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Consideraciones de José Martí sobre la pintura y la labor de los pintores

30 de diciembre de 2019

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Martí, 1971. Raúl Martínez, 72 x 50 cm

Martí, 1971. Raúl Martínez, Tinta sobre cartulina, 72 x 50 cm

 

Para José Martí en pintura no existe lo sencillo; el primer grado es lo bello; el grado inmediato es lo sublime.

Esto lo detalló en un trabajo publicado en la revista Universal, en México,  el 31 de diciembre de 1875

Casi cinco años más tarde en otro de sus materiales periodísticos, en este caso en el identificado como  La quincuagésima quinta exhibición de la Academia Nacional de Dibujo, reflejado en  The Hour, en  Nueva York, en 1880, planteó que el  arte de pintar tiene dos guías principales: la imaginación y la inteligencia.

Y agregó seguidamente: “De la inteligencia nace la escuela clásica; de la imaginación la romántica.”

Martí destacó además que el que pinta igual que todo el mundo caerá pronto en el olvido y que el que obrase teniendo en cuenta su propia inteligencia e imaginación   y lo hace bien perdurará ya que habrá sido original.

En varias ocasiones hizo comentarios ó reseñas sobre distintas exposiciones que visitó.

Por ejemplo en otro de sus trabajos, el titulado El desnudo en el salón, hecho público en The Hour, en Nueva York, el 31 de julio de 1880 hizo la siguiente reflexión relacionada con los pintores: “Merece llamarse pintor el que sabe colorear un trozo considerable de piel humana sin monotonía y sin dureza, destacándola risueña y perfumada de la tela.”

Con posterioridad señaló en la revista The Sun, también en Nueva York, que en la pintura, como en el amor, el más grande y singular mérito es la fidelidad.

Igualmente en la citada publicación, en la edición correspondiente al 30 de octubre de 1881, significó que el  artista que ha de sobrevivir en sus cuadros dibuja la verdad y agregó: “El que se contenta con la mera copia y ornamentación de lo perecedero está destinado a perecer.”

Otra consideración significativa sobre la labor de los pintores y la trascendencia de un cuadro, la reflejó en el trabajo que hiciera sobre la  exhibición de pinturas del ruso Vasili Vereshchaguin.

En dicho trabajo que  salió publicado  en La Nación, de Buenos Aires, Argentina, el 3 de marzo de 1889, expuso: “El alma ha de quemar, para que la mano pinte bien. Un cuadro no debe echar de sí por su estrechez a los seres que en él tienen vida; debe dilatar el espacio para que se destaquen de él; debe dar techumbre de cielo a sus paisajes; extensión relativa al número y tamaño de las figuras que en el cuadro se crean. Sea incorrecto el detalle; pero sea armónico el conjunto.”

Martí resaltó, además, que hay que creer en lo que se pinta  y detalló que el pintor que quiere ser algo más que retratista, debe acostumbrar su pincel a las riquezas, movilidad, golpes lumínicos y contrastes del color.

Esto lo planteó en una valoración que hizo sobre la visita que realizó a una exposición de bellas artes en México y que salió reflejada en la Revista Universal el 29 de diciembre de 1875.

También en el mencionado trabajo planteó que la novedad en la pintura no debe llegar nunca a la completa falsedad de color, a la incorrección del dibujo, a la dureza de las ropas, a la carencia de expresión en las fisonomías y de gracia en la colocación de las figuras.

Igualmente reflexionó en torno a las motivaciones que podía o debía tener un pintor para realizar el acto de creación a cabalidad.

Precisamente en su trabajo Una visita a la Exposición de Bellas Artes, él llegó a señalar al respecto: “… un pintor demasiado humano no podía concebir ni ejecutar bien una figura que no está probablemente en su corazón, y que no está seguramente en la atmósfera que respira, en la sociedad en que se mueve, en las necesidades por completo distintas de la vida actual.”

Para Martí, de acuerdo a lo patentizado también en la revista Universal en la edición del 31 de diciembre de 1875, el arte es una forma de la armonía y dijo que a veces es artística la irregularidad; pero esta irregularidad en pintura, debe ser lógica entre sus accidentes, como deben ser consecuentes y agrupados en unidad los caprichos de la  fantasía poética.

Martí en el trabajo publicado en The Sun, en Nueva York, el  30 de octubre de 1881, llegó incluso a establecer una comparación entre la literatura y la pintura ya que hizo el siguiente comentario: “Quizás una superioridad de la pintura sobre las letras es que aquella obliga a la reflexión, al estudio, al mejoramiento y a los cambios. La pluma tiene alas y anda demasiado aprisa, el pincel pesa y no vuela tan ligero.”

José Martí también planteó valoraciones muy significativas en torno a otras manifestaciones artísticas y literarias y sobre destacadas  figuras cubanas y de otras partes del mundo.

En relación con la gran sensibilidad de José Martí y su amor por distintas manifestaciones artísticas, Mary Cruz en su libro titulado El hombre Martí,  editado por el Centro de Estudios Marianos en el 2007, señaló: “La pintura, la escultura, la música, el canto, la danza, todas las artes tenían en Martí un apasionado admirador. En su adolescencia, fue alumno de la escuela de pintura y dibujo de San Alejandro, en La Habana, y ya adulto, a menudo ilustró con trazos finos y firmes, objetos y lugares y personas que, por preservar más nítidas sus imágenes, o para mostrarlas a  otros, no quería sólo pintar con palabras. También, ya queda dicho, copió muchas veces, estilizándolos, los rasgos de su propia cara.

Sin embargo, hay que decir que sus descripciones, verdaderos cuadros llenos de vida y color, de muestran que la palabra, manejada por un artista, puede pintar tan bien como y hasta mejor que la espátula o el pincel.”

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