Hambre transgénica…
12 de abril de 2013
|El tema de los alimentos, aunque no aparezca en los grandes medios con la sistematicidad de las guerras o de lo último que exhiben las salas de cine, es de los de mayor impacto a nivel planetario.
Según la ONU, en el mundo ya hay más de 1 000 millones de personas que padecen hambre crónica, la cifra más alta de la historia, y en todo el planeta hay más 3 000 millones de pobres y desnutridos, lo que representa casi la mitad de la población mundial.
Pero esas verdades no son parte esencial de la agenda de la gran prensa.
Sin embargo, el desarrollo de la ciencia en la producción de alimentos, ha conducido a un panorama donde por primera vez en la historia parece que los favorecidos son los más pobres, pero la realidad es otra.
El uso de alimentos genéticamente modificados o más conocidos como “transgénicos” se está convirtiendo en un “arma de doble filo”, que puede confundir a quienes ven en la soya o el maíz genéticamente transformados, un mecanismo idóneo para mayores producciones y menores precios.
Incluso, hay países ricos donde a los habitantes más pobres se les facilitan alimentos gratuitos con el denominativo de ayuda humanitaria, sobre todo soya y maíz transgénicos.
De acuerdo con despachos de la prensa internacional, al concluir 2012 no pocos dominadores de esta ciencia intentaron imponer su criterio de utilizar semillas genéticamente modificadas, para producir alimentos “transgénicos”.
Al respecto, el escritor y geógrafo ucraniano Alex Dobrovolsky, advirtió en un artículo sobre los peligros de los tan propagandizados transgénicos y señala que “los ricos rechazan consumir esos alimentos, que a la vez se destinan a los pobres, señal de que constituyen un fenómeno negativo”.
Para especialistas en la materia, la tecnología de los transgénicos hace que estas semillas no tengan memoria y solo sirven para la primera cosecha, pues en la segunda ya no se acuerdan de germinar.
La explicación más sencilla refiere que las semillas modificadas genéticamente son creadas para ser resistentes al agro tóxico, los insectos y las plagas. Cuando los campos son fumigados con glifosato, la maleza y cualquier otra planta se marchitan, pero la soya transgénica se mantiene intacta.
Lo que ocurre, explican los científicos, es que durante su transgenización, estas semillas recibieron, sin duda, alguna bacteria dentro de su código para que sean resistentes a los agro tóxicos, especialmente el glifosato.
Al respecto, refiere el científico ucraniano, Dobrovolsky, que si el glifosato y otros tremendamente fuertes agro tóxicos no pueden descomponer las moléculas de la planta transgénica, mucho menos podrá el jugo gástrico o el jugo hepático del animal o del hombre. Por estas sencillas razones, el organismo animal o humano serán incapaces de absorber las sustancias denominadas “alimento” tan necesarias para la vida.
Eso quiere decir que los estómagos de los pobres recibirán estos productos, pero no llevará a cabo el proceso natural de descomposición, absorción y desecho por lo que no se nutrirán las personas.
Una segunda consecuencia negativa será la sobrecarga del estómago, el hígado y otros órganos cuyos jugos y fermentos no podrán descomponer las moléculas de los transgénicos.
La otra parte de esta historia que tiene que ver con el hambre, es que mientras en Europa y Estados Unidos se centra la atención en “salvar a los bancos” y “recortar los gastos sociales”, allí florecen los súper millonarios y la concentración de riquezas en pocas manos.
De acuerdo con un informe de la ONU, con “menos del 1%” de los fondos económicos que han utilizado los gobiernos capitalistas centrales para salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que han desatado la crisis económica), se podría resolver la calamidad y el sufrimiento de miles de millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que son víctimas de la hambruna.
Varios análisis de prensa refieren que los 6 700 millones de dólares concebidos en el programa de la ONU para combatir el hambre mundial, equivalen solamente a un 10% de la fortuna personal de Bill Gates, uno de los millonarios más famosos a escala global.
Estamos en presencia no solo del “hambre transgénica” sino también de la más aberrante desigualdad que ha conducido a la crisis sistémica actual.
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