Castillo de Santo Domingo de Atarés
6 de marzo de 2020
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Durante el período colonial español La Habana llegó a ser la ciudad más fortificada de América. Avanzado el siglo XVI se construyó el castillo de la Real Fuerza al final del canal de la bahía y posteriormente las fortalezas de San Salvador de la Punta y Los Tres Reyes del Morro, esta vez emplazados a la entrada de dicho canal como estrategia defensiva ante la desacertada ubicación del anterior. Situados uno frente al otro entablarían un fuego cruzado para impedir la toma de La Habana, plan que funcionó hasta la llegada, en 1762, de los ingleses a la ciudad, la cual fue asediada a pesar de haberse erigido también las obras en Cojímar y la Chorrera e iniciado la construcción de la Muralla para la defensa terrestre.
Tras once meses de ocupación inglesa, cuando España recupera La Habana, la Corona decide convertir a la ciudad en un verdadero sitio inexpugnable. Para ello manda a construir el castillo de San Carlos de la Cabaña en la zona este del canal y dos fortificaciones más que venían a completar en forma de triángulo el sistema defensivo: el Castillo del Príncipe y Santo Domingo de Atarés, ambos levantados sobre elevaciones, el primero, ciudad adentro, en la Loma de Aróstegui; el segundo, en la Loma de Soto, al sur de la bahía.
El castillo de Santo Domingo de Atarés fue construido entre 1763 y 1767, bajo la dirección del ingeniero Silvestre Abarca y la intervención del ingeniero belga Agustín Crame. Debe su nombre al entonces gobernador de la Isla, conde de Ricla, cuyos padres eran los condes de Atarés. Ubicado en la Loma de Soto, – apelativo derivado del propietario de estos terrenos, Agustín de Sotolongo y Pérez de las Alas–, el sitio permitía dominar parcialmente la bahía y defender su fondo ante cualquier agresión.
Su planta se aproxima a la de un hexágono irregular, sin baluartes, coronado en sus vértices por garitas también de planta hexagonal, lo que se corresponde con las formas empleadas para estos elementos durante el siglo XVIII. Completa esta fortaleza un camino cubierto terraplenado, cortado por seis traveses distribuidos en la cercanía de los vértices, para el tiro en enfilada, una pequeña plaza de armas al centro, rodeada de construcciones para el alojamiento de la tropa, almacenes y otros servicios, en cuyas azoteas fueron condicionadas plataformas para establecer la artillería, y un foso perimetral. Atarés llegó a contar en su recinto con un amplio cuartel abovedado a prueba de bombas para toda la guarnición que pudiera contener, así como con su aljibe. Estaba artillado con veintiséis piezas y su tropa era de noventa hombres.
El 16 de agosto de 1851 sirvió de campo de ejecución de los expedicionarios del General Narciso López, quienes llegaron a la Isla con la intención de anexarla a los Estados Unidos, entre ellos, el coronel norteamericano William Logan Crittenden. A propósito de este hecho, en 1914, en las faldas del castillo, se levantó un obelisco de mármol cuya tarja dice: “A los patriotas de 1851/ la guardia rural por iniciativa/ de los hombres del escuadrón K”.
En 1898 la fortaleza se convirtió en un centro de municionamiento de la línea exterior terrestre del ejército español, con solo seis cañones, y en 1901, con la ocupación militar estadounidense, fue reformado con el fin de higienizar el edificio y convertirlo en Vivac Municipal. En las primeras décadas del siglo XX acogió a un regimiento de la Guardia Rural como guarnición, se instaló la primera Escuela que tuvo la Guardia Rural, y al final del período presidencial de Gerardo Machado sus muros sirvieron de mazmorra a los presos políticos. Después del triunfo de la Revolución perteneció, hasta 1994, a la Marina de Guerra de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y luego, hasta el año 2012, fue sede de la unidad de ceremonias del MININT.
El castillo de Atarés ha sido objeto de una importante intervención con el fin de convertirlo en Museo de sitio, y forma parte de la red de museos de la Oficina del Historiador de La Habana. Tiene dos salas Monográficas que abordan la historia de la fortaleza y un área que expone los resultados de los estudios arqueológicos. El resto de los espacios están ocupados por la exposición “El genio de Leonardo Da Vinci”, antes mostrada en el convento de San Francisco de Asís. La fortaleza se puede recorrer en casi su totalidad, al tiempo que se explican detalles de la arquitectura militar y se aprecian los hallazgos arqueológicos encontrados, como el polvorín, las evidencias de las obras ingenieras realizadas en el recinto, las escalinatas de la plaza de armas, entre otros.
Al decir de la arquitecta Isabel Rigol: “Cuando culmina el siglo XVIII, La Habana, que muestra ya una elaborada arquitectura y una particular estructura urbana de plaza y de plazuela, que como ciudad ha trascendido ya la imagen vernácula de la antigua villa, continúa presidida por la majestuosidad de sus fortalezas. Ninguna otra manifestación las había logrado superar y persistían en constituir símbolos de la ciudad cuando ya sus virtudes defensivas se desvanecían y surgía la necesidad de inversiones militares más modernas.”
Aunque de menores dimensiones, en comparación con las grandes fortalezas del Caribe y otras de Cuba, Santo Domingo de Atarés es un exponente valioso de la expansión del sistema defensivo habanero; posee Grado de Protección I y es Monumento Nacional. Asimismo, forma parte del Sistema de Fortificaciones que, junto a La Habana Vieja, fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial en 1982.
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