Benito Pérez Galdós en Martí
2 de abril de 2020
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“Minucioso, trabajador y patético”
Con tales adjetivos describía José Martí en 1885 al escritor español Benito Pérez Galdós. Lo hace en una de sus “Escenas norteamericanas” para el diario bonaerense La Nación, al hablar de Mark Twain y George Cable, entonces dos de los escritores, “más famosos” dice, de Estados Unidos. Llama a Cable “un Pérez Galdós neorlanés”, pues ambos gozaban, a su juicio, de esas semejantes características. Así, el estadounidense y el español son elogiados por Martí mediante una apreciación alusiva a la originalidad de los dos, asentada en su propio suelo, en su propio tiempo: “No son hijos de libros, sino de la naturaleza.”
Tal importancia daba el cubano a la expresión no servil, sin copia, que años después en carta a su joven discípulo GonzaIo de Quesada, en la que le recomienda la publicación de su primer libro porque en esa obra hallaba cubanía, acude a una imagen en que menciona al español: “no ponga albaricoques de Francia” “en cucurucho de Galdós.”
Acudir al novelista nacido en Canarias resulta lógico dado el prestigio que este había alcanzado desde mucho antes y que se movía también por los terrenos del ensayo y el teatro. Estoy seguro que Martí y Quesada intercambiaron criterios más de una vez acerca de las narraciones galdosianas, tan populares en toda Hispanoamérica como en España.
El Maestro asentaba su opinión favorable a Pérez Galdós, entre otros factores, al lustre que este otorgaba al habla popular, a la que hacía llorar. Y en un fragmento manuscrito, estima que la lengua del novelista es “muy sabia y concisa”.
Gloria y Marianela son las dos obras del autor más comentadas por Martí. En abril de 1882 en la “Sección Constante” que publicaba en el diario caraqueño La Opinión Nacional que la “delicada” Marianela y la “hermosísima” Gloria “son libros que debieran estar en todas las manos”.
Estas novelas, evidentemente, ganaron el favor del cubano por sus valores éticos, como señaló un mes después en la misma “Sección Constante” al comentar la traducción de Gloria al inglés: “esta delicadísima novela de Pérez Galdós, que a la par mueve el corazón más duro y satisface la mente más descontentadiza y hecha a lo serio.” Y más adelante expresa: “Gloria, como Marianela, no son solo obras literarias, sino obras benéficas. Cierto que no añaden gran cosa al lenguaje, al cual nada quitan tampoco; pero ¡cuánta dulzura ponen en el corazón! ¡cuánta rectitud deciden en lo difícil! ¡cuán cariñosamente advierten a los hombres de los peligros tremendos de la intolerancia! ¡cómo luego de leer esos libros, se siente como si de súbito hubieran enriquecido nuevos quilates nuestro espíritu!”
Vale la pena, pues, referir la estimativa martiana acerca de Benito Pérez Galdós, nacido en Canarias el 10 de mayo de 1843 y fallecido el 4 de enero de 1920, cuyo centenario desde inicios de este año conmemora el mundo de habla española.
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