hace saber Lourdes Baldoquí de la Peña, que atiende el programa sociocultural del Convento – los abuelos que eran atendidos de manera diurna, previa consulta con la máxima dirección de la Oficina del Historiador y siguiendo lo aconsejado por el Partido y el Gobierno de la Isla, ya no se trasladan al centro: “Pero sí hemos mantenido un contacto directo con la presidenta del círculo para conocer si tenemos algún anciano que tiene alguna necesidad; muchas abuelitas que viven cerca han apoyado con la realización de nasobucos, entre otras iniciativas”.
“Teníamos 69 ancianos que almorzaban aquí – nos dice Lourdes –, sobre todo porque viven solos. Al no poder trasladarse hacia acá, a partir del lunes vamos a llevarles a su casa un refuerzo alimentario, como una manera de apoyarlos. Es decir, nos mantenemos en contacto con ellos. La atención, aunque sea a distancia se mantiene. Hay abuelos que nos han llamado solo para oír nuestras voces. Y es que ese contacto, aunque sea de lejos, para ellos es necesario y nosotros les transmitimos aliento y esperanza”.
La solidaridad es algo que caracteriza a este centro, pues cerca de 300 nasobucos ya se han confeccionado por abuelas del horario diurno para los propios trabajadores del lugar y para otros de la Oficina del Historiador de la Ciudad. La materia prima utilizada han sido sábanas recuperadas y donadas por instituciones hoteleras. Dos de estas abuelas son Cecilia Nereida Rodríguez Aguilar y Esther Jorrín Cairo, para quienes la iniciativa fue un reto, pero siempre realizándola con el mejor empeño y con mucha satisfacción. “Cosiendo no tengo tanto la mente ocupada en si me enfermo, además de ayudar con mi granito de arena a otras personas para que se protejan. Extraño mucho nuestras actividades diarias, estar con las compañeras, pero ahora este es mi aporte a la Revolución y a la Oficina del Historiador”, nos dice Nereida.
Nos relata Esther Ruiz Bofill que Antia Martínez Morales es una abuelita de 102 años que hace muy poco estuvo ingresada por un episodio de neumonía. Como medida de prevención – aunque ya se le realizó el test rápido para ver si era portadora del Covid-19 y resultó negativo –, se ha creado una sala de aislamiento para así mantenerla a ella, y a otros que presenten síntomas respiratorios, apartados del resto de los abuelos internos. “Me siento muy bien, y muy bien atendida. Mejor ni en el cielo”, así con esta última frase en tono de broma nos habla Antia luego de una siesta.
Martha López, responsable del sistema de residencias protegidas, nos asegura que todas las medidas adoptadas en el Convento de Belén se aplican en el resto de los lugares donde permanecen ancianos en el Centro Histórico habanero: el uso de nasobucos, el hiploclorito a la entrada con una alfombra con la misma sustancia en el piso para limpiarse los pies, el personal de salud las 24 horas, además de que los abuelos, impregnados de todo este conocimiento, cooperan también con estas medidas.
Por su parte, Lourdes Menéndez Dueñas, responsable directa de la residencia interna de Belén, expresa que desde el primer momento “hemos cumplido todas las orientaciones: hemos tratado de mantener a los ancianos lo más aislados posible, observándolos constantemente, principalmente si presentan algún estado gripal para tomar las medidas pertinentes; se le ha informado y se mantiene una estrecha comunicación y vigilancia por parte del sistema de salud del área. Todo eso combinado con la rutina de vida diaria: ejercicios, masajes, juegos de mesa, televisión, lo que ellos quieran hacer”.
La vida en el Convento de Belén y en las residencias protegidas de la Oficina del Historiador mantiene su estabilidad y calma, sin descuidar las atenciones y la higiene necesaria ante esta pandemia. Pues como apunta Esther Ruiz Bofill: “Trabajamos en estrecha coordinación con las otras direcciones de la Oficina del Historiador porque hay que garantizar la solicitud de alimentos, las de tipo sanitario y otras cosas administrativas que no pueden pararse aunque estemos en esta situación. Tenemos que estar siempre agradecidos del tiempo que nos dedica Eusebio Leal; del tiempo que nos dedica la Directora Adjunta de la Oficina, Perla Rosales, y del tiempo que nos dedica cada uno de los directores y personal de la Oficina. Esta mancomunión es lo que garantiza nuestra labor en medio de esta emergencia”.
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